Vie 30.05.2008
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MUSICA › MEGADETH CONVOCO A DOCE MIL PERSONAS EN EL ESTADIO LUNA PARK

Cómo combatir las heladas porteñas

La banda liderada por Dave Mustaine volvió a demostrar que tiene aquí un público fiel, que venció al frío poniendo el cuerpo en una velada de canciones furiosas y pesadas, dignas representantes de un heavy metal clásico y efectivo.

› Por Cristian Vitale

Buenos Aires está poseída por un frío sencillamente aterrador. Hay varias formas de combatirlo: una estufa a mil, una frondosa caña Legui, un pulóver de alpaca, un abrazo... una combinación de algunas de ellas o –en lo que conforma un gran plan B– ver a Megadeth. Sí: esta noche de martes, el Luna Park parece una gran caldera alimentada a calor humano. Doce mil personas, la mayor aglomeración de gente en la ciudad (después del Boca-Fluminense, claro), generan algo así como el mejor lugar para estar, desafiando un termómetro hostil. Y entonces, a las 9 en punto, Dave Mustaine, el hombre que fundó una de las agrupaciones más importantes del heavy mundial luego del shot de cul que le propinaron sus compañeros de Metallica, pisa la escena secundado por un séquito casi de estreno: el único que estaba cuando se produjo la anterior visita (en el festival de la gaseosa, 2005) era Shawn Drover, el animal de la batería. Chris Broderick (guitarra) y James LoMenzo, ex Black Label Society, al bajo, llegarían después. Estreno, sudor y contundencia: dos horas de rock pesado, rápido, aceroso y aullante, que determina una noche reparadora. “Gracias Argentina... los amo mucho y tienen una presidenta muy linda”, dice el líder, animándose al toque demagógico, con un español forzado pero nítido.

Mustaine, se nota, conoce en profundo el imaginario del heavy tipo argentino. Le tiran banderas y se toma todo el tiempo del mundo para colocarlas en el mejor lugar de la escena, en el centro. Drover, en sintonía, sube en temperatura y se pone una camiseta argentina –con pantaloncito incluido– y Broderick, en la parte del solo, ¡toca el Himno!... el idilio queda consumado. Megadeth, además de una oferta estética que no reconoce extinción aún, acompaña –al menos desde los gestos– una imaginería edificada por la prédica del máximo exponente local: Ricardo Iorio. El set transita por todas las épocas. Del caótico disco debut (Killing Is My Business... And Business Is Good!, editado en 1985) suena –casi al final– una canción bisagra, bien veloz, escrita durante la estadía de Dave en Metallica: “Mechanix”, la historia de un despachante de nafta, que su ex grupo regrabaría bajo el título de “The four horsemen”. Efecto de aquel desplante –y descartado el respeto por quien cumple–, no hay apelaciones al grupo de James Hetfield, ni siquiera remeras que la recuerden. Nada.

De Peace Sells... But Who’s Buying? (1986), Mustaine opta por dos títulos inevitables: “Wake up dead” y “Peace sells”, el simple cuadradón y potente que la convirtió en una de las bandas trash más intensas del momento. Aquí, veintidós años después, todos la cantan al pie de la letra. Tradición e insistencia, otros componentes del heavy tipo criollo, que también aparecen en “In my darkest hour”, la pieza saliente de So Far, So Good... So What! (1988), dedicada a Cliff Burton, el bajista de Metallica muerto en un accidente automovilístico. Y en buena parte del material grabado durante la década del ’90, la de la recuperación –temporal– de Mustaine luego de un período de drogas y alcohol a mansalva: “Hangar 18”, “Tornado of souls”, coloreado por una contundencia inusitada y un estribillo entrador; “Ashes in your mouth”, la de los patterns endemoniados de Drover; “Sweating bullets”, donde Mustaine imposta la voz como emergiendo de ultratumba; “Sym-phony of destruction”, “Holly wars”, “Trust”, cantada en castellano; la pegadiza “She wolf” y –otro tema clave– “A tout le monde”, el clásico de Youthanasia (1994) cuyo video había sido censurado por MTV, porque se interpretó como una inducción al suicidio.

Ninguneado el “descenso a los cielos” que implicó el cuasi tecnológico Risk (1999), la banda retomó el muestrario de su esencia con varias canciones que emergieron luego del renacimiento del brazo izquierdo de Mustaine y su breve incursión solista. “Kick the chair” (The System Has Failed, 2004), hace explotar el biorritmo de las huestes, a base de una velocidad que ya no es la misma de antes, pero que gana en complejidad. Una tendencia que se plasma –queda demostrado– en los cuatro temas del reciente United Abominations, que la banda expone por primera vez en Argentina: “Sleepwalker”, “Burnt ice” –dinamita pura, batifondo descomunal–; el tétrico “Gears of war” y “Washington is next”, una pieza espesa y machacante, que denuncia su juventud mediante el silencio de los fans. Históricamente polémico, peleador, caprichoso y ciclotímico, Mustaine revalidó –una vez más– su coherencia con la dureza, con una forma de entrarle al mundo por la puerta del infierno. En suma, encendió una gran fogata para atenuar el hielo de la ciudad.

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