Vie 30.05.2008
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MUSICA › LA NOTABLE PRESENTACION DE JOHN SCOFIELD EN UN GRAN REX LLENO

Un power trío pleno de sutilezas

Junto a Steve Swallow, Bill Stewart y un trío de vientos, el guitarrista protagonizó una velada impecable, de puro disfrute.

› Por Diego Fischerman

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JOHN SCOFIELD

Musicos: John Scofield (guitarra eléctrica), Steve Swallow (bajo eléctrico) y Bill Stewart (batería), junto a The Scohorns: Phil Grenadier (trompeta y flugelhorn), Eddie Salkin (saxo tenor y flauta) y Frank Vacin (saxo baritono y clarinete bajo).
Teatro Gran Rex, miércoles 28.

El trío, en el jazz, es mucho más que una conformación instrumental. Los nombres de Nat Cole, Bud Powell, Andrew Hill, Bill Evans, Oscar Peterson y, más cerca, Keith Jarrett, le han otorgado una carga simbólica similar a la que el cuarteto de cuerdas tiene para el mundo de la música clásica. En ambos casos se trata más de un género que de un determinado instrumental. Y en ambos cuando se habla de ellos se habla de la música en estado más puro. Pero el trío en el que el instrumento principal es la guitarra eléctrica, en lugar del piano, tiene una raigambre especial, que, aun con sólidos antecedentes en el propio jazz –los tríos de Wes Montgomery, sin ir más lejos– parece hundirse más en el blues y, a partir de cierto momento, inevitablemente, en la lectura que del blues hizo el rock.

No sería posible un trío con guitarra eléctrica que no registrara de alguna manera el paso por la música de Eric Clapton, Jack Bruce y Ginger Baker (Cream) o de Jimi Hendrix, Noel Redding y Mitch Mitchell (The Jimi Hendrix Experience). Pero el trío de John Scofield, con el dato adicional de que el bajo en este caso es eléctrico, pone esa filiación en primer plano (y “Heck of a Job”, con wah wah y distorsionador, lo hace evidente). Este guitarrista, que empezó a dos aguas, recomendado por Jim Hall en el grupo de Gerry Mulligan y en un grupo de jazz rock junto al tecladista George Duke y el baterista Billy Cobham, es hoy una de las figuras indiscutibles de su generación. Y la cuestión generacional no es menor, en todo caso, si se piensa no sólo en que ha tocado en repetidas ocasiones junto a Pat Metheny y Bill Frisell, sino en que su música ha sido particularmente permeable a las influencias estilísticas de sus coetáneos. Si Metheny y Frisell, cada uno desde plataformas estéticas diferentes, reivindicaron el lado rural de la música estadounidense –un lado que, por otra parte, ya en los ’60 se convirtió en urbano–, Scofield, que aparecía hasta el momento como el más ortodoxo de los tres, transita en esta nueva etapa por temas country y por rítmicas ligadas al folk con tanta naturalidad como antes lo hacía por las fronteras y márgenes del hard bop. En un tema como “Behind Closed Doors” o en la canción que abrió el concierto porteño, la famosa “The House of the Rising Sun”, por ejemplo, la lectura de Scofield y su grupo, más allá de la originalidad y, desde ya, un swing absolutamente propio, no sería posible sin la perspectiva brindada por la mirada de Frisell sobre la música de los Apalaches. Y, en todo caso, también aparece como una deuda con él el depuradísimo trabajo tímbrico.

La fluidez de Scofield, esa capacidad para subdividir rítmicamente de las maneras más inesperadas y de explotar una frase en cada uno de sus motivos y micromotivos –al fin y al cabo Jim Hall es su guitarrista más admirado—, tuvo, en esta ocasión, compañeros ideales. La comodidad en el escenario –y el disfrute del público que llenó el Gran Rex– fueron la prueba. Stewart hace suyo aquel viejo concepto de Max Roach, cantar con la batería, hasta el punto de que sus solos se oyeron siempre como una continuación de lo que venía sonando de antes. Musical, cuidadoso, casi introvertido (virtudes infrecuentes en los bateristas), tanto sus intervenciones solistas como su manera de acompañar estuvieron siempre llenas de sentido. También fueron parte los tres instrumentos de viento de los Scohorns, una “pequeña big band”, en palabras del guitarrista, cuya función se limita al sostén armónico y a algunos breves comentarios colorísticos. Pero el otro gran protagonista es Swallow. A diferencia de Jaco Pastorius, su instrumento no es el fretless, que en algún sentido se acerca más al contrabajo, por lo menos en su posibilidad de tocar sonidos no temperados, sino el bajo con trastes habitual en los grupos de rock, sólo que con el agregado de una cuerda más. Lírico, lleno de impulso, firme como sostén rítmico e inmensamente romántico en sus saltos de registro y en su manera de frasear cuando tiene a cargo un solo, este bajista único es probablemente la pieza fundamental para lograr llevar ese duro y potente sonido de power trío a un extremo de comunicatividad y sutileza.

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