SERIES › EL HIPNOTIZADOR, LA NUEVA SERIE ORIGINAL DE HBO
Leonardo Sbaraglia interpreta a un detective del inconsciente e ilusionista que padece insomnio. Basada en la historieta de Pablo De Santis y Juan Sáenz Valiente, esta producción latina de alto nivel se tiñe de un espíritu funambulesco.
› Por Federico Lisica
“Los sueños, sueños son, pero aquí se hacen realidad”, decía Berugo Carámbula en aquel célebre programa de juegos ochentoso, y algo de eso prima en El Hipnotizador (se estrenó ayer por HBO e irá los domingos a las 21). Eso sí, en esta miniserie de ocho episodios no hay amas de casa almidonadas, lo onírico y lo existente se dan en un clima alterado. Arenas (Leonardo Sbaraglia) está a medio camino del psicoanalista y del freak de feria. Indaga en el inconsciente ajeno como un investigador privado estrafalario, cansino y decadente. Es así que la entrega invita a un viaje funambulesco. Lo melancólico y el misterio están dados tanto por la trama como por el ambiente de teatros y hoteles de mala muerte en una ciudad sudamericana a mediados del siglo pasado. No se especifica bien cuándo y dónde, y eso es perfecto para la vigilia permanente que vive su personaje principal. El propio Sbaraglia confesó a la prensa, durante la presentación de la ficción, que su criatura “habita un estado psicológico enrarecido”.
Es que Arenas es en sí mismo la historia y el tono de El Hipnotizador. Un hombre ojeroso, de voz grave y alejado del presente, que episodio tras episodio ayudará a los demás mientras se va descubriendo su propio pasado (hay un mentor, un antagonista y una tragedia). “Quizás el mundo entero sea una ilusión”, le suelta Arenas a una dama. Al igual que el personaje de Leo DiCaprio en El Origen (Christopher Nolan, 2010), el protagonista carga con una maldición relacionada con su labor y poder. Es el mejor de todos en lo suyo, sugestiona a piacere, pero principalmente sufre. Puede desanudar los traumas más recónditos (¿o implantar una idea en los demás?) y él padece insomnio. Fue por obra de su rival en esas artes, Darek (Chico Diaz), que lo maldijo y sigue acechando para hacerse de sus dones. Entre ellos dos hay más que recuerdos comunes. “Su nombre resuena a dark, a lo oscuro, es fascinante, no sabés en qué nivel de conciencia estás en cada capítulo”, apuntó el actor brasileño. Por esta guerra entre prestidigitadores y psiquiatras, podría incluirse como referencia otra película de Nolan, El Gran Truco. “Hay una conexión telekinética entre Arenas y Darek”, dijo Sbaraglia. “Arenas es un tipo al que le interesan los demás, que reconoce el dolor en el otro, que quiere ayudar, así como intenta descubrirse a sí mismo a través del misterio de los otros. Tiene la capacidad de que se le haga observable el mundo del otro.”
La puesta en escena y la reconstrucción de época son impecables. Lo mismo vale para la música original. Aunque ciertas iconografías (los relojes como péndulos, espirales, figuras carnavalescas, serpientes y los pesados telones color carmesí) no lucen riesgosas en ese terreno de indefensión y seducción que pueden ser los sueños. Como en ninguna de las anteriores entregas latinas originales de HBO (Hijos del Carnaval, PSI, Magnífica 70, Epitafios y Prófugos, por mencionar algunas) el modelo de producción estuvo tan relacionado con lo que finalmente se ve en pantalla. “Fue como una triple frontera”, especificó Sbaraglia sobre el elenco en el que hay otros intérpretes argentinos (Marilú Marini y Chino Darín), entre uruguayos y brasileños. Lo mismo se puede aplicar al propio escenario (el rodaje fue en Montevideo), a que la productora original y los realizadores sean brasileños, y al material madre (la historieta de Pablo De Santis y Juan Sáenz Valiente, primero publicada en la revista Fierro y luego por Random House).
Los involucrados especificaron que se incrementó el universo de la historieta y se les dio más complejidad y oscuridad a los personajes que antes eran unos pocos cuadros. Aunque la huella de De Santis sigue estando allí. Lo fantástico y el enigma son permanentes en la obra de quien escribió los textos de programas como El Otro Lado y de novelas como La Traducción. Ese sistema de engranajes propicio para lo insospechado. Y finalmente por la cuestión bilingüe. Lo que podría haber sido una traba idiomática o incordio para actores y espectadores, en este caso es verosímil por ese estado de somnolencia y confusión en el que vive Arenas. El hombre cuya peor pesadilla es la de pasarse las noches en vela.
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