MUSICA › JEAN-YVES THIBAUDET EN EL CICLO DEL MOZARTEUM ARGENTINO
Junto a la Orchestre de la Suisse Romande, el músico actuará hoy y mañana en el teatro Coliseo. Interpretará, entre otras, obras de Liszt y Ravel, compositores que desmitifica: “Los dos tienen zonas oscuras y profundas. Y ambos exploran el piano con un espíritu aventurero”.
› Por Diego Fischerman
La primera vez que llegó a la Argentina fue casi por azar. O por hacerle un favor a una amiga. En esa ocasión vino para acompañar a la cantante Cecilia Bartoli, cuyo pianista habitual se había enfermado. Después, repitieron el encuentro en Europa. Y es que Jean-Yves Thibaudet es uno de los solistas más importantes desde hace por lo menos dos décadas y, salvo en esas ocasiones, nunca tocó como acompañante. En cambio, sus versiones de la obra pianística de Debussy, Ravel y Erik Satie (editadas por Decca) son referencias obligadas. Y el repertorio que va desde Chopin y Liszt hasta la Francia de la primera mitad del siglo pasado y, desde ya, a los virtuosísticos conciertos de Rachmaninov, son su especialidad. Una especialidad en la que él descubrió, como buen discípulo de Aldo Ciccolini, el poder de la literalidad.
Fanático de Horacio Salgán, a quien fue a escuchar cada una de las veces que estuvo en Buenos Aires, Thibaudet pregunta por él en la charla que mantiene con Página/12, antes de los conciertos que hoy y mañana dará en esta ciudad, actuando como solista junto a la excelente Orchestre de la Suisse Romande, fundada en 1918 por Ernest Ansermet, quien la condujo hasta 1967, y dirigida actualmente por el notable Marek Janowski. Ambas presentaciones serán en el Coliseo y forman parte del ciclo del Mozarteum Argentino. La orquesta tocará esta noche la Sinfonía nº 6 en La menor de Anton Bruckner y, mañana, Le ciel, tout à l’heure si limpide, soudain se trouble horriblement, de Michael Jarrell, y Valses nobles y sentimentales y La Valse, de Maurice Ravel. Thibaudet tocará con ellos el Concierto para piano nº 2 en La mayor, de Franz Liszt (hoy) y el Concierto en Sol de Maurice Ravel (mañana). “Hay prejuicio, tanto sobre Liszt como sobre Ravel, que se repiten como si tuvieran fundamento y, sin embargo, no lo tienen”, explica el pianista. “En primer lugar para mí hay algo que los une y es el pensamiento sobre la armonía y el color. Ni Liszt es el mero exhibicionista ni Ravel un compositor que se agote en su perfecta elegancia. Ambos tienen zonas oscuras y profundas. Y ambos exploran el piano con un espíritu modernista; aventurero, casi diría.”
Thibaudet nació en Lyon, donde estudió piano desde los cinco años, apareciendo por primera vez en público a los siete. A los once ingresó en el Conservatorio de París, a los quince obtuvo el primer premio del Conservatorio y tres años más tarde ganó la audición Young Concert Artists en Nueva York. En 2001 fue condecorado con la orden Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres y en 2002 recibió el Premio Pegasus en el festival de Spoleto (Italia). Su carrera se desarrolló simultáneamente con la explosión en la industria del CD. Y fue uno de los niños mimados del mercado. No sólo por los premios como el Edison francés o el Deutsche Schallplattenpreis alemán, sino por grabaciones que cubren un espectro que llega sin dificultades tanto a Saint-Säens, de quien grabó los Conciertos Nos. 2 y 5, como a Olivier Messiaen, cuya Sinfonía Turangalila registró junto a la orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, con la dirección de Riccardo Chailly. “No hay límites ni fronteras entre estilos. Hay música que puede pedirnos el máximo, expresiva y conceptualmente. Y otra que no. Dentro de la que sí, es decir de la que me interesa, están, por supuesto, tanto Messiaen como Saint-Säens. Y Bill Evans y Horacio Salgán también.” Thibaudet vuelve a los parentescos ocultos entre Liszt y Ravel. “Hay un toque para la música francesa y otro para la alemana, simplificando un poco. Y uno tiende a pensar a Liszt más cerca de Alemania, en gran parte por su influencia en Wagner. Sin embargo, él tocó en los salones parisinos y su manejo del timbre, de las texturas y densidades, la indefinición de las zonas armónicas, lo acercan notablemente a Debussy. Tampoco es tan claro que Ravel sea un francés, por lo menos en estado puro. Estuvo en los Estados Unidos y, claramente, la influencia del jazz y el blues se hicieron sentir en él. En ese sentido, me interesa juntar estos dos compositores precisamente porque me obligan a salirme del clisé. A no pensar a uno ni al otro desde el prejuicio nacional sino como creadores que trascendieron ampliamente esa pertenencia territorial.”
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