Lun 19.10.2015
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SERIES › COMENZó LA SEGUNDA TEMPORADA DE THE KNICK POR MAX

El hospital neoyorquino del futuro sigue anclado al ayer

La creación de Steven Soderbergh retornó con el viaje personal del doctor John Thackery, interpretado por Clive Owen. Ambientada en Nueva York a comienzos del siglo XX, la serie retrata el campo de la medicina entre la modernidad y la experimentación.

› Por Federico Lisica

Página/12 En México

Desde Ciudad de México

“Si las drogas no se utilizan con un fin recreativo, entonces son una adicción. Si se tratan como una adicción, son una enfermedad. Y si son una enfermedad, voy a dedicar mi vida entera a encontrar una cura”, lanza el doctor John Thackery (Clive Owen) sobre el final del primer episodio de la nueva temporada de The Knick (va los viernes a las 23 por MAX). Claro que esta eminencia en su campo pasa gran parte del capítulo batallando contra ese mismo dilema y seguirá por ese curso durante los nueve episodios restantes de la creación televisiva de Steven Soderbergh. El cirujano, más cerca de la megalomanía de Víctor Frankenstein que del pensamiento lateral de Gregory House, había acabado la primera temporada internado por estar completamente enganchado a la cocaína. Un pequeño detalle: lo habían tratado con heroína como posible antídoto (en un breve diálogo se cuenta que la droga fue introducida al mercado “con notables éxitos” por la farmacéutica Bayer).

El padecimiento de Thackery expone varios de los nudos narrativos y contextuales de la serie. Es que si bien el corazón de The Knick es este sujeto (“interpretar a alguien así es estar caminando sobre una cuerda floja”, dijo el inglés), la propuesta va mucho más allá de los conflictos de un genio tóxico. El tejido es el Hospital Knickerbocker, con todas las derivaciones personales y profesionales los que recorren sus pasillos y salas. También está la medicina con sus avances (el descubrimiento de los tipos de sangre), experimentaciones (en su mayoría fatídicas y tortuosas) y obsesiones (ganar el Nobel, la competencia de la ciencia con Dios). Pero el cuerpo integral es uno más amplio. Una Nueva York de comienzos del siglo XX que abraza la modernidad a los ponchazos. “Aunque represente algo sucedido cien años atrás, creo que es un programa que habla mucho de los que acontece en la actualidad, los tópicos con los que lidia The Knick siguen siendo relevantes”, aseguró el actor André Holland, durante la presentación de la serie a la prensa latinoamericana a la que asistió Página/12.

Eve Hewson, que interpreta a la enfermera Lucy Elkins, detalló cuáles son esos temas: “Creo que ha gustado tanto justamente porque se mete con el racismo, el rol de la mujer, el sexo, la religión, el acceso a la salud, la inmigración... En muchos de esos aspectos se han logrado avances y en otros todavía se está a mitad de camino”. Para los neófitos, cabe apuntar que estas cuestiones son abordadas sin anestesia alguna. “Si les gustó la primera temporada, van a tener un montón para ver e indagar ahora. Según Steven (Soderbergh), comparada con esta, la primera fue una comedia romántica”, aseguró entre risas quien interpreta a Algernon Edwards.

El médico negro y la enfermera sureña

Tanto Edwards como Elkins son centrales para el desarrollo narrativo de The Knick por su relación directa con el inestable Thackery. La enfermera es más que una simple asistente silenciosa: se volvió su amante en una relación que Hewson define como “complicada y difícil”. “En esta temporada se va a poder entender por qué Lucy se siente atraída por este hombre poderoso y que es tan cruel con ella. Ella se había preocupado por complacerlo, lo veía como un semidiós. Hay algo de la relación que arrastra con su propio padre. Definitivamente habrá un cambio”, explica la actriz. Edwards, por su parte, no será sólo el brillante colega negro que asombra al jefe de cirujanos. “Había algo de ambición y la posibilidad de compartir una sapiencia. El respeto ahora será, no diría una amistad, pero sin dudas una colaboración. Se necesitan mutuamente de una manera que no lo esperaban. Comparten hasta sus vulnerabilidades, algo que no puede hacer frente a los demás”, dice Holland.

Frente la ausencia de Thackery en un hospital siempre al borde del colapso financiero, este otro “hombre adelantado a su época” planea ocupar su lugar. Tiene logros para demostrarlo pero es altamente improbable que le den ese puesto teniendo en cuenta su color de piel. Es que el protagonista puede ser capaz de realizar lobotomías ilegales para conseguir unas ampollas de más pero sigue siendo blanco. Edwards, como Thackery, es autodestructivo y atraviesa una inestabilidad emocional producto de su amor fallido con Cornelia Robertson (Juliet Rylance), una socialité progresista y mecenas del hospital.

Para todos los personajes de The Knick, la espiral sólo puede ir cuesta abajo. Abortos realizados por monjas, discriminación explosiva, funcionarios corruptos... Es como si las pandillas de Nueva York de Scorsese hubiesen tomado por asalto este hospital. Holland amplía sobre la cuestión de la negritud. “Uno de los aspectos más emocionantes pero también tristes de este programa es que tenés un hombre brillante como Algernon Edwards, pero uno sabe que las cosas no van a mejorar para él. Para mí fue educativo investigar y enterarme de que hubo personas que lucharon como él. En cierta manera, The Knick podría estar escrito para el mañana”, asegura. El actor, que participó recientemente del film Selma, pone el ejemplo de un episodio de la primera temporada. Un malentendido callejero entre un negro y un policía termina con una revuelta y posterior caza de los oprimidos. “Después ves las noticias y te das cuenta que en la actualidad las cosas no son tan diferentes, con todo lo que pasó en Ferguson, Baltimore y el resto de los Estados Unidos.”

A diferencia de otros portarretratos convencionales para personajes afroamericanos, Edwards tiene dobleces, falencias, está alejado del bronce. “Es un negro complicado –explica el actor–, no es sólo el noble, ni el buen amigo, el compañero, el que dice ‘ok, hagamos las cosas así, jefe’, que es como suelen ser la mayoría de los papeles de este tipo. Tiene un punto de vista y un talento pero es arrogante, es dulce y violento, tiene rabia y frustración. Ejerció la medicina en Europa y fue tratado con respeto. No sé si es consciente de que está adelantado a su tiempo, pero sí percibe que Estados Unidos está rezagado. Tenía que hacer este personaje, iba a pelear desesperadamente para interpretarlo”, apunta quien tiene como referentes a Sidney Poitier, Daniel-Day Lewis y Denzel Washington.

Para conseguir el papel de la enfermera Lucy Elkins, además de mutar su tonada irlandesa por una sureña, Eve Hewson tuvo que enviar un video donde llevó a cabo la que sería su gran entrada en el comienzo de la serie: su inyección de cocaína en el pene del doctor Thackery. “Fue una cosa bastante extraña de llevar a cabo en un video de prueba. Usé unas botellas que no se veían en cámara y que para mí eran las venas del doctor. Luego tuve una reunión con Steven y resulté elegida”, dice la actriz frente al primer gran trabajo de su carrera. “Ella no es lo que aparenta ser. En la primera temporada, estuvo prestando mucha atención a todo lo que acontecía a su alrededor. Creo que va mostrando mucha más fortaleza que ciertos doctores. Ha sido subestimada, pero es muy curiosa, y se sorprenden cuando la ven tomar la iniciativa. La atrae el peligro y por eso trabaja en este ambiente inseguro. Es muy distinta a mí y me tomó un buen tiempo entender sus motivaciones”, señala la hija de Bono, el cantante de U2.

Para dar con el rol, Soderbergh la “obligó” a leer el libro Low Life, sobre el período que retrata la serie; vio documentales sobre enfermería y contó con la ayuda de su “mejor amigo”: Google. Los involucrados contaron con un asistente médico durante todo el rodaje que les indicó desde cómo se usan esponjas y bisturíes, y hasta cómo hay que pararse en una sala de operaciones. Para Holland fue fundamental la obra del sociólogo W.E.B. Du Bois, que trabajó la idea de la doble conciencia en los afroamericanos de finales del siglo XIX. “Du Bois explicaba que los negros contaban con dos lados en su personalidad, una en público y la otra privada. Lo de la doble conciencia era una forma de supervivencia, y este sujeto está atascado en esos dos mundos, no se siente cómodo en ninguno de ellos. Por eso se daña”.

El método clínico de Soderbergh

Tras amenazar con abandonar la realización cinematográfica, Soderbergh (Erin Brockovich, Magic Mike, La gran estafa) se abocó integralmente en la realización de The Knick. Producto inusual en su tema, forma, confección visual y sonora, pero bastante afín a las expectativas que se depositan en la ficción televisiva actual. En cierta manera, el autor se mantiene fiel a su espíritu originario, cercano al one man crew, pero con un presupuesto de alto rango. La recreación de época es fidedigna pero alejada del pintoresquismo, una cuña entre el corset post victoriano y la innovación tecnológica. Impresiona la fotografía de interiores acorde a esa primera fase de la energía eléctrica. Otro de los aspectos más destacables es el trabajo musical de Cliff Martínez, colaborador de Soderbergh desde Sexo, mentiras y videos. La composición es generosa en cadencias y pasajes electrónicos, lo cual produce un desfasaje entre la era recreada y la forma en la que se presenta el relato.

Los actores afirman que el ganador del Oscar por Traffic tiene mente de montajista en el set y que su forma de trabajo puede ser un “poco atemorizante y liberadora”. “Tiene como tres cerebros trabajando al mismo tiempo –cuenta Hewson–. Escucha mucho a los actores. Y cuando pensás que es ‘el’ momento para el que te estuviste preparando, Steven se queda filmando a un doble. También hace lo contrario, de repente la cámara apunta hacia vos y tenés que dar todo, lo cual te obliga a ser muy eficiente”. Holland asiente: “Se mueve de una manera muy rápida, sin muchas repeticiones, ahora es más como una danza. Cuando nos poníamos muy detallistas en el lenguaje de época, nos decía que no, que dijéramos lo nuestro como si fuera hoy”.

En definitiva, The Knick encierra una paradoja y un doble juego para el espectador. Casi una demanda. Si el prisma del ayer es visto desde el conocimiento actual, ¿cuán fiable es lo que se da por seguro en el presente? Soderbergh no ofrece un análisis ascético: opera entre transfusiones que salpican, órganos que se agitan e incisiones de carnicero. Es un auténtico drama adulto, y con bienvenidas complejidades temáticas y que en su estética –al menos en la referida a la faena hospitalaria– no tiene problemas en zambullirse en el gore. “En la primera temporada no sabíamos cuál era la visión de Steven al respecto. Tampoco habíamos escuchado nada de la música que compuso Cliff Martínez. No sabíamos que iba a tener ese enfoque tan moderno, incluso mucho más cool de lo que cualquiera habría supuesto”, apunta Hewson. “Es una serie para ver con las manos tapándote la cara, definitivamente. Steven es brillante y es genuinamente shockeante. Cuando vi lo del recién nacido en el primer episodio... Incluso cuando estás en el rodaje es fuerte y crudo, básicamente recomiendo no comer antes de ver un episodio de The Knick”, cierra Holland.

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