Dom 06.11.2005
espectaculos

ENTREVISTA CON STEVEN SODERBERGH

“El consumidor tiene todo el derecho a poder optar”

El cineasta fluctúa entre los films de alto y de bajo presupuesto. Su próxima gran producción será una película sobre la vida del Che.

DESDE LONDRES *

¿Cómo elegir la mejor etapa de Steven Soderbergh? ¿Habrá sido en 1989, cuando presentó la historia de Andie Mac Dowell, su marido, su hermana, un invitado y una videograbadora; en Sexo, mentiras y video, ganadora de la Palma de Oro? ¿O tal vez en 2000, cuando compitió nada menos que consigo mismo en la categoría Mejor Película de los premios Oscar, venciendo a Erin Brockovich con Traffic? Quizá su mejor momento sea el actual, en el que prepara –evitando los grandes presupuestos– su nuevo proyecto, Bubble, que presentó en el Festival de Londres.
Imposible es elegir una de todas sus películas, lo que demuestra no sólo su capacidad sino también su versatilidad como realizador cinematográfico. Si, por momentos, Soderbergh empuja la tecnología hacia nuevos límites, como en Tra-ffic (en la que dispara a una cámara digital –primera vez que algo así se realiza en video digital–) e intercala tres historias narradas simultáneamente –cada una identificada con un color diferente de pantalla (amarillo para la parte en México protagonizada por Benicio Del Toro y azulado para narrar la historia de Michael Douglas)–, otras veces entrega producciones superficiales, fabricadas con el molde hollywoodense, como en Ocean’s Eleven and Twelve.
Y, aun así, esto no es algo por lo que pida disculpas. “Amo hacer este último tipo de películas”, admite el director. “Hay cosas que puedo hacer sólo en estos films y no en otros, y es muy divertido. Pero luego necesito trabajar en algo más pequeño, con menos producción y menos movimiento.”
Bubble es el primero de seis films de bajo presupuesto que Soderbergh y su productor, Gregory Jacobs, realizarán en los próximos cinco años. Todos serán filmados con cámaras de alta definición (HD), demandarán poco tiempo de rodaje, un equipo reducido de trabajo (de hecho Bubble se grabó con seis personas en 18 días) y serán protagonizadas no por actores sino por personas “comunes” que, con la ayuda de Soderbergh, escribirán su propio guión.
El primero de estos estrenos ya pasó la prueba de fuego el mes pasado, cuando fue presentado en el Festival de Venecia. La trama: un extraño triángulo amoroso que tiene lugar en una fábrica de muñecas de plástico. Si Soderbergh buscaba una locación que disparara su imaginación, el mundo de curvas de plástico, maquinarias oxidadas y brillantes ojos de acrílico lo atrajo de inmediato. “Encontré una fábrica de muñecas en Ohio –cuenta–, una de las últimas tres de los Estados Unidos, ya que el resto se ha mudado a China. Era mucho mejor de lo que esperaba, mucho más surrealista y bizarra de lo que jamás hubiera imaginado.”
Y, justamente, mostrar esta Norteamérica –la “verdadera” Norteamérica, no la versión aggiornada hollywoodense– es lo que Bubble y los próximos cinco films se propondrán. Desde los 15 años, cuando ingresó en un curso de cine de una universidad sin haber terminado aún el colegio secundario, el director se apasiona por todas las posibilidades que brinda el cine, las historias que captura, las voces que revela. Por eso, en sus películas, Soderbergh se encarga –en la medida en que le sea posible– de cuanta tarea haya por realizar. Por ejemplo, él es su propio director de fotografía: “Hay muchos mejores que yo, pero me sería muy difícil ahora dar un paso atrás y contratar a otra persona para que se coloque entre la imagen y yo”, dice el director que además se ocupa del guión y la edición.
Su primer trabajo en Hollywood fue el de editor. Cortar y montar, especialmente en la era digital –muy alejada del trabajo manual de ensamblaje de imágenes–, siempre ha sido su fascinación. Si tiene que subrayar algún episodio durante el rodaje de Bubble, elige el siguiente: “Cuando mirábamos las escenas que habíamos grabado en la computadora en mi habitación del hotel, podíamos comenzar a editarlas y al día siguiente grabarlas de nuevo de un modo completamente distinto. Eso es fabuloso”.
Efectivamente, para Soderbergh, testear los límites de la tecnología y sus propias capacidades con ese medio es una de las cuestiones más importantes en su producción. Sumado a esto, Soderbergh planea distribuir de forma simultánea su nuevo film, de modo que Bubble podrá verse en los cines estadounidenses, por televisión paga y en DVD en el mismo día. “Estaba en 2929 Entertainment de Mark Cuban (que tiene un canal de alta definición en EE.UU. y acaba de adquirir uno de las cadenas de salas de cine más grandes del país, las Landmark) –cuenta– y me dije a mí mismo: creo que es tiempo de que saquemos una película en todos los formatos al mismo tiempo. El consumidor tiene el derecho a poder optar.”
Soderbergh es un cineasta siempre ambicioso y entusiasta. La tecnología digital es, para este director, sólo un medio que permite tanto intimidad como inmediatez. “Se trabaja tan rápido con estas cámaras... además son livianas, más prácticas para transportar. El tiempo que existía entre tener una idea y verla en una imagen ha desaparecido y eso es grandioso.”
Sin embargo, otras herramientas propias de los modos tradicionales de filmación son, según Soderbergh, más adecuadas para otra clase de proyectos como, por ejemplo, el film épico acerca de la vida del Che que comenzará a rodar el otoño próximo con Benicio Del Toro en el papel del revolucionario argentino. Para este proyecto regresará al formato de 35mm, porque “las ventajas de la cámara digital se pierden en un film de gran escala como éste”, comenta el director. Pero antes de que las cámaras de Soderbergh se enfoquen sobre el Che, primero deberán ocuparse de The Good German, una adaptación de la novela de suspenso de Joseph Kanon, ubicada en la segunda posguerra, cuyo rodaje recién ha comenzado.
Aun así, nada de esto es útil para definir la filmografía de Steven Soderbergh porque, para él, no existe una fórmula para crear. El director convive con altos y bajos presupuestos, sólo por el placer de hacerlo todo, de conducir un pequeño y pasivo proyecto y una megaproducción al mismo tiempo. “Y si bien parecería que el segundo está destinado a eliminar al primero, a mi entender ambos estilos están más que conectados”, resume el director.

* De The Independent. Especial para Página/12.

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