Mar 24.02.2009
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MUSICA › ULTIMA JORNADA DEL FESTIVAL COSQUíN ROCK

Una gran montaña de sonidos

La fecha de cierre estuvo reservada para el rocanrol, con Los Piojos, Ratones Paranoicos y Los Gardelitos, entre otros. En el escenario temático, dedicado al reggae, se lució Fidel, todo un showman. El próximo viernes habrá un bonus de lujo: Manu Chao.

› Por Roque Casciero

Desde San Roque, Córdoba

El momento en el que Andrés Ciro grita “Uopapa uopapa uopapa uopapa ahh” todavía no es el del balance de esta novena edición de Cosquín Rock, aunque no falta demasiado. Por lo pronto, las 24 mil personas que poblaron el bello predio cordobés de San Roque estallan como si el cansancio de una jornada maratónica de domingo no hubiera hecho mella en los cuerpos y los ánimos. “El farolito” no cierra el set de Los Piojos, pero es el punto más alto de un ritual de lo habitual: las banderas desplegadas desde temprano, el fervor inagotable de los de adelante, las chicas subidas sobre los hombros de sus acompañantes, los gritos que multiplican la voz de Ciro desde el pie del cerro hasta la orilla del lago San Roque. Ya pasaron “María y José”, “Civilización”, “Tan solo”, “Fantasma”, “Desde lejos no se ve”, “Ruleta” (que empezó en versión reggae como contrapunto a Resistencia Suburbana, cuyos sonidos llegaban desde el escenario 2), “Pacífico”, “El viejo” de Pappo y “Cruel”, entre otros hits piojosos (en los bises también llegó “Verano del 92”). El guitarrista Tavo Kupinski, a quien algunas versiones dan como próximo a dejar la banda, se hizo cargo de la voz en “Sudestada” y el bajista Micky Rodríguez tomó la posta en “Un buen día”. Pero, lógicamente, fue Ciro el que imantó a la multitud desde el comienzo con “Manjar”.

Por fin el sol apareció en tierras cordobesas, después de un viernes con cielo cubierto y un sábado con diluvio. No duró toda la tarde, pero al menos les dio un color diferente a las actuaciones tempraneras de Don Vilanova, Viticus (que cerró con “Mucho por hacer” y “El forastero”, ambas de Riff) y Los Gardelitos, justamente aplaudidos. Para la hora en que los Ratones Paranoicos se hicieron cargo del escenario mayor ya había nubes, pero Juanse y los suyos salieron con un set bien festivalero: un puñado de hits como “Hasta que llegue el dolor”, “El vampiro”, “La nave”, “Boogie”, “Rock del gato” (dedicado a Pappo y a Alejandro Sokol) y “Rock del pedazo”, más algún estreno (“Boca verde”), como para poner a bailar rock and roll a todo el mundo. “Perdón por el ruido que viene de allá”, pidió Juanse. Es que por primera vez los volúmenes de los distintos escenarios se fueron de balance y los de los secundarios a veces interferían demasiado con el del principal. Nada grave, sólo era cuestión de caminar un poco más cerca del tablado, pero cuando se llenó mucho de gente la cosa se tornó un poco más complicada. Pese a los problemas con el sonido, entre los distintos públicos siguió la tolerancia y el respeto mutuo, como en todas las jornadas. Ni el mismo José Palazzo, alma mater del Cosquín Rock, sabe explicar el porqué de esta buena onda permanente, en un festival en el que nadie le escatima a la cerveza y al fernet como combustible para el rally rockero de montaña.

El Bocha Sokol, que falleció en enero, fue quien más dedicatorias recibió durante este fin de semana largo. Paradójicamente, quienes no mencionaron su nombre fueron sus ex compañeros de Las Pelotas. Fernando Ruiz Díaz, invitado por Germán Daffunchio y compañía para una desprolija “Sin hilo”, sí gritó “¡Alejandro!” con la mirada puesta en el cielo. Pero antes de saltar con acusaciones estúpidas, hay que entender que la procesión de Las Pelotas va por dentro. De eso se trataron las lágrimas que el ex Sumo no pudo reprimir en el comienzo, cuando cantó “El cazador”, que antes hacía su ex compañero. Después, el oficio de la banda sacó adelante una parada difícil, que tuvo otro momento fuerte en el estreno de “Bien”, porque la canción parece hablar de la pérdida reciente. “Desaparecido” (con mención para Julio López), “Siento”, “Si supieras”, “Uva uva”, “Capitán América” y “Hawai” le dieron forma al set de una banda a la que le costará mucho recuperar la alegría, pero que pone empeño para que si sus integrantes sufren, no suceda lo mismo con las canciones.

En este último día del Woodstock criollo, previo al bonus del viernes con Manu Chao, el escenario temático dio cuenta del permanente ascenso del reggae y especialmente del revuelo que causa últimamente Fidel: además de haber facturado el hit del verano (“International Love”), su actitud arriba del escenario ha pasado de ser la de un incansable y cansador apologista del rastafarismo a la de un showman total que usa su encanto para tirar mensajes positivos en los que su religión no queda ajena. También hubo un escenario para que la Unión de Músicos Independientes pudiera darles lugar a algunas de las bandas que nuclea (Richter y La Tolva, entre otras). Ahora se viene Manu, y luego Palazzo y su productora Nuevas Tribus deberán definir de qué forma van a celebrar los diez años del festival más federal del país. El productor dice que quiere a Andrés Calamaro, a Gustavo Cerati y a Charly ya repuesto. Cosquín Rock se merece una grilla así para su aniversario, pero incluso si alguno no puede estar, siempre habrá buenas oportunidades para compartir sonidos en la montaña.

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