MUSICA › A LOS 79, OSVALDO PEREDO GRABó SU PRIMER DISCO “ARGENTINO”, LLAMADO SIMPLEMENTE TANGO
Su vida se repartió entre oficios varios, un sueño de futbolista que lo depositó en Colombia y un presente feliz. Personaje de otra era, el cantor aboga por evitar los clásicos y redescubrir temas que no conocen las nuevas generaciones.
› Por Cristian Vitale
“Chamuyamos de parado, ¿no?” Cuánta verdad fáctica, inmediata, encierra esta frase. La cocina del boliche de Roberto es un pequeño habitáculo de cuatro paredes que no supera los dos metros cuadrados. Entran una silla más una mesa pegada a la pared. Y no es posible imaginar cinco personas adentro... Cuatro, con toda la furia: fotógrafo, cronista, el cantante de tango Osvaldo Peredo y su guitarrista, todos amuchados. Sustantivo y primero: no queda otra que chamuyar de parado. Segundo: Peredo sugiere porque puede. No importa que acabe de cumplir 79 años. El puede, por estado y ánimo, permanecer media hora vertical, hablando; una más, cantando; y, tal vez dos más, tomando su bebida predilecta, Cynar con pomelo. “Va como piña, ¿lo probaste?”, murmura. Tercero, el verbo: ¡Chamuyar! Que a alguien le salga con tanta naturalidad habla de un perfil sin vueltas. Peredo es tanguero, porteñísimo de Boedo, un pedazo de historia que resiste ante los embates multidireccionales del nuevo orden. “Yo crecí en otra cosa, pibe, tomé otras mamaderas. Buenos Aires era otra cosa, ahora está llena de palabras en inglés... Nos metieron las películas y nos fue cambiando hasta el chamuyo. ¿Qué es un bonus track?”, se sonríe, picante.
–Pero en su disco figura la palabra “videoclip”...
–Y bueno, me dijeron que no podía reemplazarse. Pero hay cosas que sí, che... ¿por qué “delivery” y no “comida para llevar”? Nuestro pueblo es muy novelero, todos queremos ser europeos.
El viejo Peredo habla así, en medio de un contexto cuya edad promedio no supera los 30, y que viste remeras de Bob Marley o Led Zeppelin. El boliche de Roberto, donde Peredo canta martes y jueves, es un refugio nocturno de rockeros bohemios que abrazan el tango, más que a la inversa; de gringos que le escapan al circuito mainstream y que, de donde provengan, necesitan del inglés para establecer un código mínimo de comunicación. Un boliche enclavado en Bulnes al 300 –en los lindes de la plaza Almagro–, que data de 1894 y supo ser, en el pasado, una casaquinta devenida despacho de bebidas. “Acá, hace muchos años, se jugaba al truco todas las tardes, y luego se cantaban unos tangos... dicen que hasta cantó Gardel. Así era antes, hasta que lo agarraron los jóvenes ¡y le daban hasta las siete de la mañana! Era una lucha”, se ríe. Peredo canta de pie, sobre una tarima de uno por uno, secundado por Leandro Nikitoff, el guitarrista. El espacio reducido le permite mirar a los ojos de cada quien, mientras desgrana –sin micrófono y con voz impar– las ricas piezas que pueblan Tango, su primer disco en Argentina: “Olvido”, de Rubistein y Amadori; “En las sombras”, de Mora y Meaños; “Sin lágrimas”, de Charlo y Contursi. “Tangos que me gustan de toda la vida, ¿viste?: para mí, el fuerte es tratar de salirse de los tangos clásicos. Hay veces que me dicen ‘qué lindo tango éste’ y yo contesto ‘me parece que está un poco tocado, lo escuché mil veces’. Por ejemplo ‘Como dos extraños’. ¿Cómo puede ser que para muchos sea una novedad? ¡Laurenz y Contursi, viejo! ‘Una tarde cualquiera’ también: fue furor en los ’50 y me preguntan si es nuevo”, se enoja Peredo.
El cantor, que define su disco como un berretín, como un capricho de trasnoche, nació en 1930 en Loria e Independencia, trabajó en el Servicio Meteorológico Nacional y en una fábrica de bolsas. También de vendedor de libros, albañil, tachero y cuidacoches. Llegó a jugar en las Inferiores de San Lorenzo allá por los ’40. En 1953, cuando ya había pasado por la orquesta “de laburantes” de José Zacanino, se fue a probar suerte como volante central en el Sporting Barranquilla de Colombia, pero quedó en el intento. “Cuando llegué allá hacía como 38 grados... un infierno. Entrené tres o cuatro días y tuvieron que enyesarme. Cuando mejoré, jugué un partido, cerró el club y me quedé en pampa y la vía.”
–¿Y qué hizo?
–Me quedé tres años cantando. Canté en Barranquilla, en Medellín, en Cali... incluso grabé varios discos de pasta, de esos que te rebanaban la cabeza si te los llegaban a tirar (risas). Por eso digo que éste es mi primer disco en Argentina. No soy de conservar y lo que grabé se perdió. Desapareció de las grabadoras y no lo vi más. También estuve cantando en Venezuela y, cuando volví al país, en 1959, el tango era cosa de viejos. Me decían viejo porque lo cantaba. ¿A vos te parece? Mirá hoy... ¡Los pibes están enloquecidos con el tango!
Los pibes adoran a Peredo. La mayoría de los invitados del disco, incluso, son exponentes del nuevo tango: 34 Puñaladas, Ariel Ardit, Ramiro Gallo, Lucía Martínez... El canta con y para las nuevas camadas. Sintoniza, pero no se niega. “A mí me gusta lo que está pasando, pero falta mucho. Cuando cantaba en la Orquesta de Pompeya había como mil grupos en el país, pero ahora no veo muchos bandoneones. Aparte, antes los compositores eran poetas, no letristas... habría que hacer un esfuercito más.” Peredo cuida la voz dos veces por semana con un profesor de canto, hace yoga y, hasta no hace mucho, se animaba a jugar al Fútbol 5. “Bah, en realidad iba a caminar la cancha, pero en el último partido me decepcioné. Pensé en comprar una camiseta fosforescente y una peluca, porque no me pasaban una pelota”, se ríe.
–¿Y es de Huracán o de San Lorenzo?
–Soy de San Lorenzo a muerte, pero me hubiera gustado que Huracán saliera campeón porque jugó bien el campeonato pasado. A esta altura de mi vida me gusta ver a un equipo que juega bien. Veo dos pibes en la calle pateando una piedra y me paro. De fútbol sé un montón... acá no hay vueltas: el tango es tango, y el fútbol es fútbol.
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