Mié 11.03.2009
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MUSICA › ORQUESTA NACIONAL DE MúSICA ARGENTINA JUAN DE DIOS FILIBERTO

“En este país hay talento para rato”

Lo dice Atilio Stampone, director de la agrupación que acaba de publicar Tango y Folklore. Se trata de dos discos notables, que redescubren, presentados para orquesta, repertorios de ayer y de hoy de la música popular argentina.

› Por Karina Micheletto

No debería ser motivo de excepción, en un país ideal, en un mundo ideal. Un organismo sustentado por el Estado, para más datos una orquesta estable, que deje un registro de su trabajo, grabando un disco en condiciones de calidad. Es infrecuente en este país, y por eso es motivo de celebración, una suerte de hito que ahora es mostrado con orgullo como tal. La Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto grabó dos discos, llamados, sin más, Tango y Folklore. Suma directores, arregladores e intérpretes invitados como Osvaldo Piro, Lito Valle y Néstor Marconi, Raúl Lavié, Hugo Marcel, Popi Spatocco, León Gieco, Ramona Galarza, Teresa Parodi y Mercedes Sosa (ver aparte). Y logra dos discos que redescubren, presentados para orquesta, repertorios de ayer y de hoy de la música popular argentina. Dos discos bellos, cuidados, pensados y desarrollados con evidente dedicación. Tanto que el de tango es calificado por Atilio Stampone, sin medias tintas, como “un antes y un después” en el género. Hoy será la gran presentación en sociedad de este trabajo, en el teatro Cervantes, con entrada gratuita (las entradas se retiran en el teatro, hoy a partir de las 10).

Aquí está Atilio Stampone, a cargo de la batuta desde 2000, sin disimular su orgullo. Lo acompañan Walter Oliverio, violista solista de la orquesta y productor artístico del disco de tango, y Rolando Goldman, a cargo de la idea y producción general de estos discos, también charanguista invitado del disco de folklore, y, a la sazón, director nacional de Artes (organismo de la Secretaría de Cultura de la Nación que tiene a su cargo a la Filiberto, entre otros elencos artísticos estables, que suman nueve con la recientemente creada Compañía de Danza Contemporánea Cultura Nación). Descubren entusiasmados que van a posar para las fotos en el mismísimo pasaje Filiberto, del barrio de Constitución, y avanzan en el festejo. Nadie diría que Stampone lleva los 82 que indica su documento. Menos, al escucharlo hablar de su orquesta.

“Este disco rompe con una falla estructural que han tenido las administraciones por años y años –arranca el director–. ¿Cómo puede ser que los organismos estatales nunca hayan logrado tener su material grabado? En este caso específico, era mucho más urgente: una orquesta que asume los géneros populares más representativos del país. Con este material podemos decir: ‘Señores, ésta es nuestra música, éste es nuestro folklore, porque el tango es el folklore de la ciudad de Buenos Aires’. No es común, en ninguna parte del mundo, que haya una orquesta de 43 personas haciendo música popular. ¡Bueno, señores, aquí estamos!”

A Stampone se le pregunta por el ejercicio de su rol de director (cargo que ocupa desde 2000), pero no hay caso: una y otra vez vuelve sobre los elogios para los músicos: “Antiguamente, cada vez que nos llamaban a tocar era un suplicio. La orquesta no sonaba como suena hoy. La verdad... no sonaba del todo bien. ¿Qué pasó? Se jerarquizó la carrera dentro de la orquesta. Se abrieron los concursos, y empezó a entrar gente joven, talentosísima. Fíjese que el primer sorprendido soy yo. Son instrumentistas de-pri-me-ra. Yo me pregunto: ‘¿Pero de dónde salieron éstos? ¿Dónde estaban?’ Y sin embargo la realidad me demuestra que en este país tenemos talento para rato. Otra cosa que me llena de orgullo: cada vez se presentan más mujeres. Unos años atrás, ¿dónde se iba a ver una mujer que tocara el bandoneón? Hoy aparece una gran cantidad de chicas y chicos de gran talento. La verdad... es un lujo, qué quiere que le diga”.

Walter Oliverio y Rolando Goldman agradecen y devuelven el piropo: ¿qué decir de tener a Stampone manejando la batuta? Una suerte de aprendizaje constante para los integrantes de la orquesta, que dicen que tratan de aprovechar al máximo. “Hay una cantidad de situaciones que convergen en la salida del disco –explica Goldman–. Existe un debate en voz baja, acerca de la necesidad o la importancia de los organismos artísticos estables, si deben existir o no en el siglo XXI. Es un tema que hay que abordar, y desde luego somos firmes defensores de un Estado que sostenga a este tipo de organismos. A la pregunta de por qué no hubo antes un disco de la Filiberto, habría que hacer otra: si fuera del Estado podría hacerse un disco de estas características, con 45 músicos grabando con esta calidad.”

–¿Y por qué entonces fue posible el disco ahora?

Rolando Goldman: –Pudimos trabajar en cuestiones de cimiento de la orquesta, cuestiones de fondo, desde lo salarial a lo institucional. En ese sentido, hubo un reconocimiento fuerte desde el Estado hacia la orquesta. Esto ha sido muy bien recibido por los integrantes de la orquesta, y por eso se pudo hacer un disco de estas características. Hay un punto importante: estos discos se hicieron fuera de reglamento. Por la exclusiva buena voluntad y buena predisposición de los músicos. Es decir, una sesión de diez horas no se puede hacer con reglamentos que dictan horarios de ensayo sólo por la mañana. Y si el músico va a la cuestión reglamentaria, no tiene por qué quedarse a grabar fuera de su horario de trabajo. Todos nos pusimos la camiseta para lograr estos discos. Quizás el emblema sea Walter, que además de ocupar su puesto como violista hizo la producción artística. Hubo un espacio de participación muy fuerte de los músicos.

Walter Oliverio: –La orquesta entraba a grabar a las 9 de la mañana, y eran las 12 de la noche y todavía había gente en el estudio. El maestro me ha acompañado en la producción hasta las 4 o 5 de la mañana, y al otro día arrancábamos de vuelta a las 8. Así estuvimos durante 30 días. Eso sería imposible de pagar, ni por el Estado ni por un privado. Y si Café de los maestros dio la vuelta al mundo y es un poquito de lo que hicimos nosotros, sería lógico que de alguna manera el público reconociera lo que se ha hecho ahora desde el Estado.

Atilio Stampone: –Es cierto. Por primera vez en mucho tiempo, el Estado, a través de la Secretaría de Cultura y de la Dirección Nacional de Artes, hace lo que le corresponde: salir a mostrar cuál es la cultura nacional y popular. Ahora hay que salir a mostrar este disco por el país, ¡por el mundo! Este trabajo lo tienen que tener todas las embajadas. Es el mejor embajador entre todos los embajadores.

–Para los que creemos que los organismos estables son importantes, hay un segundo debate pendiente: no siempre sus integrantes se asumen como músicos antes que como empleados públicos que cumplen un reglamento. ¿Cómo se logra?

W. O.: –Cuando vos te das cuenta de que tu trabajo trasciende, porque tenés el respeto de tus conciudadanos, porque le estás dando a la gente algo por lo cual te agradecen y te felicitan. Ahí te identificás, recuperás el sentido de tu trabajo. Esa también es parte de la lucha de la Filiberto, del debate que damos hacia adentro, que tiene que ver con la recuperación de nuestra identidad, tanto social y política como sindical. ¿Por qué dejás el aspecto horario, por ejemplo, y te convertís en un artista de más amplio espectro? Como músico lo necesitás, en algún momento sentís que querés dejar tu legado. Lo que quiere el artista es tocar, mostrarse, que quede lo que hace.

R. G.: –Es cierto que es un debate difícil de dar, el del compromiso que deberían asumir los integrantes de los organismos estables, sintiéndose músicos y trabajadores sostenidos por los argentinos, y no becados, por decirlo de algún modo. En el caso de la Filiberto, creo que esto se ha logrado cabalmente, no sólo por la salida de los discos. Desde la Dirección Nacional de Artes hay una cantidad de programas de contenido social que involucran la participación de los organismos estables: salimos a tocar en fábricas recuperadas, en cárceles, y la Filiberto ha sido el organismo con mayor participación, y con un entusiasmo enorme. Las regalías de estos discos fueron donadas por los músicos para comprar instrumentos para las orquestas del Programa Social de Orquestas Infantiles y Juveniles, que integra a chicos y adolescentes en riesgo. Esa es también una toma de postura.

A. S.: –Tome nota especial de esto: voy a hablar de tango, que es lo que mejor conozco. La aparición de este disco marca un antes y un después en la música argentina. Está por encima de muchos grandes discos de tango que me quieran nombrar.

–¿Por encima de los suyos también?

A. S.: –Sí, señor. Yo nunca grabé con 45 personas. No es la orquesta típica, es otra cosa. Tiene la mugre de la orquesta típica y el virtuosismo de una gran orquesta clásica. Cuando doy a escuchar este disco, me dan ganas de citar un tango mío: “¿Y después qué?”

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