MUSICA › ENTREVISTA A LA CANTANTE ESTADOUNIDENSE SUSAN GRAHAM
La notable mezzosoprano cantará hoy y mañana en Buenos Aires, dentro del ciclo del Mozarteum Argentino. Graham será la solista de una obra exquisita: Las noches de verano, de Héctor Berlioz, junto a la Orchestre Philharmonique de Liège.
› Por Diego Fischerman
En noviembre, el Met neoyorquino tendrá a Susan Graham como una de las estrellas de su nueva temporada, cuando sea la protagonista de La damnation de Faust, de Héctor Berlioz. Ella, que entre otros premios ha ganado el Grammy por su extraordinaria grabación de canciones de Charles Ives junto al pianista Pierre-Laurent Aimard y fue condecorada con una orden de Comandante de las Artes y las Letras del gobierno francés, es sin duda una de las mejores cantantes del momento. Sus interpretaciones de canciones de Reynaldo Hahn –el compositor venezolano que fue pareja de Marcel Proust–, de la Alcina de Händel dirigida por William Christie o del Werther de Massenet, junto a Thomas Hampson, son referencias obligadas. Y la fantástica mezzosoprano cantará hoy y mañana en Buenos Aires, como parte del ciclo del Mozarteum Argentino.
Graham será la solista de una obra genial y con detalles de orquestación notables, el ciclo de canciones Las noches de verano, de Berlioz, junto a la Orchestre Philharmonique de Liège, conducida por Pascal Rophé, un director que ha trabajado con Pierre Boulez y ha estado en numerosas ocasiones al frente del Ensemble Intercontemporain. El programa de hoy se completará con el poema sinfónico El cazador maldito, de César Franck, y El mar, de Claude Debussy. Mañana, también a las 20.30 y en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125), la orquesta interpretará la Obertura Op. 9 Carnaval romano, de Berlioz, y la Sinfonía en Re Menor, de Franck. “Es una de mis obras favoritas para cantar”, dice la mezzosprano a PáginaI12 acerca de Las noches de verano. “Para mí representan una paleta emocional de múltiples colores. Mayormente tienen que ver con el sentimiento de pérdida pero, más allá de la pérdida, también con esa especie de goce nostálgico asociado con la profundidad del amor. Varias de estas canciones son como minióperas; en la amplitud del plano vocal y expresivo van hasta los extremos. Y cada canción cuenta su propia historia; es un desafío crear un mundo separado para cada una de ellas.”
–Usted ha cantado con directores historicistas como William Christie o Emmanuelle Haïm (una sorprendente Dido en Dido y Eneas, de Purcell). ¿De qué maneras cree que estas corrientes filologistas han cambiado el mundo de la interpretación vocal?
–Me parece que ese conocimiento sólo puede enriquecer nuestras opciones de elección como artistas. A veces el instinto es una maravillosa herramienta emocional, pero en el terreno de la música barroca las prácticas de interpretación auténtica proveen el parámetro necesario para que cierta clase de expresión pueda transitar dentro de él.
–Hay un exquisito disco donde usted interpreta canciones de un compositor norteamericano contemporáneo como Ned Rorem. ¿Cómo eligió ese repertorio y, en general, qué piensa acerca de la posibilidad de cantar obras escritas a partir del siglo XX?
–Amo la simple pureza de la escritura de Rorem, que conocí cuando estaba en la universidad, en Texas. El tiene una manera única de encontrar un mundo personal en emociones y melodías bellísimas. Las veinte canciones de “The Lordly Hudson” y la nobleza estatuaria de sus acordes repetidos, por ejemplo, son una traducción perfecta de la constancia, pero también del flujo incesante de ese río majestuoso que bordea la ciudad de Nueva York y del cual los neoyorquinos están tan orgullosos. “O Do Not Love Too Long” es una canción agridulce, que siempre me pone un poco triste. En cuanto a la música contemporánea diría que me interesa siempre y cuando me permita conectar con ella mi propio universo.
–¿Cuál es su impresión personal acerca del mercado actual de la ópera?
–Creo que la ópera está recuperando popularidad y que, entre otras cosas, eso tiene que ver con que el público necesita belleza y maneras de escaparse en el medio de un mundo y una vida terriblemente dificultosos: guerras, inflación, tensiones políticas. El teatro es un gran lugar para experimentar una clase diferente de mundo emocional, y cuando eso sucede con música es aún más rico, puesto que la música puede expresar lo que las palabras no pueden. Es cierto que a veces hay teatros que trabajan con poco tiempo o con poco cuidado por sus producciones, pero eso, afortunadamente, no sucede en las salas importantes, donde el nivel de profesionalismo es muy alto. El nivel actual de la ópera, en los teatros más significativos, es muy bueno. Y además, esa posibilidad de “escape”, esa posibilidad de entrar en un universo distinto, funciona para nosotros, los cantantes, tanto como para el público. Estar en un escenario de ópera es maravilloso.
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