MUSICA › BANDAS PARA TODOS LOS GUSTOS EN EL PEPSI MUSIC
En la segunda jornada abundaron los cruces y la confraternidad entre grupos disímiles. Quince mil personas disfrutaron desde el cuartetazo hard de Kapanga hasta los laberintos energéticos de Catupecu Machu, pasando por el cóctel ska-latino de Karamelo Santo.
› Por Roque Casciero
En un festival como el Pepsi Music, en el que es costumbre agrupar a las bandas en fechas “temáticas” –como la “noche reggae” del viernes o la “alternativa” de anoche–, costaba encontrarle el denominador común a la jornada del sábado. No había un género musical aglutinador, por eso los sonidos podían ir desde el cóctel ska-latino de Karamelo Santo hasta los laberintos oscuros y energéticos de Catupecu Machu, con paradas previas en el pogo que propone la multiprocesadora de Arbol, el cuartetazo hard de Kapanga y el metal siglo XXI de Carajo. ¿Cuál fue, entonces, el pegamento que mantuvo la forma de esta fecha tan heterogénea? Tal vez una cuestión generacional, porque la mayoría de las bandas que pasaron por los escenarios mayores crecieron en público a partir de fines de los ’90. “Es un placer tocar en una noche con tantos amigos”, dijo Corvata, cantante y bajista de Carajo, y con eso fue suficiente para despejar los interrogantes: sí, todos hacen música muy distinta, pero priman la buena onda, los cruces en cientos de escenarios, las historias nocturnas compartidas.
Con los constantes agradecimientos de los músicos a sus colegas, la sensación amistosa se transmitía a los 15 mil que estaban debajo de los escenarios, que podían no bancarse mucho los sonidos de alguno mientras esperaban por sus favoritos, pero siempre tenían la posibilidad de irse a caminar por el enorme predio del Club Ciudad de Buenos Aires y meterles algo a los estómagos. No fuera cosa de que el final del maratón los encontrara sin energías para el pogazo de “Dale!”, en el que Fernando Ruiz Díaz y los suyos armaron una especie de cumbre con integrantes de Kapanga, Arbol y Carajo. Si se lo piensa bien, se trata de bandas de la era de los grandes festivales, que lograron buena parte de su reconocimiento a fuerza de performances consagratorias en estos eventos multitudinarios. En definitiva, la del sábado puede pensarse como la jornada más festivalera del festival.
El solcito de la tarde del sábado le dio la bienvenida real (y tardía) a la primavera porteña: 25 grados en el ambiente, todo el mundo de remera, rostros relajados, buena predisposición para rockear un rato largo. Esta edición del Pepsi Music muestra menos atracciones extramusicales, pero, ¿quién extraña los juegos mecánicos cuando hay bandas para todos los gustos? La decisión de armar los dos escenarios más grandes enfrentados permite disfrutar de las bandas principales sin perderse un segundo de los shows. El tablado principal es otra vez un lujo, con tres pantallas HD verticales en el fondo, además de dos a los costados, una pasarela que zigzaguea entre el público desde la izquierda, y un sonido impecable.
El primer pogo importante lo consiguieron los Arbol, siempre con Pablo Romero como maestro de ceremonias, indicando el tamaño necesario para la ronda. El cantante, con sombrero bombín y saco negro, arengó menos que en otros shows, alejado del animador de fiestas infantiles sobremedicado que pareció encarnar en el pasado reciente. Eso no significó que perdiera polenta ni que la gente respondiera menos; por el contrario, el cuarteto demostró que ya encontró su propia forma después del alejamiento de Eduardo Schmidt, con el bajista Sebastián Bianchini en un rol mucho más protagónico y las canciones de Hormigas bien intercaladas entre hits como “Cosacuosa”, “Vomitando flores”, “El fantasma” y “Enes”. Kapanga también tuvo menos arenga y verborragia en el Mono, pero divirtió a la multitud que se entregó al baile. El show fue bien arriba, desde el comienzo con “Contramano” hasta el final clásico con “El mono relojero”, pero el gran momento fue con “Ramón”: el cantante entró con una máscara de luchador mexicano con una planta de marihuana bordada en el frente, en una bicicleta con ruedas mínimas y caños muy largos, y no paró de ir de un lado al otro durante todo el himno fumón. También se acordó de su padre, recientemente fallecido, a quien le dedicó “Un lugar”, e hizo subir a su hijo Tobías, a quien presentó como “campeón de Guitar Hero”.
En el escenario B, los Karamelo pusieron a todos a bailar, con el líder Goy corrido a un costado y el centro copado por el despliegue del sacadísimo bajista Diego Aput (salió en cueros y no paró de saltar), y los cantantes-percusionistas Piro y Gody. El comienzo fue a puro ska-latino, con “No tengo mamá” y “Luna loca” enganchadas, y también hubo cumbia, algo de reggaetón y un cierre que fue como una declaración de principios: “Should I stay or should I go?” (The Clash) cruzada con “1989” (Sumo). Por su parte, los Carajo le pusieron potencia de hard rock a la noche. “Sacate la mierda” fue el gran momento, con asistentes de la banda arrojando, una vez más, rollos de papel higiénico desde el escenario.
“Ayer lo operaron a Gaby. Hoy, cuando me venía para acá, le dije que mandara un beso para la gente. Y me hizo ‘muaaac’”, contó un emocionado Fernando Ruiz Díaz, siempre ocupado en mantener a su hermano en el corazón de los seguidores de Catupecu Machu. De todos modos, nadie puede olvidar al bajista y productor que se accidentó en 2006, verdadero artífice del sonido catupequense. El show del cuarteto fue contundente sin rehuirle a la sutileza: saltos del público con “Y lo que quiero es que pises sin el suelo” y “Magia veneno”, atención enfocada en la música en “Viaje del miedo” y “En los sueños”. Además de los invitados en “Dale!”, también subieron Abril Sosa (ex batero de Catupecu y actual cantante de Cuentos Borgeanos) para “Entero o a pedazos”, y Zeta Bosio, el Zorrito Von Quintiero y Leo De Cecco (Attaque 77) para “Preludio al filo”. El final con “Origen extremo” terminó con las últimas reservas de energía de los asistentes. Pero, claro, el festival siguió con Babasónicos y Massacre (ayer al cierre de esta edición), y después seguirán Nine Inch Nails, The Cult, Calamaro, Mötley Crüe, Stone Temple Pilots y muchísimos más. Habría que ver si el etíope Hailé Gebreselassié, que acaba de batir el record mundial de maratón, se bancaría tanto kilometraje rockero...
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