MUSICA › LOS OLIMAREÑOS ACTUARAN ESTA NOCHE EN EL LUNA PARK
Braulio López y Pepe Guerra volvieron al ruedo después de veinte años. Los integrantes del dúo niegan peleas pasadas, reconocen que sufrieron un “desgaste” y señalan que su obra, testimonio de una época, “resistió el paso del tiempo”.
› Por Karina Micheletto
Son una suerte de marca musical que representa una foto posible del pasado social y político reciente de Latinoamérica, para muchos el testimonio de una época. Una marca que se disolvió –en la historia quedó el relato de una fuerte pelea, que ellos ahora niegan terminantemente– pero que quedó latiendo con fuerza en la memoria colectiva. No es en este caso una frase hecha, y hace poco hubo una prueba contundente de ello: en mayo llenaron dos veces el Centenario de Montevideo, un estadio cargado de simbología porque también significó otro regreso, el del exilio, en 1984. Los Olimareños –a ellos alude toda esta introducción– volverán a presentarse en este histórico reencuentro después de dos décadas, hoy en el Luna Park, en lo que anuncian como “la despedida definitiva de Buenos Aires”.
Braulio López y Pepe Guerra, los hacedores de Los Olimareños, encuentran un hilo muy claro que une a estos Centenarios: el histórico, en plena recuperación democrática, recién llegados, literalmente, del exilio, bajo una lluvia tenaz y ante 50 mil personas, y el de los shows que dieron el 8 y 9 de mayo pasados. “Los contextos son diferentes, pero el sentimiento es de algún modo el mismo”, dice Pepe Guerra, en diálogo telefónico con Página/12. Ambos cuentan cómo se preparan para volver a mostrar su repertorio, para volver a traer en sus voces a José Martí y León Felipe, a Mario Benedetti, a Rubén Lena y Víctor Lima; para volver a mostrar la “Milonga del fusilado”, o “Cielo de 1969” o “Isla Patrulla”. Esas canciones que le han ganado al tiempo, porque hubo muchos que quisieron guardarlas vivas.
“Estamos felices de haber podido llegar a un acuerdo para lograr estos shows, sobre todo por lo que significa en la memoria colectiva de la gente, que siempre estaba preguntando cuándo nos volvíamos a reunir”, apunta Braulio López. “Lo hermoso del Centenario fue que se juntaron como tres generaciones en los recitales, abuelos y gurises que nunca nos habían visto, pero que se sabían nuestras canciones. Hubo gente que llegó de Australia, de España, muchos de Argentina, por supuesto, especialmente para vernos. A tal punto fue un reencuentro, para todos, que cuando terminó el recital la gente se quedó en las tribunas; eran muchos los que no se iban. Preguntamos qué era lo que pasaba y era que se habían quedado conversando entre ellos. Ahí nos dimos cuenta de la magnitud del reencuentro, de cómo la gente ha guardado celosamente estas canciones que han resistido el tiempo.”
–¿Y por qué creen que están tan presentes en la gente, después de dos décadas sin actuar juntos?
Pepe Guerra: –Primó el sentimiento porque los recuerdos son muy fuertes. Si decimos que son canciones que han resistido el tiempo, no solamente es porque están cargadas de historia, esa historia que tenemos en Latinoamérica y que nos marcó en los ’60 y ’70. También porque las canciones, ellas solitas, han logrado resistir los avatares de otros tiempos que vinieron después, tiempos de canciones apoyadas por grandes empresas, canciones que cumplen su tiempo y después se van, marchan rumbo al olvido como si tal cosa. Las de Los Olimareños, con los grandes autores que tomamos, son canciones que están hechas de otro material: la gente las guardó cuidadosamente en un bolsillito, en una cajita preciada, en algún lugar de la memoria, por eso están vivas, frescas. Prueba de ello son las historias impresionantes que se acumularon detrás de estas canciones, en todo este tiempo.
–¿Por ejemplo?
P. G.: –Estas canciones han servido para enamorarse, han traspasado rejas, han estado sonando a todo volumen cuando el torturador de turno ponía la radio bien alta para que no se escucharan los gritos. Eso es así, me lo han contado, pasaban nuestros temas buscando terminar de quebrar al torturado. Por eso los recitales que estamos haciendo no necesariamente son perfectos, hay pifiadas en la guitarra, hay desafinaciones en las voces, cuidamos de no hacerlas pero son inevitables, como siempre fueron en Los Olimareños. Pero la música que hacemos va más allá de esas pequeñas imperfecciones, la gente está pensando en otra cosa, no en cómo interpretamos, o dónde pisamos el traste en la guitarra, por eso son recitales que se vuelven muy originales.
Braulio López: –Recuerdo que en un viaje a Australia, allá por el ’74, ’75, en una escala nos encontramos con un montón de compatriotas, que se estaban exiliando. Cuando nos pusimos a charlar en la escala, eran varios los que, entre las pocas pertenencias que llevaban, habían guardado en la valija su disquito de Los Olimareños. Eso es conmovedor. Los Olimareños empezamos con la simple idea de hacer un mapa musical que el país no tenía, y por toda una serie de circunstancias terminamos significando eso, el pedazo de recuerdo que la gente elegía llevarse consigo al exilio. Es el mayor premio al que uno puede aspirar.
P. G.: Otra anécdota: En El Salvador la “Milonga del fusilado” era un himno de los guerrilleros, decían que era un tema de autor anónimo, o también que era una letra que había dejado un combatiente que murió luchando. Nosotros lo escuchábamos y no lo podíamos creer, nos quedábamos calladitos. Como artistas es lo más lindo que te puede pasar, que tus temas pasen a ser anónimos. Y es raro porque nosotros no somos ningunos Charly García ni Soda Stéreo, nuestros planteos en materia de textos son otros. Y sin embargo permanecen en la gente.
–¿Por qué tuvo que pasar tanto tiempo para que accedieran al pedido de reencuentro de la gente?
B. L.: –No lo sé, la verdad es que nosotros no sabemos contestar eso. Esto lo tomamos como algo que no implica una obligación, ni un proyecto a largo plazo. Dejamos pasar el tiempo, y eso cura todo, hace dimensionar las cosas, verlas de otra forma. En el medio se dio el desgaste lógico de tres décadas y media de estar haciendo recitales, y la necesidad de esta especie de descanso del dúo.
–Siempre se habló de una pelea muy fuerte entre ustedes, que inclusive manifestaron en público.
B. L.: –No, nunca hubo algo así. Eso es lo que la gente ha pensado, alguna gente, no todos, que había algo muy grave que no se podía saldar. Si hubiera sido así, no estaríamos hoy reuniéndonos. Lo que hubo fue un desgaste humano lógico, y este descanso fue necesario. Podrían haber sido cinco, diez años, fueron veinte; así se dieron las cosas.
P. G.: –Es como las telenovelas, la gente se hace el bocho y se arma una historia cada vez más grande, que no se puede parar. Nunca estuvimos peleados, sí desgastados. Supongo que una de las cosas que también influyó fue que nos gustó el asunto del solista, cuando largamos cada uno nuestras carreras. A mí personalmente me fue muy bien como solista.
–Pero no tan bien como con Los Olimareños...
P. G.: –No, no necesariamente fue así. Como solistas seguimos con la misma intuición para elegir repertorio, para captar canciones importantes, necesarias, trascendentes. Pero yo no diría que me fue peor que con Los Olimareños. Los que pasa es que Los Olimareños encierran una historia muy pesada detrás y eso, inevitablemente, queda guardado en la memoria.
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