Mié 18.01.2006
espectaculos

MUSICA › KRAFTWERK: “MINIMUM-MAXIMUM”

La máquina, como recurso humano

El DVD doble de la banda alemana permite asomarse a una inquietante experiencia visual y auditiva.

› Por Roque Casciero

Los alemanes Kraftwerk no sólo son a la música electrónica lo que Los Beatles al rock: además fueron los primeros en pensar en trasladar al escenario las creaciones en las que la máquina tiene tanto de incidencia como el hombre. La estética del cuarteto fue tomada como una biblia –casi tanto como sus descubrimientos sonoros, rítmicos y melódicos– por varias generaciones de artistas del tecno, al punto de que es extraño encontrar alguno que no proponga un contrapunto visual –en especial con películas proyectadas en pantallas– a las notas que generan con computadoras portátiles de última generación u obsoletos (y maravillosos) sintetizadores analógicos. Pero el trabajo de imágenes de Kraftwerk, con su germánica precisión, se destaca sobre el resto no sólo por el hecho de haber sido pionero sino porque complementa el concepto de las canciones al punto de quedar íntimamente ligado en la memoria de los fans.

Además, los conciertos del cuarteto son notables, por más que algún troglodita pueda describirlos como “unos tipos parados detrás de computadoras”. Claro que no se verá a Ralf Hütter y Florian Schneider (el núcleo del grupo) rompiendo mouses ni arrastrándose por el piso. La iconografía de Kraftwerk no abreva de esos clichés. En todo caso, crea los propios: el movimiento de los músicos es mínimo, las emociones parecen haberse suprimido, la única frase que se pronuncia es un “gracias” al final... Buenos Aires recibió dos veces a Kraftwerk. En 1998, cuando parte de los míticos estudios Kling Klang, en los que la banda grabó sus discos, había sido empacada y rearmada sobre el escenario de Obras; y en el 2004, cuando el traspaso del archivo sónico del grupo al formato digital estaba ya terminado y hacía falta poco más que unas laptops para desatar un show robótico y gélidamente intenso. Para la época de la segunda visita ya estaba listo el dvd doble Minimum-Maximum, que acaba de ser publicado aquí como media naranja perfecta para el disco en vivo del mismo nombre, y que se parece mucho al concierto que el público argentino cerró al grito de “Olé olé olé olé, Kraftwerk, Kraftwerk”.

La paradoja es que sentarse frente al televisor a ver Minimum-Maximum tiene más en común con lo que significa experimentar un show de los alemanes que lo que sucede con la mayoría de los DVD grabados en vivo. Aquí, las cámaras nunca se detienen en el público –un cliché más de las filmaciones de recitales–, a lo sumo se ven las siluetas oscuras recortadas sobre la luz de la pantalla de fondo. Y, signo de los tiempos, las lucecitas de los celulares que “inmortalizan” el momento en una foto (de bajísima resolución... ¡el anti-Kraftwerk!). Hay muchos planos abiertos del escenario, como si se viera el concierto desde el pullman de Obras, que se parecerían demasiado a postales si no fuera por las imágenes de la pantalla. El movimiento no está en los músicos sino en las canciones, en las líneas melódicas y rítmicas que se entremezclan, en la temática que cruza al hombre con la máquina o que destila las palabras (prescinde de casi todos los verbos y artículos, por ejemplo) para transmitir con claridad las ideas. Eso se reafirma en la pantalla, detrás de los músicos. Allí Kraftwerk completa su idea del movimiento. Puede ser con añejas filmaciones en blanco y negro de autopistas alemanas (para Autobahn), de ciclistas en la carrera más famosa (Tour de France) o de vagones de tren (Trans Europe Express). También hay movimiento en la repetición de palabras, siempre en tipografías que hacen pensar en cómo se imaginaba el futuro en los ’70. “Radioactivity”, “Machine”, “Electro-kardiogram”. Unos pocos sustantivos combinados con una melodía memorable pueden dar como resultado una gran canción.

Para ser un DVD doble, la falta de material extra (sólo hay una versión de Aero Dinamik en una entrega de premios) es un punto negativo. Minimum-Maximum es un show en vivo grabado, eso es todo. Pero cada track tiene un tratamiento visual especial, que complementa las variaciones que Kraftwerk propone sobre el escenario. De pronto las imágenes del fondo pasan al frente, lo que provoca un efecto parecido al de los conciertos: a veces atraen más las antiguas modelos desfilando (The Model) que ver a cuatro señores cincuentones que manipulan su arsenal. De repente, ellos aparecen dentro de la gráfica que representa a una calculadora (Pocket Calculator), súbitamente convertidos en teclas. En The Robots los músicos son reemplazados en el escenario por cuatro ciborgs, mientras el público estalla. Y después vuelven con sus trajes surcados por líneas de neón verde (los de la tapa del DVD), hasta que se despiden con Music Non Stop en la que cada uno de ellos ¡hace un solo! Son pocas pero jugosas las ocasiones en las que la cámara se ubica a un costado de la mesa de operaciones de alguno: entonces hasta el más tozudo deberá entender que sí, que esos señores alemanes están tocando y que, pese a que la propia banda suscribe a la idea del hombre máquina, cada concierto de Kraftwerk es único e irrepetible.

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