Mar 30.12.2014
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SERIES › SERIES > BALANCE DE LAS SERIES DE TEVé Y OTRAS PLATAFORMAS

Con la marca de la oscuridad que dejó un tal Walter White

La espesura dramática que caracterizó a Breaking Bad siguió dominando los relatos más relevantes de 2014. Las grandes novedades fueron True Detective y The Strain, mientras que terminaron programas aclamados como The Killing y The Newsroom.

› Por Federico Lisica

En 1993, durante esa experiencia popmoderna que fue la transmisión del Zoo TV Tour de U2, Bono le enrostró a la audiencia de todo el mundo: “Tengo una visión... ¡televisión!”. Dos décadas después, puede decirse que el cantante no estuvo tan errado. Eso sí, en su premonición se olvidó de especificar que serían las series las que coparían el control remoto, las pantallas de tevé, tablets y demás dispositivos dentro del vasto panorama catódico y digital. Porque en 2014 fue la ficción la que siguió mandando en aquello que suele denominarse, con cierta pomposidad, la “nueva era dorada de la tevé”. Aquí, diez hechos puntuales y a tener en cuenta del año a punto de terminar.

Detectives y oscuridad

Intrincada, penitente, agresiva y adictiva. Así fue la primera temporada de True Detective (HBO), la miniserie de ocho capítulos sobre los dos policías (interpretados por Matthew McConaughey y Woody Harrelson) que investigan en Luisiana la muerte de una prostituta, presuntamente a manos de un asesino serial. Pero el caso llega a las altas esferas y a lo más bajo de ese estado sureño, incluso a sus componentes mitológico–religiosos, haciendo mella en sus protagonistas: los dos agentes parecen atravesar una existencia cercana a la del purgatorio. Dirigida por Cary Fukunaga y concebida por Nic Pizzolatto, True Detective apeló a recursos –originariamente– cinematográficos como el flashback, el montaje en paralelo y el plano secuencia (en ese gran cuarto episodio) transformándose, con sus razones de peso, en el hito ficcional del año. La miniserie fue multipremiada y supo llegar a lo que público adulto parece reclamar hoy: grandilocuencia, oscuridad, enigmas y personajes a desentrañar. Y una banda de sonido tan refinada como amplia a cargo de T-Bone Burnett.

Incluso con sus inconsistencias, ciertos estereotipos femeninos y regocijo en lo tenebroso, True Detective valió (y vale revisitarla) por su tres personajes principales. Los detectives Rust Cohle, Marty Hart y esa región con sus iglesias, rednecks, sectas y clubes de desnudistas. True Detective ya tiene confirmada una segunda temporada bajo el formato de “Antología”, como impuso American Horror Story (jugosa serie de la FOX que va por su cuarta temporada). Es decir, volverá con otro caso, otro elenco y otra historia, pero manteniendo el sello de misticismo y misterio que en su primera parte nunca se develó del todo. Lo dijo el mismo McConaughey: “El misterio sobre el asesinato es el paso que siguen estos tipos, pero la historia real es comprender quiénes son estos dos sujetos y quiénes no son”.

La podredumbre de Estados Unidos, en sus diversas facetas y como caldo de cultivo, también apareció en otros proyectos consagrados como House of Cards (Netflix), Rectify, The Red Road (ambas de Sundance Channel) y Homeland, que levantó el handicap en su cuarta temporada (aunque FX todavía no la estrenó en la Argentina).

El virus del pop

¿Habrá sido el pop la verdadera y gran pandemia de 2014? Tres grandes producciones como The Strain (FOX), Helix (AXN) y The Last Ship (TNT) partieron de la misma base mientras el ébola hacía de las suyas y les servía de impensada promoción. A saber, un virus amenaza con acabar con la humanidad. Si bien las tres tendrán su continuidad en el 2015, el enfoque fue diferente en cada caso. La última jugó con el gigantismo propio de las realizaciones de Michael Bay, a partir de una embarcación militar que debe salvar a la humanidad. La segunda, una de las menos hypeadas pero más sugerentes y caprichosas, es un thriller que se codea con el gore, un raro sentido del humor y una puesta en escena apta para un drama de interiores. Finalmente, The Strain, de Guillermo del Toro, mezcló la temática del vampirismo, su grand guignol visual e incluyó referencias sobre la última dictadura militar en la Argentina. Con esta serie (surgida de su propia novela), el azteca demostró que es uno de los pocos y más aptos realizadores de autor dentro del mainstream. Nuevamente los héroes son los miembros del Centro de Control de Enfermedades que luchan contra una cepa vampírica y ancestral. La reconocida imaginería oscura de Del Toro apareció lo justo como para generar pesadillas. Inquietó (y mucho) en el terreno de lo sensorial.

Los comics también siguieron desperdigándose en la ficción televisiva al punto de la saturación. Constantine, Flash, Arrow se sumaron a Marvel’s Agents of S.H.I.E.L.D. y The Walking Dead. Gotham (Warner) fue quizá la apuesta más arriesgada. Suerte de relanzamiento de la historia de Batman, aunque lo que exploró fue cómo el encapotado y sus villanos llegaron a ser lo que ya se conocía. Más allá de su intención de adentrarse en un terreno inexplorado, en realidad, dialogó con las sagas cinematográficas previas, el comic y hasta las series animadas (como aquella muy lograda de los ’90) sobre el personaje. Un mix estético entre noir y callejero, sin benevolencia alguna y que anda como un equilibrista aprovechando la propia iconografía del Guardián de la Noche, pero con la posibilidad de caer alto.

Del crepúsculo al amanecer (Netflix) y la continuación de Hannibal (AXN), por su parte, resultaron sugerentes reinterpretaciones de relatos conocidos. Series que supieron aprovechar las elipsis de sus hermanas cinematográficas mayores con historias, escenarios y personajes jugosos. O mejor dicho, bien sanguinolentos.

El encanto de lo clásico

No son las más comentadas en las redes sociales, tampoco se proponen romper esquemas narrativos ni su dirección es deslumbrante. Buenos guiones y mejores actuaciones fue la fórmula de series como The Blacklist, How to get away with murder (ambas de Sony). El suceso de la primera –que ya va por su segunda temporada– radica en el encanto de James Spader, actor que ha hecho de la lascivia su carta de presentación. De hecho, la serie ocupará el codiciado espacio de transmisión tras la final del Superbowl en enero próximo. Aquí, Spader encarna a Red Reddington, un fugitivo que se ofrece como mano de obra para atrapar a otros crápulas como él. Un auténtico malvado carismático.

La protagonista absoluta de How to get away with murder es Annalise DeWitt (Viola Davis), una abogada y profesora universitaria experta en un tipo de casos: asesinatos. La serie mezcla adecuadamente el drama legal, la novela, el thriller y el procedimiento policial. Pero sobre todo vale por la actuación de Davis (aún recordada por su interpretación en Historias cruzadas). Atención: no se está frente a una honorable Atticus Finch con polleras. “He interpretado muchísimos papeles maternales y oprimidos. Es momento de que la gente nos vea como lo que somos, porque la gente de color también puede ser muy complicada”, dijo la actriz nominada al Globo de Oro por este papel. Otra serie que va por su quinta temporada y adscribe a esta línea es Downtown Abbey (Films & Arts): hiper brit, con el foco puesto sobre el sistema de clase y gran recreación de época.

La historia miniseriada

History Channel mantuvo una de las costumbres más arraigadas de la ficción televisiva: la de tomar personajes y momentos claves de diversas épocas y relatarlos a modo de un disco de grandes éxitos. Es decir, sin mucha sorpresa aunque con destellos de lo que sucedió, se emitieron Houdini (con Adrien Brody como el escapista) y Bonnie & Clyde (con Emile Hirsch y Holliday Grainger a cargo de la pareja). La recreación histórica también dijo presente en otras señales con Liz & Dick (Lifetime) con Lindsay Lohan en el papel de Elizabeth Taylor y Crossbones (Space) centrada en la leyenda del pirata Barbanegra (John Malkovich).

Un caso singular fue el de Marco Polo (Netflix). Está planteada para más de una temporada y utiliza la excusa del viajero veneciano para contar otra cosa. Al menos en sus primeros diez episodios, tienen la misma trascendencia que la experiencia del “latino”, el Imperio Mongol, la resistencia china y las luchas por la ruta de la seda en el siglo XIII.

Victoriosa destrucción

In the Flesh (I.Sat) supuso una vuelta de tuerca atractiva a la sobreexplotación zombie. ¿Qué más puede contarse sobre estos sujetos putrefactos? La gran novedad de la tira británica, de sólo tres episodios, creada por Dominic Mitchell (distinguido por este trabajo con el Bafta 2014), presenta a los zombies como rehabilitados sociales. “Soy un enfermo del síndrome del parcialmente muerto”, se presentó Kieren Walker. Claro que The Walking Dead (FOX) tampoco es estrictamente “una de zombies”, y en su quinta temporada abrió un nuevo arco a su historia. El bando de Rick Grimes (Andrew Lincoln) tuvo que adecuarse a un nuevo espacio (Terminus). En cuanto a su estructura narrativa, se mantuvieron las muertes inesperadas de los personajes más queribles, y a nivel rating siguió batiendo su propio estándar. En términos de fenómeno de audiencia, la única competencia real para los caminantes sigue siendo Game of Thrones (HBO), que tiene un lema y parece cumplirlo a rajatabla: “Todos deben morir”.

¿Dónde está la risa?

Se ha dicho que la comedia es el género más rezagado en este período donde todos los realizadores parecen darse palmadas en el hombro. Y si algo le faltaba fue el suicidio de Robin Williams en el mes de agosto. El capocómico estadounidense había comenzado 2014 con un programa, The Crazy Ones (FOX), donde interpretaba a un creativo publicitario. La cancelación de la serie habría tenido que ver con el estado depresivo del actor y su trágica decisión final.

Claro que hubo opciones para la risa. Portlandia (I.Sat) con su mira puesta en los modismos de los hipsters; You are the Worst (FOX Comedy) y su sarcasmo sobre las relaciones amorosas; Veep (HBO) con la vigencia de Julia Louis-Dreyfus, y la autorreferencialidad nerd de Silicon Valley (HBO) fueron algunos de los casos más atrevidos del género. También apareció la señal TBS, dedicada íntegramente al humor. Allí se estrenaron buenas propuestas, como la “parapolicial” Brooklyn 9-9, una estricta sitcom como The Millers y la romántica The Mindy Project. Aunque el sufrimiento fueron los doblajes...

El gran rumor

Productos como Sons of Anarchy (que acaba de finalizar tras siete temporadas), Sherlock (de la BBC), The Americans y Fargo (ambas de FOX) lograron instalarse y ser vistas mayormente a través de plataformas digitales (pagas o alternativas). Más allá de que algunas habían tenido su estreno formal en la pantalla chica. El caso más resonante es el de la basada en el espíritu de la película de los hermanos Coen. Junto a True Detective, es de las más nominadas en la próxima entrega de los Globo de Oro, pero todavía no tuvo lugar en la tevé paga local.

Internet exploitation

Este fue el año en el que las redes sociales, su vocabulario y las relaciones que implican hicieron su desembarco definitivo en el ámbito de la ficción televisiva. Tras las referencias inocentes en The Big Bang Theory o el recurso técnico-narrativo de House of Cards de explicitar las charlas sucedidas en los smartphones, este año tuvieron su desembarco Selfie (Warner) y Stalker (Universal Channel). Además de términos propios de la actualidad, la novedad viene por el lado de incorporar los usos y costumbres de Internet a la narrativa ficcional. La primera fue una comedia en la que su protagonista (Karen Gillan) causaba furor en la virtualidad, pero cuya vida personal distaba de serlo (fue cancelada al poco de su arribo). La segunda, sobre un departamento policial dedicado a prevenir a los acosadores, fue una de las series que más polvareda levantaron en la crítica de su país. Puede argumentarse que el acecho, al igual que la vanidad y exposición, han existido por siempre, lo que Stalker y Selfie hicieron fue replicar lo que sucede en su propio campo al de los géneros. De ahí los malentendidos y apuestas que hasta ahora no demuestran dar en el clavo. Dicho de otro modo, el buzz y/o la viralidad no aseguran, per se, buenas historias. Distinto es el caso de Black Mirror, la serie británica con una mirada corrosiva sobre los dispositivos tecnológicos, y que días atrás tuvo un especial de Navidad con Jon Hamm como protagonista. The Newsroom (HBO) y 24: Live Another Day (Fox) también se sirvieron de los ecos del caso Snowden y el ciberactivismo en sus temporadas de este año.

Tres señales de peso

Con su habitual costumbre de presentar proyectos que van horadando sin apuro, HBO ofreció The Knick y The Leftlovers. La primera, creada por Steven Soderbergh, se adentró en el mundo de los cirujanos de comienzo del siglo pasado en Nueva York: el cambio de paradigma hospitalario, mucha cocaína y operaciones bien manifiestas combinado con el protagónico de Clive Owen. La segunda, obra de Damon Lindelof (Lost), partió de un gancho prometedor: la desaparición del dos por ciento de la población mundial. ¿Cómo seguir luego de ese acontecimiento? La serie, al igual que The Knick, mantuvo alta la vara y también se aseguró su continuación.

Netflix, por su parte, mantuvo su buena oferta con productos propios ya mencionados más arriba, la continuidad de envíos arriesgados (Orange is the New Black, Hemlock Grove) y la adquisición de los derechos para emitir algunas series interesantes como Ripper Street, The Musketeers o Luther.

El arribo a la Argentina de la prestigiosa AMC fue con Halt and Catch Fire (cuyos dos primeros capítulos dirigió Juan José Campanella) y The Divide, aunque da la sensación de que la señal (que en su país de origen dio cabida a Breaking Bad y The Walking Dead) aún está calentando motores.

Dijeron adiós

A algunas se las extrañará más, como a The Newsroom, True Blood, Boardwalk Empire y The Killing. Otras, como Intelligence, Surviving Jack, Dads y Believe se fueron apenas iniciadas. Todas partieron hacia ese perplejo cosmos catódico –y tal vez aparezcan en forma de repetición– muy parecido a la nube negra que llenó de preguntas el final de True Detective.

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