MUSICA › ENTREVISTA A JORGE SERRANO, EL SOLISTA DE LOS AUTENTICOS DECADENTES
Hoy llega a las bateas Alamut, un disco que bien podría ser de los Decadentes, pero lleva su firma. Serrano habla de su manera de componer, de su relación con el público y de su lugar en el mundo de los artistas. “Yo no me creo poeta, hago canciones”, subraya.
› Por Roque Casciero
La señora que camina por Balcarce no tiene idea de quién es ese tipo al que le están sacando fotos, ni por qué a su alrededor hay tanta gente. Pero seguro que en alguna fiesta, la misma señora bailó hasta el agotamiento con “La guitarra” y “Corazón”, y es muy probable que su marido haya cantado en la cancha –con letra ad hoc– la melodía de “Loco (Tu forma de ser)”, hitazos de Los Auténticos Decadentes firmados... sí, por el tipo al que le sacan las fotos en esta tarde fría de agosto. Jorge Serrano, que de él se trata, está acostumbrado a esta situación y, de hecho, la disfruta. “Me siento querido y reconocido como autor, pero no tanto en la calle, gracias a Dios”, suelta con una sonrisa en la que es notorio el alivio. “Tengo sólo la parte linda, porque me reconocen mis pares y las personas a las que les gustan mis canciones, pero no sufro la molestia de ser conocido. Me tocó sólo la parte buena de la popularidad.” Serrano siempre se paró a un costado del escenario y, aunque por un rato se corra al centro para cantar alguno de sus hits, está más cómodo cuando las luces no lo enfocan tanto. Pero eso podría cambiar a partir de hoy, porque llega a las bateas Alamut, su primer disco como solista. “No va a pasar nada”, (se) tranquiliza Serrano, quien reside desde hace años en Villa Gesell. “Eso está en uno, en la actitud de cada uno. Bah, a lo mejor lo digo porque no soy tan glamoroso como para provocar histeria.”
En “Tímido”, la canción que cierra Alamut, Serrano (alias “Perro Viejo”) parece describirse: “Cuando ves a mucha gente junta/ yo seguro estoy en la otra punta/ y si fijan su atención en mí/ es entonces que me quiero ir”. ¿Cómo se condice eso con un cantante y compositor que forma parte del combo fiestero por excelencia? “Por un lado, los Decadentes lograron que supere eso, a pesar de que sigo prefiriendo evitar la exposición o ser el foco de atención”, explica Serrano. “Además, la canción habla un poco de mí, pero ninguna de las que escribo es como para tomar como autobiográfica. También tiene que ver con lo que imagino de otras personas, por más que use la primera persona.”
–En cambio, en “Babia” le canta a alguien cuyo “deporte preferido es la siesta digestiva entre comidas” y usa la segunda persona, pero ya dijo que se hablaba a usted mismo.
–Sí, ése soy yo. El personaje termina viéndose entre líneas, pero nada es literal.
–Lo cierto es que sus canciones generan identificación en la gente. ¿Por qué será?
–Primero, porque es sencillo el maquillaje: las palabras son entendibles, todo está hecho con mucha depuración, sin oscurecer. A veces, como en “Babia”, en broma para conmigo mismo, uso palabras raras a propósito, porque nunca hablo así. Tiendo a la universalidad y me gusta darle a la gente canciones para que se lleve silbando, que una chica pueda cantar igual que un hombre. Y lo hago instintivamente. Pero me encanta que alguien se me acerque y me diga que puse palabras simples a algo que esa persona quería expresar. Ese es el mayor elogio que puedo recibir.
Las canciones de Alamut –de las cuales varias tienen destino de hit– bien podrían haber sido parte de un disco de los Decadentes. De hecho, varias fueron escritas para la banda pero no quedaron en los discos. Y cuando se acumularon unas cuantas –entre las que estaban “Lóbulo frontal”, “Emociones negativas”, “Fósforo” y “Tímido”–, Serrano sintió que era hora de publicarlas como solista, pero sin cortarse solo: no las presentará por su lado, sino que las cantará en los shows decadentes. La idea del álbum comenzó hace varios años, pero los tiempos de la banda, sumado al hecho de que Serrano no es de los más prolíficos, hicieron que se retrasara. “Siempre estamos tocando, de acá para allá, más tarde hay que grabar el disco, después vienen las vacaciones y quiero parar. Además, de un tiempo a esta parte están aportando más canciones todos, entonces naturalmente quedan afuera más canciones de todos. Para el disco anterior elegimos entre ochenta, así que supongo que pronto saldrán discos solistas de los otros también. El momento fue porque había una ventana de tiempo: estábamos haciendo el dvd (Somos), que no lleva la misma dedicación que un disco de estudio, y dije ‘Este es el momento’. Lo hice medio en secreto, porque no quería comprometerme a nada: siempre dudo sobre si voy a poder hacer una canción más.”
Una semana en Gesell les bastaron a Serrano y a La Mosca Lorenzo (percusionista de los Decadentes y productor de Alamut) para darle forma básica al disco. El cantante tocó casi todos los instrumentos –incluidos violín y theremin–, aunque confió en La Mosca para la batería y en Martín Aloé para los bajos. La banda en pleno se encargó de los coros de “Hay que cantar y bailar y reír”, una canción con destino tribunero y de programa de televisión de la tarde, donde también participa un yodeler (ese canto tirolés a lo abuelo de Heidi se llama yodel). “El disco se armó con las canciones que me habían quedado más la cosecha 2008 y medio que tomó personalidad solo: hablo mucho de mí”, reconoce Serrano. “Me di cuenta de que alguna de esas canciones no quedaban con los Decadentes porque eran demasiado personales. ‘Emociones negativas’ casi lo grabamos en Club Atlético Decadente, pero los discos de la banda son un balance de varias cosas.”
–Sus compañeros siempre reconocen el peso que tienen sus canciones en la banda.
–Es que al principio componía yo solo, entonces, de alguna manera, algunos de los que ahora son autores se formaron escuchando canciones mías. Pero ahora hay un montón. El próximo disco de los Decadentes ya tiene nueve canciones listas y yo todavía no hice ninguna. Tengo que ponerme las pilas porque estoy muy atrasado, aunque el disco puede salir sin necesidad de mis canciones y eso es muy bueno.
–¿Cuándo saldrá?
–En marzo. Por Alamut me tomé una especie de licencia durante la cual no aporté para nada, y no voy a decir que me siento culpable, pero sí atrasado. Ellos siguieron ensayando mientras yo seguía enloquecido con esto, no me hincharon las bolas, pero ahora terminé y me encantó volver a mi lugar de siempre, a no tener que hacerme cargo de todo...
–Usted se encargó hasta del arte del disco, incluso diseñó la tipografía de la tapa. ¿No le encontró el gustito a hacerse cargo de todo?
–Bueno, lo del arte en un momento lo puteé. Pensé: “¿Para qué me metí en esto si soy músico? ¿Qué estoy haciendo?” Al principio pensé en sacar cualquier foto, pero después no me gustaban los colores o cosas así. Hasta que hubo como un quiebre, le encontré la vuelta y empecé a divertirme otra vez, pero me costó un montón de esfuerzo. Encima no tengo buena vista, entonces no veo en el visor de la cámara las fotos que saco, tengo que esperar a bajarlas en la computadora para ver si están buenas o no. Pero estuvo divertido. Aparte, la idea era mantener lo casero, porque empezó en mi casa.
–¿Qué significa la escultura de la mano que puso en la foto de tapa?
–No tiene un significado especial, pero me tira la onda que es una mano que saluda y al mismo tiempo pone una especie de freno al acceso a la intimidad. Y lo que se ve atrás es el fondo de pantalla de mi computadora. Hay muchos elementos que remiten a cosas que veo cotidianamente, pedazos de mi estudio, cosas que tienen significado para mí.
–Usted es reconocido como compositor, pero no se habla mucho de sus virtudes como cantante.
–No me considero un cantante muy bueno, pero sé que comunico. Siempre puse mucho énfasis en que se entienda lo que canto. Parece una pelotudez, pero no lo es. Y es lo que logró el puente de comunicación con la gente. Además, el hecho de no ser un excelente cantante genera una familiaridad. Eso tiene que ver con la propuesta de los Decadentes: no nos presentamos como gente a quien idolatrar, sino como iguales. Esa actitud es lo contrario al estrellato y me encanta.
–En Alamut canta en registros diferentes.
–Además me di el gusto de hacer las armonías de voces.... Cada vez que digo una palabra, la paladeo: quiero transmitir y que se entienda. Al mismo tiempo, decidí no poner las letras para que esté la posibilidad de escuchar algo mal, que es algo que me causa gracia porque le da otro significado a la letra. También quiero que la gente escuche las canciones en lugar de leerlas. Hay un poco de maldad de mi parte en no poner las letras, porque es como decir “ahora todo el mundo se cree poeta”. Yo no me creo poeta, hago canciones. Quiero que se escuchen así y si no se entiende algo, bueno, después de todo es español, ¿no? Y hemos escuchado tanta música sin entender lo que dice la letra...
–¿Cómo se le ocurrió hacer “Lóbulo frontal”? No es lo más común escuchar que una cumbia hable sobre el libre albedrío.
–(Se ríe.) Me gusta la cumbia, aunque no la consumo tanto, y me encanta la humorada de poner en ese género una letra así. Está bueno producir el cortocircuito, hacer que haya que replantearse las categorías. Además, la letra dice cosas, pero con un barniz de liviandad, como para que no sea tan acartonada. Apareció porque en un diccionario de filosofía leí una definición del libre albedrío, precisamente, donde decía que aparentemente estaba localizado en el lóbulo frontal, que es el que maneja las cosas de la voluntad. Eso me disparó la canción.
–La letra más oscura es la de “Abismo”. ¿Qué sentimientos evocó?
–Esa es una de las nuevas y habla sobre la impermanencia de la materia, de lo corto de la vida, de que uno es un puente entre el nacimiento y la muerte: hay dos eternidades y la vida es un chispazo en el medio. Pero la canción también habla de mi proceso creativo: eso de que a veces veo una medusa fluorescente es como el principio de una idea. Cuando trato de componer no estoy seguro de que vaya a poder hacer otra canción, o sea que voy a un vacío, al abismo del que hablo, un lugar al que voy a buscar una idea. Y la idea es un puntito de luz, la punta del ovillo de donde va a salir una canción.
–Después de pasar por el “Abismo” usted sostiene que “Hay que cantar y bailar y reír” y cierra confesándose “Tímido”. Muchas sensaciones encontradas...
–El orden fue a propósito y fue lo último que hice. “Hay que cantar...” la había hecho para los Decadentes. Como quería tenerlos en el disco y como no soy precisamente el más sociable en esta etapa de mi vida, dije: “Bueno, esta canción me la van a cantar ellos a mí llamándome a la acción, como si me dijeran que no me quede a un costado porque hay que salir a tocar”. Es una forma de tenerlos en el corazón y la cabeza, y que queden en el disco para siempre. Por eso me armé un paneo de cómo los tengo en el escenario: en cada frase del estribillo levantamos el volumen un poquito a cada uno. Esa canción, que es una celebración de lo gregario, termina con una puerta que se cierra y empieza “Tímido”, que es como alejarme del bullicio y meterme en mi santuario, en mi parte introspectiva.
–“Hay que cantar...” recuerda a las canciones de Gaby, Fofó y Miliki.
–Y sí... Es circense. La hice para los Decadentes...
–Que son como un circo ambulante.
–(Se ríe.) Sí, porque somos medio Gaby, Fofó y Miliki, no es tan raro. Me gustó mostrar que eso también es parte de mí, porque algunos tienen el estereotipo de que yo tendría que hacer un disco serio, romántico u oscuro. Esas canciones están, pero es como decir: “También tengo mi liviandad, la disfruto y la defiendo, y soy parte de esto”.
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