Mar 05.05.2009
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MUSICA › RECITAL DE OASIS EN LA CANCHA DE RIVER

El oficio de una banda cansada

“No nos veremos durante mucho, mucho tiempo”, sentenció Noel Gallagher ante 40 mil fans, confirmando el parate del grupo. Más allá de los hits y del entusiasmo del público, se notaron rispideces. El mayor de los hermanos se puso el show al hombro, pero Liam lució “disperso”.

› Por Luis Paz

El britpop ya no es lo que era. Bueno, no lo es desde que Stone Roses y Happy Mondays, desde que Pulp y Blur, desde que Kula Shaker, desde que Elástica, Suede y The Verve... Pero cuando tras el cierre con “I am the walrus” Noel Gallagher confirma in your face que “no nos veremos durante mucho, mucho tiempo”, el Yenga del britpop se viene abajo. Incluso cuando Oasis dice hasta luego con un buen show –pero no muy contundente–, mostrando nuevo y gran baterista y al mejor (posible) Noel cantante. A Liam le bastó con pararse y desplegar esa técnica inexistente por fuera de él, Rotten y alguno de todos los Bob Dylan; aunque eso no disimuló su dispersión ni la coloratura vocal perdida, haya tenido poca o mucha alguna vez. El es claramente el quid de este “parate”, quien salió del escenario heréticamente cuando Noel cantó.

Por todo eso la melancolía aparece temprano en los concurrentes, cuando pasan de la luz naranja y las nubes lilas del cielo raso del domingo al Monumental convertido en un panal de públicos. Encima algún malvado programó The Verve, Stone Roses y Sex Pistols, y Los Tipitos intentan encontrar la forma “de recuperarla”. Quien dirigió ese atardecer tuvo una visión autoral muy clara: esa profecía autocumplida que a mediados de los ’90 tuvo a parte del mundo musical sostenido en sus cejas; esa banda que pocos mayores de 16 años enumeran cuando se les pregunta qué escuchan; sí, Oasis, los de “Wonderwall”, se van y se verá si vuelven.

A las 21 clavadas aparecen con algo que parece “Fuckin’ in the bushes” y van al grano con su primer manifiesto –“Rock n’ roll star”–, Liam aparentemente clean y una contundente carta de presentación de Chris Sharrock –que venía de ser batero de Robbie Williams– que obliga a reconsiderar aquello de “quebrar el record de bateristas de Spinal Tap” (si vuelven). En algún tramo del show les pasa lo que a toda gran banda de rock con aspiraciones populistas, de Babasónicos a Queen: de los 40 mil asistentes, la parte que se cree más calificada para participar del show no canta lo nuevo. Y al resto le encanta todo, todito, todo.

“The shock of the lightning” suena a sinceramiento de Liam (“Hay un agujero en el piso en el que estoy cayendo”), pero “Cigarettes & alcohol” trae a la memoria que el Oasis bardero es más divertido, como confirma “The meaning of soul”, otro crédito existencialista en plan “no te metas conmigo”. Luego, “To be where there’s life”, de Archer, aporta el verso que titula su séptimo disco de estudio.

En el primer evento “masivo” desde que se desató la pandemia, no se ve histeria por el acecho de la gripe porcina. Pero sí cuando luego de “Waiting for the rapture” –que no desentona entre las canciones de Noel– llega “The Masterplan”. ¿Cuál es el suyo? Eso estuvo claro siempre: hacer bricolages con la cultura pop rock inglesa (afanársela, si se prefiere); ser insolentes como para superar el “Beatles, más grandes que Jesús” con un “Oasis, la banda más grande del mundo”, ahora que en el estado actual del laicismo ellos sobreentienden que la comparación divina le queda chica a la banda de Manchester.

¿Son bricoleurs, entonces, o great pretenders? Magnéticos de una u otra forma. Noel, un gran compositor, con un lugar en aquella línea de “autores obreros ingleses con picardía, descaro y LSD encima” que se originó en Lennon. Liam, un cantante particular, acuñador de un estilo refractado y eventual compositor de temas simpáticos como “Songbird”, que llega después y pega mucho más en las plateas que en el campo.

“Slide away” y “(What’s the story) morning glory” explican por qué Oasis cautivó hace 15 años a toda una generación. ¿Hubieran sido lo que fueron de haber existido YouTube y Taringa! en 1994? Tal vez no y tal vez por esa nueva afición masiva al nicho es que no surgen grupos de estadio. Pero se debe ser justo: Oasis abrevó en el concepto de megabanda de los ’90 todo lo mejor de los ’60 y ’70; la suciedad de Madchester y las melodías de Johnny Marr; la lisergia y el alcohol; peleas internas y externas; disconformidad con la realeza y berretines de jet set. Y mantiene un nivel de autocrítica suficiente como para retirarse (un rato) en el alba del revival a la década pasada, con No Doubt y Fred Durst de regreso. En eso también le ganaron a Travis.

Liam se aplaude, infundado en muda grandilocuencia, para que lo aplaudan durante dos de sus aportes a Dig Out Your Soul: “Ain’t got nothin’” y “I’m outta time”. Esa petición de aplauso, en un contexto donde hizo mutis por el foro cuando su hermano cantó “The important of being idle”, es muy elocuente. Ni siquiera se miran.

“Wonderwall” y “Supersonic”, orillando el final, conjuran otra vez el drama en un show que, sin sobresaltos, con solidez, oficio y grandes canciones (o al menos buenas) llega a los bises habiendo satisfecho. Una nena le pide a Cucho Parisi que le saque una foto con los chicos de la tele y en River ya hay melodrama. Pero reaparecen sin Liam, para una despojada versión de “Don’t look back in anger” en la que Noel cae en el lugar común de dejar cantar al público con tanto altruismo como para salir inmaculado de la obviedad gracias a un tema excelente que el público agradece coreando “Noel, Noel”. “No hay tiempo para eso.”

Tira aquello de: “Vine a Argentina en 1989 como plomo, así que son 20 años de gratitud”, remata con el “at least not today” final y acabará de recomponerse en “Falling down”, novedad algo Beatles-algo Doors. Y recién entonces, en un gesto ostensible, Liam vuelve con las manos en los bolsillos, el mentón hacia arriba y el gran hit final. “Champagne supernova”, que bien pudo ser banda de sonido del viaje de muchos a River por aquel cielo naranja y lila, precisa la hora de la última canción de Oasis que sonará en vivo aquí “durante mucho, mucho tiempo”. Son las 22.32 y ellos son las rock n’ roll stars. Los tienen a todos clamando por “Live forever”, himno instantáneo de una generación a la que le molestaba dejar el joystick para ir a laburar.

Pero no. Se despiden como en el Luna Park en 1999 –regresaron en el Campo de Polo en 2001 y 2006– con “I am the walrus” y una hipérbole del ruido blanco; y todo queda demasiado expreso. Es como si dijeran: “Si es que no volvemos, esto es para que vean que intentamos ser más grandes que Los Beatles”. Seguramente dirían: “Y lo conseguimos”. Les falta su “Tomorrow never knows”, mal intentada en “Falling down”. Pero hasta aquí han servido al rock revival. Y sobrevivido ambos hermanos.

8-OASIS

Presentación de Dig Out Your Soul.

Músicos: Noel Gallagher (guitarra y voces), Liam Gallagher (voz y pandereta), Gem Archer (guitarra), Andy Bell (bajo) y Chris Sharrock (batería).

Público: 40.000 personas.

Duración: 100 minutos. Domingo 3, Estadio River Plate.

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