SERIES › DEL CREPúSCULO AL AMANECER. LA SERIE, POR NETFLIX
El nuevo proyecto de Robert Rodriguez en la plataforma digital vuelve tras los pasos de una de sus películas más exitosas a nivel crítica y taquilla. Esta versión no sólo dialoga con su pasado sino con toda la obra del mexicano. ¿Qué opinará Tarantino?
› Por Federico Lisica
¿Qué carajo es esto?, fue la pregunta que más de uno se hacía cuando Salma Hayek se transformaba en una diosa azteca del mal y le clavaba sus colmillos al personaje de Quentin Tarantino en Del crepúsculo al amanecer (1996). Lo que hasta entonces era una road movie con el sello en diálogos y tempo de QT, se volvía un grand guignol a cargo de Robert Rodriguez, que embadurnaba al espectador de vísceras, vampiros, vértigo y rock chicano en ese aguantadero llamado Titty Twister. El mix entre los autores siguió engendrando otros largometrajes como Desperado (1998) y la dupla de DeathProof/Planet Terror (2007), obras que se mencionan porque todas tienen lugar en Del crepúsculo al amanecer. La serie que acaba de estrenar Netflix. En total son diez episodios que en Estados Unidos se ven por la señal del propio Rodriguez (El Rey Network) y que desde mediados de mes se pueden ver por la plataforma digital para sus usuarios en América latina. “La mejor manera de generar atención es revivir un clásico, y en la serie buscamos expandir los personajes: la película fue el corto, y esto es la novela”, señaló Rodriguez, que dirigió cuatro de los capítulos y ya confirmó una segunda temporada.
No sería del todo apropiado considerar al proyecto una remake, menos una spin-off, o catalogarla con el marketinero término de reboot (relanzamiento) de la película que ya tuvo dos secuelas (una de ellas fue directamente al video). Lo que el director hace es renovar su franquicia con ingredientes diversos. Para simplificar, el primer episodio es una versión extendida de aquella escena en la que los hermanos Gecko destruían una licorería perdida camino a México. Salvo un rito azteca perdido entre serpientes, todavía no hay lugar para el desmadre de criaturas de la noche, ni siquiera para la aparición de la familia secuestrada en su propio motorhome. El eje siguen siendo los ladrones de bancos Seth (D.J. Cotrona) y el psicótico Richie (Zane Holtz) con su reguero de muerte y frases cancheras. “Tomamos eventos simples o pensamientos del film y los llevamos a otro nivel, se asoman las historias secundarias, hay personajes más desarrollados y algunos completamente nuevos”, dijo el realizador. Es por ello que el machiettado sheriff del film aquí se torna central con el papel que interpreta Don Johnson. Actor que, vale mencionar, tuvo una suerte de retorno con su aparición en Django sin cadenas, película que no hace falta decir quién dirigió.
El Texas Ranger que jura vengarse de los maleantes es uno de los sujetos nuevos. Carlos, un narcotraficante que se las trae a cargo de Wilmer Valderrama (el latino de That ’70s Show) podría ser el nuevo Cheech Marin (en el largometraje hizo tres personajes). Robert Patrick (el inolvidable T-1000 de Terminator), que ya había aparecido en una de las secuelas del film, aquí encarna al héroe: el patriarca de la familia Fuller, el pastor viudo que desconfía de Dios porque le ha quitado a su esposa. Cuando hasta los diálogos gancho del film aparecen calcados de los que pronunciaron antes George Clooney y Harvey Keitel, su creador es lo suficientemente hábil para darle una vuelta de tuerca al asunto, separar la carnadura de lo evocado con tiros sorpresa. Para el director y productor, la película no funciona simplemente como una guía, y en el segundo episodio dice ofrecer “un territorio completamente inexplorado”. Igualmente esta ficción abre un interrogante como metamensaje permanente, como un juego de cajas chinas –chicanas, mejor dicho– donde nada puede ser realmente disfrutado si no se cuenta con la referencia pop adecuada o lo ya masticado por Rodriguez & Tarantino. Ese pastiche de géneros clase B ahora se mira a un espejo deforme. La gran cosa nueva dos décadas atrás ahora responde por espasmos. Pero todavía funciona.
A nivel estético, la serie se relaciona con DeathProof/Planet Terror en ese amor por el desgaste cuidado en la pátina final. Incluso el auto en el que huyen los Gecko al terminar el primer episodio es igual a la Chevy que manejaba Kurt Russell en uno de los films. ¿Y qué opina QT sobre la realización de la serie? “Me dijo que hiciera lo que quisiera, le encantó la idea, no podía entender cómo se me había ocurrido todo esto”, sentenció Rodriguez.
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