Mar 06.12.2005
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MUSICA › ENTREVISTA CON EL BATERISTA FEDERICO GIL SOLA

“No extraño a Divididos”

El ex integrante de la banda de Mollo y Arnedo cuenta su historia y habla de su presente, con nueva banda y flamante CD.

› Por Cristian Vitale

Hay una historia anterior a la del Gil Solá que rozó el cenit durante “la era de la boludez”. Cuando tenía 11 años, el que de grandecito devendría en baterista de Divididos, había tenido que irse del país por razones políticas: su mamá Astrid (psiquiatra y peronista) y su papá Jorge (socialista) aparecieron en listas negras y fueron literalmente corridos por la Triple A. Astrid fue a parar a Chicago, EE.UU.; y Gil Solá padre, a Suecia. “Mi vieja no estaba vinculada con la guerrilla, pero el hecho de ser psiquiatra ya era sospechoso de por sí en esa época; y mi viejo... no sé... le tenés que preguntar a él”, deja entrever el hombre, que vivió en el exterior durante 17 años. “El primer año estuvimos en Chicago y después nos mudamos a California; la historia fue complicada, porque nunca me terminé de ir, siempre estuve con una pata acá. Ahora me pasa lo mismo, pero al revés”, sostiene. Queda clara entonces la razón que llevó a Federico a bautizar su actual grupo como Los Exiliados. “También me siento un exiliado de los monopolios y del mercado del rock nacional: estoy un poco fuera de él, no desde el lugar de las bandas barriales y todas esas cosas que no sé qué significan, sino desde esta cosa de tocar en pizzerías, sobre todo después de Cromañón”, señala.
Con Los Exiliados, Federico Gil Solá acaba de editar La suerte y la palabra, disco que sucede a Leaving Las Vergas (2002) y contiene 14 temas bastante disímiles entre sí. Acompañado por Sebastián Villegas en bajo y Gustavo Bustos en guitarra, el talentoso baterista logró un raro ensamble ecléctico en el que letras filosas y frontales (las de Héroes y Pain y circo, especialmente) transitan sobre baladas cantadas en inglés –e imposibles de traducir–, tangos guitarreros, zambas eléctricas, funkies poderosos y ciertos aires soul. “Mi idea era hacer un poco lo que hacen Minino Garay en Francia, Kevin Johansen aquí o lo que en su época hizo Arco Iris. Aunque la banda tiene una onda más power, porque las decisiones son compartidas; si fuera por mí, el disco sonaría más a Kusturica.” La autonomía creativa de Solá, sin embargo, aparece cristalina en un tema entre gitano y misionero llamado Tuyo y en otros cables a tierra como Jenny and Claire o Los exiliados. “Me encantaría hacer un set acústico en medio de cada show, pero Sebas y Gustavo se aburren, son testosterona a pleno estos dos hijos de puta.”
–Dos temas remiten a Divididos: Patti Smith y Héroes. ¿Lo buscó a propósito?
–No fue consciente, pero Héroes es parecido a Qué ves, porque juego con los mismos métodos. Y Patty Smith igual: es como Salir a comprar. Son artilugios que uso desde siempre.
–¿Por qué imposta la voz en Never Meant to?
–Es medio un chiste ese tema. Yo pensé que me iban a cargar por hacerme el Ray Charles, pero a los chicos les gusta. Igual, no me animo a hacerlo en vivo porque hay que entrar en personaje. Y precisamente lo que más me cuesta de cantar es que en cada tema tenés que entrar en personaje.
–En el disco hay sólo dos covers: uno es I’m Eighteen, del Alice Cooper Group. ¿Se identifica con su mensaje adolescente?
–Sí... es un tema que canto desde los 13 años, cuando ni me imaginaba tener 18. Ahora pasé los 40 y sigo sintiendo igual esa letra: “No sé lo que quiero / hago lo que puedo”. Es genial, porque se supone que es para un adolescente y yo sigo teniendo una afinidad total con ella. Sigo siendo el mismo tipo.
Tal vez el mismo tipo que, deslumbrado después de haber visto A Hard Days Night en el cine, comenzó a tocar la batería a los 11 años y emigró a EE.UU. con un background que incluía tempranas escuchas de Deep Purple, Genesis, Emerson, Lake & Palmer y Pink Floyd. En efecto, Gil Solá retoma sus épocas de exiliado para mencionar que fue en San Francisco donde, paradójicamente, descubrió el rock nacional. “Me emocionaba estar solo enmi cuarto escuchando a Plus, Pescado Rabioso o Arco Iris... me movilizaba, porque era como revivir mi identidad argentina”, evoca.
El primer –y esporádico– retorno de Gil Solá al país se produjo en 1985. Cuenta que ese año conoció a Luca Prodan y a Timmy McKern y que se hizo fan de Sumo, Los Violadores y toda la movida del punk argento. El segundo –y definitivo– fue en 1990. “Estaba con las pelotas llenas de Bush padre, fue la época en que ese tipo invadió Panamá y mató a un montón de gente. Yo me había quedado sin trabajo, sin banda y sin novia, y dije: ‘Este es el momento de rajar’. Cuando llegué, aterricé en Cemento y justo estaba tocando Divididos para unas 35 personas, que hacían más quilombo que 300 en San Francisco, y dije: ‘Me quedo’.” El baterista venía de tocar en la banda de la cantante Penélope Houston, donde, además de percusión, ejecutaba contrabajo, guitarra, mandolín y acordeón. “Llegamos a ser teloneros de Iggy Pop –dice–, tocábamos un cuarteto de Carlitos Rolán (El sábado borom bom bom, que después incluyó en Leaving...) y ¡los punkies hacían pogo con esa música!”. Al instalarse definitivamente en el país, se integró a Divididos por intermedio de la novia de Diego Arnedo, a quien había conocido en el ’85. “Me la volví a encontrar, le conté mis cosas y a los dos días me llamó Diego. Fui a la sala de Hurlingham y me quedé tocando con ellos.”
–Hasta 1995, que se fue del grupo después de grabar Acariciando lo áspero y La era de la boludez. ¿Extraña tocar en Divididos?
–No. La primera época fue buena aunque difícil para mí, porque estaba totalmente en bolas. Había vivido mucho afuera y no se notaba, ni siquiera en mi forma de hablar. Esto dio lugar a malos entendidos, porque no sabía nada de este país: no tenía familia, amigos, nada. Encima estábamos en plena era menemista. Me escapé de Bush y aterricé en el ridículo menemismo.
–¿Los malos entendidos explican su alejamiento del grupo?
–No... me refería a que no siento nostalgia, no extraño, porque fue una etapa dura. Estoy orgulloso de la parte musical de Divididos, entre otras cosas porque en ninguna otra banda argentina hubiesen recibido bien el bombo legüero. De lo demás, no tanto.
–¿Le sigue gustando Divididos?
–No. Nadie me cree cuando cuento que nunca más escuché un disco de ellos.
–Justo le iba a preguntar por los bateristas que lo sucedieron: Jorge Araujo y Catriel Ciavarella...
–A Araujo no lo conozco, pero Catriel venía a los shows cuando tenía 12 años y yo le decía “Gil Solito”. Con eso te digo todo.

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