Mié 01.07.2015
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CINE ONLINE › EL FILM IDOLOS DE BARRO ANALIZA LOS AGUJEROS DE LA MEDIATIZACIóN

Una auténtica jodita para Marcelo

El año pasado, el mentalista español Javier Botia visitó ShowMatch y falló con un truco en vivo. Lo que no sabía nadie era que lo hizo a propósito, como parte de lo que denomina “un experimento sociológico”, que ahora tiene formato documental.

› Por Federico Lisica

Algunas semanas atrás, en el late night de Jimmy Fallon estuvo como invitado el actor Sam Rockwell. Ambos parodiaron juntos The Gong Show. aquel viejo programa de los ’70, cuyo conductor, Chuck Barris, presagió que la audiencia disfrutaba ver gente sin talento en pantalla: chicas que comían sensualmente helados en cámara, bailarines de medio pelo y humoristas sin gracia. El chiste fue doble, ya que Rockwell encarnó a Barris en Confesiones de una mente peligrosa (George Clooney, 2002). El gag funcionó, extraña y magistralmente, como un homenaje a la infama, al infortunio, a todo aquello que da vergüenza ajena y que puede significar una labor redituable.

La prueba llevado a cabo por Javier Botia en ShowMatch el año pasado tocó todas esas mismas teclas. El mentalista, de larga trayectoria en España, y que en los ’90 fue parte de la propia troupe de Marcelo Tinelli, fracasó en un truco. Fue objeto de burlas, incluso antes del fallido, aunque rindió en términos de rating. El equívoco le valió a Botia ir a parar a la bolsa junto al “negro de Zaire”, “el fan de Wanda”, “la novia del Tirri” y al que le toque en suerte este año. Una aclaración. Sólo él sabía que estaba timando al público, productores, jurado y al propio dueño de casa como parte de un “experimento sociológico”, según sus propias palabras. Lo que siguió superó todas sus expectativas. La alta exposición le valió reconocimiento instantáneo, tuvo un tour por medios locales y extranjeros, el debate incluso cruzó el Atlántico, y en pocos días llenó un teatro de la avenida Corrientes. El truco del timo ahora tiene formato documental. Idolos de barro se proyectó recientemente en el festival cine científico del Mercosur, donde resultó ganador, y también se puede ver en su canal de YouTube: elmentalistatv. “Empecé a darme cuenta de que la gente del medio no triunfa necesariamente por hacer bien su trabajo o por su aptitud. A la vez, es como que si estuviera superada la capacidad de asombro del público”, asegura el español en charla con Página/12.

–¿Cómo fue la gestación del proyecto?

–No fue planeado con demasiada antelación. Yo había participado de la gala de navidad en Telecinco, uno de los canales y eventos más vistos en España. Hice una presentación, me llevé unos aplausos y me fui a mi casa. Es decir, no pasó nada. No impresiona a nadie que un mentalista le lea la mente a alguien. Surgió la posibilidad de ir a la Argentina y, como yo había trabajado con Tinelli durante muchos años, estaba la chance de participar. Y entonces pensé: “¿Qué sucedería si hiciera algo mal en el programa de mayor audiencia de Hispanoamérica?” Sé que si lo hubiese hecho bien, al otro día todos se habrían olvidado de mí.

–En el documental, usted se refiere a la dinámica del error. ¿Hoy es el único camino posible para alcanzar notoriedad?

–Vi a un mago en el Britain’s Got Talent, bastante mediocre, que hace un truco mal a propósito. Recibió dos millones y medio de visitas en You Tube haciendo una tontería. “Hombre, vamos a hacerlo”, me dije. “Pero antes me voy a curar en salud.” El funcionamiento del fallo fue así. Primero hice el truco de doblar una cuchara, que requiere cierta técnica y pericia y, por cierto, nadie se acuerda de que lo hice bien. Luego le tocó el turno al de adivinar las bolas: es totalmente mecánico, no puedes fallar, es de niños... Y fallé. Los primeros que me criticaron fueron los profesionales. Los magos argentinos estaban ofendidísimos: “¿Cómo es posible qué falle algo tan básico?”. Justamente, ¿cómo es posible que fallara en algo tan básico? Es imposible. También es parte de la envidia. Llegar al programa de Marcelo y hacerlo mal.

–¿Y cómo es que llegó? A usted se lo vio detrás de ese vallado, atravesarlo es como pasar el portal a la fama, dice que sabía que tenía tres minutos y terminó al aire por más de quince.

–Sólo tengo palabras buenas para Marcelo, soy un viejo conocido suyo. Me sentí mal de no poder compartir esto con él, pero no sé si me lo hubiera permitido. Marcelo es exageradamente inteligente, él me había concedido tres minutos, lo que no sabía es que estaba haciendo el documental. Luego, detrás de cámara, me dio un abrazo y me dijo: “No te preocupes, quedó bárbaro, quedó gracioso”. Pienso, además, que si me hubiera querido cortar lo habría hecho, porque tiene un don para manejar los tiempos. Cuando vio que empecé a embarrarme debe haber pensado: “Esto es oro”. Y dejó que me estrellara a gusto. Es un maestro de la audiencia, él sabe que a veces rinde más hacerlo mal que bien.

La rotation mediática de Botia siguió por envíos satélites del de Tinelli. Y una vez metido en el juego, el mentalista siguió a fondo, sugiriendo que había sido víctima del jurado y criticando cierto ensañamiento en cámara. Por otro lado, en Idolos de barro aparecen periodistas que descreen de su accionar, una académica, productores, managers y artistas con largo trajín. Entre ellos, Luis Aranosky, fundador de Los Triciclosclos y con una mirada ácida de la fama lograda a través de esos artilugios. “A mí no me interesa ese tipo de éxito. El problema es que se alimenta de estas cosas; vos sabés alimentar el programa, pero vos sabés aprovecharlo en términos mediáticos”, le lanza ese batallador del under en un momento del documental. Botia confiesa que necesitaba un “artista puro” que no se plegara a lo mediático para dar su visión, que “no vale todo para acceder a la fama”.

–Denomina a su plan como experimento sociológico. ¿Por qué?

–Porque el interés es analizar el valor fama en la sociedad actual, que es una fama efímera. De hecho, tampoco ya se acuerdan mucho de esto. El abordaje incluyó a una socióloga y otros especialistas que dan su mirada sobre el tema. Hay que seguir apostando por el talento aunque los mediáticos parezcan copar todo. Es curioso, además, lo que pasa con el público, y sobre todo con el argentino, obsesionado por lo que sale en pantalla.

–En ese sentido, tuvo el mejor trampolín posible...

–Estoy seguro de que si hubiese hecho esto en España no habría tenido tanta repercusión. Soy consciente de que generé la confusión. Es muy posible que si Moria Casán o alguien del jurado me hubiese increpado directamente esto hubiera tenido un vuelo estratosférico. Fue trendig topic en varios países, se volvió viral, pero ya se ha olvidado: me sirvió para hacer este experimento.

–En el documental, usted asegura que la gente hoy iría a ver a Houdini fallar. ¿No cree que en su tiempo también iban por eso?

–Los artistas podemos fallar. Como dice alguien en el documental, un torero la tiene más complicada, un médico también (risas). El morbo también estaba en el pasado, pero cuando la gente lo veía acertar, se impresionaba; hoy creo que no pasa. La gente ya sabe que cuando cortan a una mujer en dos es un truco. Antes se desmayaba. Ya no está esa inocencia.

–¿Seguirá investigando el tema?

–Mi próximo documental tiene que ver con gente con auténticos poderes sobrenaturales. Se llamará El planeta de los hombres extraordinarios. Mi idea es buscar “frikis” que estén convencidos de que tienen poderes. La Argentina nuevamente será la base de acción del documental, porque tienen videntes, curanderos y manosantas. Es un lugar muy rico para hacer estas investigaciones. Yo los confrontaré con mis poderes a ver qué sucede. Aunque en realidad no posea ningún poder. Porque, vamos, ya sabemos que nadie tiene poderes mentales, ¿no?

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