Mar 30.09.2008
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MUSICA › LAS CANCIONES IMPERMEABLES

Las canciones impermeables

A pesar de la curiosa decisión de adelantar todo una hora, el encuentro en el Club Ciudad dejó varias postales para el recuerdo.

Así como Stanley Donen y Gene Kelly decidieron que Roger Edens y Al Hoffman fueron los más indicados para llevar a cabo la banda de sonido de Cantando bajo la lluvia, más de medio siglo después cerca de doce mil señoras, señores, jóvenes, skaters, pseudopunkitos, floggers, emos y alternativos optaron por la tercera jornada del festival Pepsi Music 08 como soundtrack para un domingo pasado por agua. Ni Dárgelos, anfitrión del cierre de la noche, ni las promotoras VIP en sus pilotines para nada VIP, ni las señoras con hijos a cuesta zafaron del fango, como se escuchó definir una y otra vez a algo que no era más que barro. Pero como los tropezones no son caídas, las mayores risas las provocó Wallas, el panzón frontman de Massacre, que les ganó al humor fumón del ex Moldy Peaches Adam Green, al slang bizarro de Dante y a la lírica sexual de El Otro Yo.

Lo de EOY, así como lo propuesto por Massacre y Babasónicos, fue un resumen de los shows que dieron en Obras (los dos primeros) y el Luna Park (los de Lanús) en la segunda mitad de este año. La banda de los hermanos Aldana, con un formato de quinteto ya consolidado (María Fernanda en bajo, Cristian en voz, Ray Fajardo en batería, Gabriel Guerrisi en guitarra y Diego Vainer en teclado y programación) arrancó un show con tono operístico y terminó en una performance de punk primal que dejó el peluche de la batería de Ray a la miseria, en el momento de lluvia más intensa.

En realidad, fue una garúa que no pasó de llovizna, pero obligó a apurar el cronograma en una hora. Por eso, pasadas las 19.30, cuando debía empezar EOY, había poco más de siete mil personas en el predio de Ciudad y ya se habían evaporado el show de los de Temperley y el de Adam Green, que en apariencia luce como un Andy Chango babyface y en escena como un crooner descarado. El “Jessica, Jessica Simpson, estás tan equivocada” que tan bien resume el humor verde de Green causó una divertida sorpresa en los pocos que disfrutaron de su show, una resignada sorpresa en los que escucharon por radio mientras viajaban y ninguna sorpresa para los muchos que se desayunaron que el show había terminado sin esperarlos llegar.

“Basta de peleas entre emos y floggers, son todos igual de putos”, lanzó Wallas desde la cresta de una ola de psicodelia y surf rock, y eso le valió los primeros aplausos del show de Massacre. Y si a alguno le pareció un comentario misógino fue porque no lo conocía. “¿Cómo? ¿Ahora dice que es la reina de Marte?”, se consultó un perturbado. La mirada fulminante del tatuado que tenía enfrente, que parecía sacado de El hombre ilustrado de Bradbury, ofició de respuesta suficiente. Pero la aparente falta de comunión entre los públicos (el tradicional de Massacre y Babasónicos, el aforo más recientemente adquirido por Babas, los guachos de Dante y los por siempre alternativos amigos y seguidores de El Otro Yo) fue más clara en las diferencias en el pogo que en grescas que no existieron.

A Massacre no se le hizo tan difícil definir entre el deseo de los músicos por mostrar lo nuevo y el de sus seguidores de escuchar los clásicos. Desde el arranque, con “Invasoras amazonas”, “Te leo al revés” y “La octava maravilla” hasta el cuelgue de “Sofía, la súper vedette”, “La epidemia” y “Resurrección”, dieron un show del palo y al palo. Aunque también dejaron espacio a la psicodelia con un gran desarrollo audiovisual proyectado sobre las cinco megapantallas del escenario principal. “Gracias a los que nos dejaron estar acá y a ustedes que se bancan a las otras bandas para vernos a nosotros”, dejó incompleto Wallas. Dio unos segundos de changüí para captar la humorada y remató: “Nah, está todo bien, si los Massacre somos tan putos como los Babasónicos”. Y besito a la cámara.

Que Dante haya podido arengar “salta Buenos Aires, salta Adam Green” es botón de muestra del eclecticismo interno que tuvo una jornada que en apariencia parecía unificar todo en torno de lo alternativo. El show del ex Illya Kuryaki and the Valderramas tuvo altibajos desde el público, que no terminó de entender si debía saltar y agitar manos o disfrutar del fraseo bizarro de Spinetta Jr. “Tengo altas llantas y la mejor casaca”, cantó mientras dos mamis quebraban sus caderas detrás. “Saltando mis guachos”, se despidió y no quedaba mucho más, excepto destacar la impecable base rítmica del batero Marcelo Baraj y el percusionista Carlos Salas.

El comienzo de Babasónicos es un descontrol: la vieja escuela se abre paso entre las remeras escote en V, los chupines desteñidos van trotando entre pantalones de colores, y en una vuelta de “Estoy rabioso” se llega al cuarto delantero de la muchedumbre. Suenan “Sin mi diablo” y “Pendejo”, en “Escamas” se respira y se vuelve al ataque con “Soy rock”. Las dos tendencias claras en los recitales de Babasónicos se cortan. Primero, la de tocar sólo los últimos tres discos, con “Patinador sagrado”. Después, la de hacer dos temas al taco y uno para bajar. Para la segunda mitad del set, los que saltan y bailan son jóvenes que intentan entonar. La porción de público histórico aúlla las letras de parado, entre la maraña de celulares que registran lo que los que lo sostienen no ven por sus propios ojos. Lo que por común no deja de ser extraño.

De a poco van quedando sólo los nuevos. La seguidilla de “Las demás”, “Irresponsables”, “Carismático” y “Yegua” limpia de ímpetu nuevo rock al público. A esta altura, una sorpresa como la del Pepsi Music 06, cuando Pity de Intoxicados subió a cantar con Babasónicos, es imposible. Varios reclaman: “Habían empezado muy bien y bajaron”. Alguno se acuerda de Wallas: “Tenía razón, salvo Massacre, eran todos caretas”. Pequeñas delicias de la vida festivalera, que continúa este jueves.

Informe: Luis Paz

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