Adriana Calcanhotto forma parte de la nueva camada de músicos brasileños con público propio ya ganado en la Argentina, y es parte de un fenómeno local, que se verifica en la cantidad de cantautores de ese país que en los últimos meses llenan las plazas de espectáculos en Buenos Aires. En su caso, decidió refrendar este lugar con un gesto concreto: eligió Buenos Aires como punto de inicio de la gira de presentación de su nuevo disco, Maré, el octavo de su carrera. La promoción lo anuncia con bombos y platillos como “el estreno de la gira mundial”. Ella dice que su elección no tiene muchas justificaciones, más allá de una coincidencia de fechas, excepto, quizá, por una cuestión de cábalas: “Nunca había estrenado un espectáculo antes allí y estoy segura de que eso va a traerme suerte para esta gira”, dice. El concierto de la suerte, entonces, será hoy a las 21.30, en el Gran Rex.

Calcanhotto suena brasileñísima y a la vez con estilo propio y fácilmente identificable, un estilo que siempre está ligado a cierta marca dulce, lúdica, medio infantil. De hecho, hace unos años se transformó en Adriana Partimpín, para editar un CD para niños, que en realidad era también para grandes. Otra marca de su estilo es la de hacer una música siempre abierta a las más variadas influencias e intervenciones de parceiros. Tanto que declara que su batalla es la de hacer una música que no tenga género.

“Reconozco que me influyeron muchas músicas diferentes, pero no me siento hija de ninguna”, dice esa gaúcha que desde hace años eligió Río de Janeiro como su lugar en el mundo. El trío que conforman Moreno Veloso, Domenico Lancelloti y Alexandre Kassin forma parte de los habituales colaboradores de Calcanhotto y trabajó en la grabación de Maré, además de encarar otros cruces, como los encuentros que hicieron en España y Japón, con el nombre de +Ela, siguiendo la marca del trío. En este disco, Calcanhotto suma a otra colega célebre como Marisa Monte, que pone la “voz de sirena” en uno de los temas de este disco lleno de mar.

–Define este trabajo como parte de una “trilogía marítima”, que comenzó con el disco Maritimo, de 1998. ¿Ya tiene pensado cómo cerrarla?

–No, todavía no sé cómo voy a hacer para cerrarla y ni siquiera sé si voy a lograr concretar algún día un tercer disco “marítimo”. Pero me gusta la idea de que Maré, que es el segundo, se cierre con alguna reticencia, dejando unos puntos suspensivos... Quise dejar abierta la posibilidad de que vuelva a entrar el mar, algún día, en mi repertorio.

–¿Y por qué apareció la imagen del mar como hilo conductor? ¿Iba surgiendo en las canciones o fue algo buscado?

–No fue algo intelectualmente buscado, ese mar fue apareciendo solo, sin que me diera cuenta. Una y otra vez volvía en las canciones que iba eligiendo para el álbum cuando todavía era un proyecto. En un determinado momento tomé conciencia de eso y resolví asumirlo así, tomándolo como el segundo disco de una trilogía. Y le encontré un título y un sentido a todo el disco en general en ese momento en que me di cuenta del ambiente marítimo que rodeaba a todo el repertorio de Maré: el mar que vuelve, el mar de nuevo, el mar una vez más.

–La mayoría de los músicos que la acompañan forma parte de otras bandas importantes. ¿Esto no dificulta el trabajo a la hora de encarar giras, por ejemplo?

–No puedo dejar de incluirlos por pensar en eso. En principio, yo elijo músicos a los que admiro mucho y que encuentro además que acercan espontaneidad y frescura a mi espectáculo. Sé que es gente que realmente suma para lo que quiero hacer. Es cierto que ellos tocan en sus bandas y podemos tener algunos problemas de fechas de vez en cuando, pero encaramos esto como un proyecto de todos, que acaba cuando acaba la gira.