SERIES › CROSSBONES, OTRO GIRO SOBRE EL TEMA, POR SPACE
La serie retoma el género centrándose en la leyenda de Barbanegra: un drama sanguinario que aborda la faceta política del hombre de mar. Página/12 participó de una conferencia telefónica con Richard Coyle, coprotagonista junto a John Malkovich.
› Por Federico Lisica
En algún momento de la realización de Crossbones (miércoles a las 21 por Space), sus productores se deben haber preguntado si estaban en lo correcto. El desastre financiero de películas como Piratas de Roman Polanski y La Pirata de Renny Harlin (hasta el día de hoy se mantiene como el tercer mayor fracaso de la historia del cine) aún causan escozor. Claro que la saga de Piratas del Caribe fue como hallar el cofre de un tesoro, y así surgieron productos como Black Sails. Esta serie de diez episodios se aleja de la fanfarria de efectos especiales para centrarse en la leyenda de Barbanegra. Crossbones desempolva el mito de Edward Teach entregándose a otro con el protagónico de John Malkovich. “Fue un privilegio y un honor trabajar con él, nos conocimos hace una década cuando participé de una película llamada The Libertine. Lo interesante es que nuestros personajes están cara a cara desde el primer episodio”, dice a Página/12 Richard Coyle, quien –según Malkovich– lleva el hilo narrativo de la ficción. En Crossbones, Coyle interpreta a Tom Lowe, un espía de la Corona británica obligado a asesinar a Barbanegra, que ha fundado su propio gobierno en una isla caribeña.
–¿Qué ofrece Crossbones al género?
–La mayoría de programas de TV o películas eran puro entretenimiento, Crossbones es más un drama de personajes. Hay escenas de acción, pero el corazón es el drama en un contexto dominado por piratas.
–El primer episodio fue particularmente cruento. ¿Eso sirve para adecuarlo a otros programas de la TV actual?
–Es que el siglo XVIII fue extremadamente violento y horrible, especialmente para los hombres de mar. No veo cómo se hubiera podido contar una historia sobre piratas sin tener escenas violentas. Es un balance, porque sigue siendo un drama. En el fondo todos somos animales y la serie muestra de forma muy vívida ese aspecto.
–¿Le fue de ayuda el libro República de Piratas, sobre el cual se basó la serie?
–No directamente. Mi personaje en sí es una invención, aunque sí me ayudó para situarme en ese período histórico. Las aventuras que se describen son reales en el tiempo y lugar.
Las coordenadas de Crossbones son 1715 y la isla Santa Campana, denominada en la serie como la “primera democracia de América”. Un enclave dominado por Barbanegra y habitado por renegados tan traicioneros como generosos. La serie se atreve a cincelar un perfil político del mito, entre colonias e imperios, con piratas que vuelven a ser perseguidos. Hay algo de miniserie a la vieja usanza, más que por la temática, en su impronta de entretenimiento serio. Es una producción de gran escala que nunca abandona lo sanguinario adosándole, además, la cuestión de la intriga. La excusa es un cronómetro (el célebre McGuffin de Hitchcock) que Lowe debe proteger para que no caiga en manos del “enemigo marino número 1” y desencadena los acontecimientos donde no faltarán degüellos, batallas en el mar y la lucha de dos hombres. “Los piratas no dejan de ser gente fascinante. Puede que hayan sido lo más cercano al concepto de ‘algo más grande que la vida’. En Crossbones se evoca ese momento, se toma la leyenda, pero creo que el retrato es bastante fidedigno de lo que realmente fue”, concede Coyle.
–¿Qué fue lo más difícil y lo más disfrutable de hacer Crossbones?
–Lo más disfrutable fue el guión, y que sea una serie de personajes. Lo difícil fue interpretar a Tom Lowe como alguien encantador y con su moral, trabaja para la corona, pero es un asesino a sueldo. Creo que estos elementos le aportan algo distinto. Porque si bien se retrata a los piratas como tipos violentos que vivían al margen de la sociedad, muestra su otra cara. Muchos abandonaban el ejército inglés o los trabajos que tenían por razones económicas, ya que de forma “honrada” no les alcanzaba para vivir.
–Hay una suerte de lema en la industria audiovisual: “Nunca filmes con niños, con animales o en el agua”. En Crossbones hay muchas secuencias en el mar, ¿cómo le resultaron?
–Hay un montón de agua (risas). Bueno, eso le compete a la gente de producción. Para mí fue de lo más disfrutable. Estás rodando en el Caribe, el lugar más hermoso de la Tierra, ¿cómo la vas a pasar mal?
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