MUSICA › RECITAL DE QUEEN + PAUL RODGERS EN LA CANCHA DE VELEZ
El show fue correcto y prolijo, pero no logró reproducir la emotividad épica de “aquel” Queen. Aunque Brian May, Roger Taylor y Rodgers interpretaron los clásicos con profesionalismo, no hubo modo de disimular la ausencia de Mercury.
› Por Luis Paz
Presentación de
The Cosmos Rock.
Viernes 21 de noviembre.
Lugar: Estadio José Amalfitani.
Público: 40000 personas.
Duración: 2 horas 20 minutos.
Músicos: Brian May (guitarra y voces), Roger Taylor (batería, percusión y coros), Paul Rodgers (voz), Philip Edney (teclado), Daniel Miranda (bajo) y James Moses (guitarra).
A la expresión algebraica Queen+Paul Rodgers le faltan varios términos. O están implícitos, porque decir Queen+Paul Rodgers equivale a proponer un Queen-Freddie Mercury-John Deacon. Y a los teclados de computadora, lamentablemente, también les falta algo: el símbolo distinto (el igual tachado). Si no, habría sido fácil expresar en una inecuación el primer inconveniente a la hora de hablar de lo que ocurrió el viernes por la noche en el estadio José Amalfitani: este Queen es distinto de aquél. Pero despejando correctamente los términos, pudo hacer las veces de.
Hacer las veces de aquel Queen no supone necesariamente una igualdad, sino sólo una similitud. Al primero que se debe despejar es a Paul Rodgers. A sus casi 59, el cantante británico muestra una técnica vocal que en términos absolutos es cuidada y rica en matices, pero que en términos relativos no alcanza la emotividad épica de la de Mercury. Y el show, en términos absolutos, fue muy bueno para lo que se suele ver aquí, pero en términos relativos, quizá se esperaba más emoción y menos cliché. Roger Taylor y Brian May, en su momento, tuvieron esta disyuntiva: ¿qué convenía elegir entre el mejor imitador de Freddie y un cantante virtuoso pero de otro corte?
May y Taylor decidieron, en 2004, ir por la segunda opción. Quizá le consultaron a Deacon si le interesaba revisar aquello de retirarse de la música. Pero el bajista se mantuvo al margen –como se lo mantuvo al margen del crédito artístico por “Another One Bites the Dust”– y ahora disfruta de su undécimo año sabático. El guitarrista y el batero juntaron tres sesionistas, digitalizaron viejas cintas de Queen, eligieron treinta temas y convocaron a Rodgers (ex Bad Company y Free) para poner bastante de Q+PD, mucho de Q y algo de PR en un show que, a esta altura, sería bueno empezar a contar.
La proyección cósmica parte de algún lugar del espacio y acaba en la Tierra. ¿Será Freddie volviendo? La intro desata una tormenta de luces y sonidos y otra pregunta: ¿habrá tenido que ver con los estudios de May en astronomía? A las 22.10, el sol sobre el escenario ilumina a May, Taylor y Rodgers tanto como los celulares acorralados en el VIP alumbran la intro del show, que abre con “Hammer to Fall” y “Tie Your Mother Down”. Para “Fat Bottomed Girls”, Rodgers intenta piruetas con el pie del micrófono. Pocos lo miran, pudiendo ceñir la percepción sobre May. Los que lo miran se dan cuenta de que es el punto medio entre Thom Yorke y Chuck Norris.
El pogo de “I Want it All” es de lo más desparejo que se vio este año. Tal vez por las vallas, grúas y torres de sonido que, junto a la carpa VIP, separaron la cancha de Vélez en dos. Tal vez porque parado sobre el borde de la fosa, donde prefirieron ubicarse algunos, no se puede poguear. Los 40 mil cuerpos se acomodan por el reto educado (británico) de May: “Es peligroso aquí adelante, vayan un poquito para atrás”. Y cómo no hacerle caso al que está tocando “Break Free”, aunque haya entrado trabado al solo.
Aparte de la carpa VIP, ya se dijo, estuvo el corralito VIP. Y como pertenecer tiene sus privilegios, pero también sus obligaciones, los acorralados intentaron adivinarles las letras a las canciones de The Cosmos Rock, el hasta aquí único álbum de Q+PD. Así, muchos balbucearon “C-Lebrity” y “Surf’s Up’ School’s Out!” El esfuerzo era demasiado como para también saberse “Seagull”, de Bad Company, que Rodgers hizo con su acústica antes de su mutis por el foro, cierre de la primera parte del recital.
May apareció en un escenario en medio del corralito y, para cuando los de las primeras filas decidían si se daban vuelta o se quedaban mirando la pantalla, provocó el silencio respetuoso que requiere un temón como “Love of my Life”. Su buen amigo Taylor se subió para darle al bombo y la pandereta en “‘39”, instrumento que perdió en una mala maniobra de malabarismo al terminar el tema. Para compensar, le fueron trayendo un redoblante, un hi-hat, toms, rototoms y platillos. Parte por parte, las fue probando mientras conjuraba quién sabe qué extraños balbuceos. Fue un solo interesante, aunque innecesario, sobre todo la parte de percusión contra los aros de los cuerpos de la batería. Terminó a tiempo para que se quedaran parados los “¿qué hace?” y los “¡está loco!” que bajaban de las plateas, guiados por acomodadores. Como en la ópera, sí, pero no como en A Nigth at the Opera ni como en Live Killers, lo más cercano a Queen en vivo que durante años tuvo el público argentino. Al menos los que no pudieron verlos en Vélez 1981. Todo esto antes de la era del DVD.
El Vélez 2008 fue correcto y prolijo, claro, pero tuvo sus baches y momentos innecesarios. Necesario fue “A kind of magic”, con una genial interpretación. En dudas queda “Las palabras de amor”, aunque su calidad termina excusando la demagogia. E innecesaria fue la proyección de fotos de la carrera de Rodgers durante “Feel Like Making Love”, otro de Bad Company. Entremedio pasaron novedades como “Say it’s not True” y “We Believe”, pero no hubo “Friends Will be Friends” ni “Bycicle Ride”.
“Es muy lindo recordar a viejos amigos y honrar a los nuevos. Es muy... no tengo palabras.” Aunque estudiada, la línea de May, con pausa incluida, causó sonrisas. Porque estaba claro que este Queen es distinto de aquél, y era notorio que para el oído acostumbrado a Mercury en los discos, escuchar a Rodgers haciendo “Under Pressure” resultaba raro. Pero entre los coros de Taylor, impecables, y las imágenes de Mercury bastó para olvidarse de aquella diferencia en los términos de la inecuación.
Durante “Radio Ga Ga”, “Crazy Little Thing Called Love”, “Show Must Go On” y “Bohemian Rhapsody” se viven quince minutos de celebración, emoción, nostalgia y aplausos que pierden el tiempo del ritmo cuando los temas se ralentizan. La banda reaparece con la camiseta de la Selección, salvo por May y Rodgers, que igual se dio cuenta de que la camisa verde kiwi no iba. Liquidan el disco nuevo con “Cosmos Rock” y “All Right Now”. Y entonces sí, ya con May con la 10, “We Will Rock You” y “We are the Champions”, la Reina termina de darle su bendición al público de estas pampas, que recién al salir y ver a Freddie en las remeras en venta se acuerda del “+Paul Rodgers”.
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