MUSICA › UTE LEMPER HABLA SOBRE NACIONALISMO Y POLITICA
› Por Carlos Galilea *
Desde Madrid
En la Alemania nazi hubiese tenido muchos problemas: la hubieran incluido en las listas de degeneradas. Kurt Weill le proporcionó su primera identidad musical. No es la única. Ute Lemper ha trabajado para Jérôme Savary (Cabaret), Maurice Béjart (La mort subite) y Pina Bausch (Kurt Weill Revue), quedó prendada de la chanson de Brel y Piaf, se acercó a las obras de Tom Waits, Nick Cave y Elvis Costello, grabó sus propias composiciones y participó en el musical Chicago. Se proclama ciudadana del mundo y hace diez años decidió instalarse en Nueva York, donde se siente libre. “Por primera vez en mi vida he creado un pequeño hogar. Durante los quince años anteriores estuve moviéndome constantemente en el triángulo Londres, París, Berlín. Lo que me gustó de Nueva York es que, después de tres meses, yo ya era neoyorquina. La gente no te juzga, todos tenemos rostros diferentes, distintas maneras de comportarnos, y hay más personas no normales que normales.”
Vivió allí el fatídico 11-S. “Tras el atentado se produjo una impresionante solidaridad, pero a los dos meses empezaron a salir las banderas. El patriotismo lo intoxicó todo y, por supuesto, apareció el miedo alimentado por los medios de comunicación y este tarado de presidente.” Ute Lemper (Münster, 1963) dejó Europa cansada de los rebrotes del nacionalismo. Cuando vivía en Francia, le dio por arrancar unos carteles electorales de Le Pen. Ahora observa desde lejos las nuevas leyes para los inmigrantes y las medidas con los gitanos. “Es un esfuerzo desesperado por guardar algo de la vieja identidad nacional. Un paso atrás hacia la vieja conciencia de los años ’60 o ’70 del siglo pasado, cuando quedaba inequívocamente determinada la identidad de una raza, un país, una religión... Pero es cuestión de tiempo, porque el futuro de la sociedad va a ser multicultural”, asegura. “El nacionalismo es tan sólo un movimiento de élites conservadoras. Los que se ocupan de la política son los mismos que tienen el poder económico y colaboran con los ministerios de Cultura, Educación y bla bla bla. Toda una red de privilegiados que determinan cómo han de vivir las personas.”
No soporta oír el himno alemán: “Me pone mal. Y eso que la música es buena. No comprendo por qué se conservó”. Y se ríe al saber que el español no tiene letra. “Estoy muy contenta de que los españoles hayan ganado la final del fútbol. En mi casa estábamos todos con ellos”, confiesa. Le obsesiona el silencio de los alemanes sobre lo que ocurrió en la Alemania nazi: “Pienso en ello todo el tiempo. No les hables de la guerra. Incluso los jóvenes están paralizados. Detesto que la vieja generación quiera hablar de su propio sufrimiento, y si sacas el asunto de la ejecución organizada de seis millones de seres humanos, ya no quieran hablar. Les ha tomado 55 años erigir un Memorial del Holocausto en Berlín. Yo hubiera querido cuando era joven que alguien me dijera ‘esto es lo que ocurrió’ y poder llorar”.
“En el período maravilloso que se dio entre las dos guerras, el arte se hizo político en todas sus dimensiones. Ahora, la música es como un mueble. Entras en una habitación, la arquitectura es perfecta y la música contribuye a crear el ambiente. Ya no es un grito de supervivencia, de desesperación. Se recompensa sólo lo comercial. Todo está globalizado por la televisión y la moda.” Al oír hablar de Carla Bruni, ríe burlona y suelta en francés un “oh la la! Me parece muy distraído leer sobre ello”.
¿Qué puede encontrar un adolescente de hoy en las antiguas canciones de Brel o Ferré? “Puede encontrarse a sí mismo. Si nunca ha escrito una carta de amor, de pérdida, en esas canciones puede descubrir su vida. Los momentos de felicidad y también de desolación”, explica. “Los franceses aceptan muy bien la emoción de la gente diferente, de los parias con el corazón roto y sus imperfecciones. Los tratan bien porque sienten que el arte está en ellos. Contrariamente a los norteamericanos, los franceses prefieren lo auténtico al glamour. Aunque también tengan a Coco Chanel.”
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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