ENTREVISTA AL FOTOGRAFO GUSTAVO GERMANO, AUTOR DE LA MUESTRA “AUSENCIAS”
Es entrerriano, vive en España y tiene a su hermano Eduardo desaparecido. Dice que a través de la exposición, la imagen trabaja con la memoria: “Despierta una conciencia de esa brutalidad acercándola o haciéndola ‘visible’ en el ámbito de lo más preciado: lo cotidiano, lo pequeño, lo propio”.
› Por Oscar Ranzani
A través de un notable trabajo fotográfico, Gustavo Germano apeló de una manera conmovedora a la memoria de los desaparecidos durante la última dictadura. El fotógrafo entrerriano residente en España vivió el drama en carne propia, ya que tiene a su hermano Eduardo desaparecido. Hace unos meses presentó en Madrid y Barcelona la muestra Ausencias, que contó con el auspicio de Página/12 y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, fue producida por Fundación Casa América Catalunya –institución que garantizó la viabilidad del proyecto– y tuvo el apoyo y la colaboración imprescindible del Registro Unico de la Verdad de la provincia de Entre Ríos, la Asociación de Familiares y Amigos de Detenidos Desaparecidos de Entre Ríos (Afader) y la agrupación HIJOS Regional Paraná. Desde el 26 de febrero Ausencias podrá verse en el Centro Cultural Recoleta.
Cada caso registrado en Ausencias está representado por dos fotografías: en la primera siempre aparece una víctima del terrorismo de Estado posando con un/os familiares y/o amigos en un determinado lugar. Esta primera fotografía fue extraída de álbumes familiares en cada caso. La segunda, más reciente, fue tomada por Germano más de treinta años después en el mismo lugar y allí aparecen los familiares y/o amigos del desaparecido, dando cuenta de la ausencia presente. “Las primeras son fotografías de álbumes familiares, son fotos de momentos cotidianos en las que alguien posa frente a la cámara (con naturalidad y sinceramente) y que fueron tomadas espontáneamente con el deseo de guardar ese instante en la memoria de quienes lo han vivido”, relata Germano en diálogo con Página/12. Las segundas no son parte de un álbum familiar, son fotos “de situaciones generadas premeditadamente en las que alguien posa frente a la cámara –con naturalidad y sinceramente– y que fueron tomadas con una intencionalidad clara y definida: guardar/revelar en ese instante treinta años de ausencias”, completa Germano, quien afirma que “del diálogo entre el instante de ayer, que se atesora como recuerdo de un momento feliz, y el instante de hoy, que se buscó como conciencia de lo que no pudo ser, nace la evidencia de lo sucedido en los treinta años que los separa”.
El fotógrafo relata que el riguroso trabajo de investigación se hizo con la colaboración del Registro Unico de la Verdad de Entre Ríos que trabaja en conjunto con la agrupación HIJOS Regional Paraná, y la Afader. “Ellos fueron la ‘pata’ entrerriana del proyecto, quienes realizaron las gestiones en Entre Ríos y nos aportaron la información y los contactos que necesitábamos para poder avanzar en el desarrollo desde Barcelona. En una primera instancia, se realizó un relevamiento del material fotográfico y documental con que contaba el propio Registro Unico de la Verdad en sus archivos y documentaciones, listado de desaparecidos y asesinados, fotografías, historias, etcétera.”
“A partir de las primeras fotos que ellos nos enviaron (y que habían sido obtenidas de los paneles que los propios familiares de Afader habían armado para la difusión de sus historias en actos conmemorativos) se hizo una primera selección de casos e imágenes”, agrega Germano. Luego, llegó el momento “de verificar la viabilidad de trabajar sobre esas fotos que habían sido elegidas inicialmente ya que para poder hacerlo debíamos contar con el original de la foto antigua así como también con el consentimiento, la colaboración y la voluntad de participación de las personas que en ella aparecían”. Otro de los aspectos fue determinar para cada caso sus particularidades: “quiénes eran los que estaban en la foto, adónde había sido tomada la instantánea, su localización y viabilidad, etcétera. En aquellos casos en que la foto seleccionada no era posible volver a hacerla, les pedimos a los familiares y amigos (después de compartir con ellos personalmente o vía telefónica el espíritu del proyecto) que buscaran en sus álbumes familiares otras fotografías que pudieran ser utilizadas. Así se fue ampliando el álbum de ausencias y se llegó a un total de catorce fotos que reunían de algún modo las condiciones que el proyecto requería para su realización”.
Germano también destaca que al seleccionar las imágenes buscó “diversidad, tanto en el tipo de fotografías como en la naturaleza de los casos y las historias, de forma tal que el conjunto permitiera ver el amplio universo social, cultural y político de las personas que fueron víctimas de la dictadura. Se trataba de mostrar en poco más de una docena de historias la magnitud de la tragedia”. Según comenta Germano, la información general sobre cada uno de los casos que acompaña a las fotografías fue aportada, en parte, por el Registro Unico de la Verdad de la provincia de Entre Ríos y, en parte, por los propios familiares y amigos mediante conversaciones, telefónicamente y/o por correo, en algunos casos.
–¿Las fotos de los álbumes familiares las elegía usted o era un trabajo conjunto con los familiares?
–Ellos hicieron su búsqueda, según las premisas que estaban planteadas como necesarias para el proyecto. Luego proponían y veíamos los “pro” y los “contra” de cada una. La elección final fue mía. Hubo casos en los que se hizo más de una fotografía, pero siempre con la condición de que se utilizaría aquella que fuera mejor para el conjunto del proyecto, para no repetir fotografías o historias similares y así poder rescatar a través de las particularidades la universalidad de esas 30.000 ausencias.
–¿El principal objetivo de las fotos es generar un diálogo entre el ayer y el hoy? ¿Ese diálogo da lugar a otro: ausencia-presencia?
–Yo contestaría estas dos preguntas como una sola. El eje conceptual de Ausencias está en el diálogo que se establece entre las dos fotos que componen la representación de cada caso, que no es más –ni menos– que el diálogo entre “lo presente” y “lo ausente”, el factor temporal es inherente a estas historias, es inevitable y está patente en cada una de las fotografías, en las personas y en el entorno. Son treinta años vividos, como decía mi madre, con la permanente presencia de la ausencia. Son treinta años vividos por los que están y treinta años que no pudieron vivir los que fueron asesinados y los que están desaparecidos.
–¿De qué manera la imagen puede trabajar con la memoria? ¿Cómo pensó en esto a la hora de armar su trabajo fotográfico?
–La imagen trabaja con la memoria, con las experiencias y los conocimientos del espectador, en ese sentido es difícil predecir cómo será la forma en que las personas vivirán la experiencia que propone Ausencias. Sin embargo, su construcción y desarrollo intenta instalar en la memoria –particular y colectiva– la imagen de las ausencias. De unas presencias –que denuncian ausencias– y del tiempo más allá del mero instante de una foto, y lo hace, lo arma y reconstruye desde un lenguaje y unas formas cercanas, cotidianas, humanas y universales que intentan superar la indiferencia.
–¿Desde qué aspecto considera que Ausencias es una exposición política?
–De hecho, todos los actos humanos son políticos pero, como dice Marta Nin, curadora de la exposición y directora adjunta de Casa América, “ésa no es su carta de presentación, ni tampoco el pozo que deja cuando abandonas la sala. Ausencias es sobre todo una exposición ciudadana o de ciudadanos que se exponen. Esposas, hermanos, cuñadas, hijas, madres, amigos: ciudadanos y ciudadanas que un día vivieron el infierno de la violencia que ejerció contra ellos el gobierno de su país. Ciudadanas y ciudadanos que con su actitud cómplice y militante dicen: estoy aquí para que veas quien no está, practico el recuerdo para que el silencio no gane la partida, por eso me expongo y me dejo fotografiar”.
–Una de las primeras sensaciones al ver cada fotografía es la exposición a través de la imagen del desgarramiento. Cada foto habla de un ser desgarrado de su familia y también de la sociedad y, en consecuencia, de la vida. ¿A través de la visualización de ese desgarramiento es que queda expuesta la violencia militar, por ejemplo?
–Exactamente. Ausencias despierta una conciencia de esa brutalidad acercándola o haciéndola “visible” en el ámbito de lo más preciado: lo cotidiano, lo pequeño, lo propio. No es necesario mostrar más para exponer la violencia militar que determinó este presente cotidiano y perpetuo marcado por la ausencia del ser querido. Tan violento como 30.000 ausencias que se multiplican exponencialmente y se revelan en todos los que hoy estamos presentes.
–¿Cómo pensó que pueda hablar de la historia esta muestra que se apoya en el relato fotográfico de lo cotidiano antes que en grandes acontecimientos públicos?
–Creo que es eso, precisamente, lo que hace grandes a estos pequeños momentos cotidianos de gentes comunes. Su capacidad de hablar de la historia –de las personas y de la sociedad– y de la vida. Ni personalidades célebres ni hechos destacables. Son momentos que no están en los libros de historia pero que hacen a la historia.
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