MUSICA › PALO PANDOLFO Y RITUAL CRIOLLO, SU NUEVO TRABAJO
El ex líder de Los Visitantes señala que hizo un disco “en carne viva”, donde puso todo lo que tiene de extremo la vida. Entre pasiones y dolores, Palo mezcló ritmos populares –cumbia, rock, chacarera, tango– cobijados por su particularísimo estilo.
› Por Cristian Vitale
Cuenta Palo Pandolfo que su barrio, Paso del Rey, es de aguante. “Si tenés dos grados de mala onda, te matamos”, se ríe, medio loco. Que allí, además, nació una entrañable admiración –amistad– por Peteco Carabajal y su folklore alucinante. Dice que viven enfrente y todos los días se gritan “¡Peteco! ¡Palo! ¡Ey!”: “El loco me chifla desde la puerta de la casa, ¡ja!”, recrea. Recortes de un vivir suburbano que el fundador de Los Visitantes no ha perdido, y se nota en otros detalles: de repente entra Lito Vitale al bar –uno de los tantos de Plaza Serrano– y se emociona: “Mirá, Lito, qué grande, ¡ídolo! ¿Qué hace Lito acá?”. Palo parece un pibe que renueva su capacidad de asombro todo el tiempo. “¿A vos no te emociona? –pregunta–. La otra vez apareció Willy Crook y también... me tiro al piso y doy vueltas en redondo. Somos re amigos, siempre nos vemos intergiras y nos tratamos sin tutía. ¿Viste que él es como loco? Yo tengo buena onda con él, salvajismo en acción. Me emociono.” Pasa que esa liga humana, en ciertos casos, se transforma en canción. Esta vez son Peteco, su violín y su voz, al servicio de una de las mejores canciones de Ritual criollo, nuevo disco del “niño” Pandolfo: “El grito del Chimango”.
“Lo quería invitar a cantar, porque él participó en otros discos míos, pero con violín, bombo y guitarra; igual que Fito, que tocó piano, pero no cantó; y Charly, que cuando grabó en Antojo tampoco lo hizo. Pero esta vez dije: ‘Bueno, a todo el que venga lo voy a hacer cantar’; y más Peteco, cuya voz es como una especie de marca registrada. Fue tremendo, porque grabó el mismo día que murió el Chango Nieto. Estaba hipersensible y cuando llegó al estudio me dijo: ‘Lloré’”, narra sobre la secuencia que involucró al rebelde del clan Carabajal. Ritual criollo, que en la trayectoria solista de Palo sucede al anterior A través de los sueños, se editó a través del sello Típica Records y alberga varios invitados más: Lidia Borda, Tito Losavio, Lisandro Aristimuño y dos personajitos clave para entender su pulso: María Francesca y Anahí, hijas de Pandolfo. Ellas hacen los coros de “Amor (Practico el ritual)” y “Chicas alegría”. “Hay algo que nunca dije: mi téster son las nenas. El disco está hecho para que ellas bailen, canten, disfruten, sientan, se exciten, se relajen y flasheen. En los últimos años me depuré desde lo kármico, me pasaron cosas muy fuertes y, a través del sufrimiento, he bajado mi nivel de omnipotencia y soberbia. Me he humanizado”, dice.
–¿O “re humanizado”? Nadie nace malo...
–Ahí va... es la palabra. Es como el eterno retorno, lo circular. Siento que puedo dar un paso hacia los demás, desde un grupo musical hasta un manager o una agencia de música. Armar un equipo de laburo, integrarme.
Puede que éste sea un sentimiento subjetivo pero, bajo una mirada global, Ritual criollo contempla cánones habituales en la cosmovisión Palo: una licuadora que pone en el ojo del huracán todo lo que tiene de extremo la vida: pasiones y dolores; colores y acción; heridas abiertas y pájaros; vibraciones; soledades y Dios. Canciones que, exceptuando “Argentina 2002” –una rémora de la crisis–, mezclan ritmos populares –cumbia, rock, chacarera, tango– con palabras que van a más, siempre. Pandolfo, desde Don Cornelio hasta acá, pudo haber grabado discos buenos, regulares o malos, pero hay una condición que permanece inmóvil, que le es propia: la de exponerse entero a través de la música; mostrarse, extirpar posibles tumores mediante la expresión. “Yo creo que recupero el cantar, porque el sentir ya está dado en la vida. En los últimos años de mi vida hubo desgarramientos, que me han hecho bajar los cambios. Un proceso que cuaja en una catarsis de dolor”, es su mirada.
–“Voy buscando en tu cuerpo las sensaciones del carnaval”, de “Carnavalonga”, habla de eso...
–Es un tema muy testimonial, porque, como todo el disco, está atravesado por el sino del amor, por el desprendimiento y el encuentro.
–Como si los sentimientos rebotaran en los extremos...
–Hay un tema que me obsesiona, que es la psicología social: las emociones y la sensibilidad... el tema de las parejas que se separan, el gran fenómeno posmoderno que cuajó durante el menemismo. Gente de entre 16 y 56 años, padres con hijos separados. Una problemática transgeneracional e interclasista... una flecha que atraviesa el ser nacional y universal. Parejas que se separan, madres tomando actitudes tremendas, hombres haciendo agua por todos lados, chicos tomados como botines de guerra, mujeres que se aferran a la ley que las alimenta, Bob Geldof, McCartney... es como el post-lennonismo.
–¿...?
–Lennon fue el primer neurótico del rock, el primer punk. Se separó joven y tuvo todos estos quilombos: su adicción a las drogas pesadas, dolor, flagelo, el amor, la familia, la pasión... todo en carne viva, todo se juega a todo o nada. Ritual criollo, como película, tiene la gran resolución del amor en Afrodita y un final feliz con las nenas. Y pasa por la plegaria, porque sin plegaria no hay ritual posible.
Palo está obsesionado con que la presentación “oficial” del ritual sea en septiembre, en La Trastienda. Quiere mostrar, además de este nuevo cúmulo de canciones variopintas, al cuarteto Garpamal (sucesor de La Fuerza Suave). A la vez fantasea con una mudanza a las sierras. ¿Parte de lo mismo? “No sé. Estamos viendo con Verónica, mi señora, eso de cumplir un viejo sueño hippie: irnos a vivir a la montaña. Es algo que tenemos vigente, después del post punk y la puta madre. Queremos irnos a San Javier, un paraíso en medio de Traslasierra. Yo ya estuve y me encantó... Le alquilé el rancho a Quecato, que había construido con sus propias manos al pie del Champaquí. Empecé a pensar que había que irse a vivir ahí... o a San Juan, Neuquén, Tucumán. Dios dirá.”
–¿Por qué la queja de “Argentina 2002” en medio de este estado de cosas?
–Ese tema lo armé con frases que escuché en un bar: las escribí y les agregué otras. El puntapié fue algo que me conmovió: “¿De qué te sirve levantarte a la mañana?”. Es algo muy a lo Arnedo. Me acuerdo que un día cayó en un bar de Floresta con el sonidista de Sumo: tenía un cuadernito y cualquier cosa que escuchaba, la anotaba. “Argentina 2002” está en esa línea... es como una especie de pesimismo activo.
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