Jue 15.10.2009
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MUSICA › PINOCHO ROUTíN VUELVE A LA ARGENTINA A PRESENTAR SU CUARTO DISCO, FLORES

“Un día sin murga es una amargura”

El cantante uruguayo, quien fue parte de la banda de Jaime Roos, asegura que en este álbum pudo meterse con “cosas auténticas”. Lo mostrará en vivo esta noche en El Cubo.

› Por Cristian Vitale

Entre otras cosas, Daniel “Pinocho” Routín vio nacer desde adentro “Brindis por Pierrot”, la canción más popular de la historia de la música popular uruguaya. “Estaba cuando se tocó por primera vez en el Club Tabaré, con un nylon sobre el mostrador. Estaba en el coro”, dice él, encendido. Pero también estuvo en otros mil lugares: en Falta y Resto, cuando volvió la democracia al país celeste; en las murgas Justamente Risas, La Reina de la Teja y A Contramano; en los carnavales de Buceo y Playa Pascual, sus barrios; en los dos discos de Canario Luna que pasaron a la historia (Todo a Momo y Siempre es carnaval); en la banda de Jaime Roos desde aquel recordado disco en vivo grabado en La Barraca (Esta noche, 1989) y Contraseña, con todo lo que hubo en el medio: Estamos rodeados, Cuando juega Uruguay, La Margarita, El puente, Si me voy antes que vos y el otro en vivo de Roos que pateó el tablero, el Concierto Aniversario en el Teatro Solís. Es que Pinocho lleva treinta años de agite y tesis aprobada en carnaval de los barrios. “Desde que tengo uso de razón amo la murga. Los días de lluvia, en carnaval, eran como días de duelo para mí. ¿Sabe lo que era no ver el tablado? Un día sin murga es una amargura tremenda”, jura. El cantactor –porque también actúa– está en la Argentina por enésima vez, ahora para mostrar disco propio, Flores. Será por tres: hoy a las 21, en El Cubo (Zelaya 3053), mañana en la Sala Lavardén de Rosario y el sábado en el Ciclo de Música del Alma de Maipú.

Flores es el cuarto disco solista de Routín, si se incluye Murga Madre –-que grabó junto a su otro yo, Edú Lombardo–, e implica una segura plataforma de aterrizaje para todo lo aprehendido en su devenir. Un fresco de música uruguaya que no desdeña ningún aire rioplatense –de la risa al llanto– pero apuesta a más. En sus palabras, un disco de búsqueda y tradición, distinto de Peligro de murga, que grabó en medio de su etapa roosiana. “Se nota que pasaron once años –asegura–. Aquél era una mezcla de murga y jazz rock. Tenía una banda numerosa, con batería de murga (redoblante, bombo y platillo) y una formación rockera: bajo, guitarra eléctrica, sintetizador y coro murguero. Flores, en cambio, es un disco más acústico. Incursiono en algunos géneros que nunca había cantado, como zamba y milonga. También hay tango, murga-canción y un par de cuplés.”

–Una mezcla pero de otro tipo. Menos sofisticada, tal vez...

–Por un lado, lo considero un disco de búsqueda; por otro, una pata más de lo que vengo haciendo. El carnaval te permite una cosa más de ficción y desdoblamiento... Ya de pique y por su cuestión visual, de maquillaje y vestuario, uno se coloca desde otro lado. Un disco de estas características permite mostrar mejor algo que tiene que ver con uno mismo, con una cosa auténtica.

–¿Qué es esa cosa auténtica? Muchos músicos uruguayos expresan una tensión entre la “uruguayidad” y lo universal, que a menudo resulta en una estética única...

–No sé si es general, pero a mí me pasa que no tengo un sentido cortante de “pertenencia” a una música. Me pasa con la chacarera... Diría que es uno de los géneros que más me emocionan, y no soy santiagueño. Debe ser porque me ocupan mucho la cabeza las músicas de barrio, las que están hechas por la gente de la vuelta de la esquina. Son las expresiones de los vecinos, de la cortita, que pasan inadvertidas para los medios, pero que circulan permanentes.

De “la cortita”, Pinocho también aprovechó contactos y nutrió de nombres de peso al disco: Gustavo Etchenique, los hermanos Ibarburu, Rubén Rada, Urbano Moraes, Gustavo Montemuro, Freddy Bessio, Hugo Fattorusso y Fernando Cabrera, entre otros. Un seleccionado deluxe que se traduce en la riqueza de matices que conlleva Flores. “Aprendí mucho de tipos como Rada, Mateo y Cabrera, que hacen de cada canción una maravilla. Son mis guías”, dice Pinocho.

–¿Cómo se impregna la experiencia con Jaime Roos en sus composiciones?

–Bueno, se pone bravo componer una murga después de las cosas que hizo Jaime. Igual, queda esa luz en el camino que indica que nunca está todo hecho, que también hay muchas formas diferentes de decir lo mismo. Creo que sin darme cuenta aprendí mucho de la canción como pieza, como eso que uno saca de adentro... Estructura, puente, introducción, estribillo, en fin.

–¿Por qué dejó la banda de Jaime Roos?

–En realidad, Jaime hizo un quiebre hacia otra forma de canto y tuve que irme, pero soy un eterno agradecido. Viví momentos clave como haber participado en “Brindis por Pierrot”. Visto a la distancia, es como haber cantado en “El día que me quieras”. Caminaba por la calle y sonaba en todas partes: estaciones de servicio, almacenes, casas, taxis. Nunca vi nada igual en mi país. Era una época de muchos fervor popular... “Adiós Juventud”, “Los futuros murguistas”, las murgas que habían sido símbolos de resistencia... Inolvidable.

–A propósito, se acercan las elecciones y uno de los candidatos, el Pepe Mujica, es un emblema de esa resistencia. ¿Va a votarlo?

–Soy frentista desde siempre y, obviamente, le voy a poner mi voto. Tengo la esperanza de que el Frente pueda estar cinco años más en el poder. Es cierto que hay cosas para cobrarle al gobierno, pero en materia de cultura, salud, vivienda y educación se han hecho cosas que nunca antes se hicieron. Hay una mirada sensible hacia los que no tienen de dónde agarrarse.

–¿Lo dice como militante más comprometido o desde el sentido común?

–Bueno, la política es una cosa que a mí me rechina un poco. Por eso, me inclino por políticos con sensibilidad. Lo que espero de un gobierno no es lo que yo necesito porque, de última, me considero un privilegiado, simplemente espero por otros que sí están una situación comprometida.

–¿Confía en que con Mujica se profundicen los cambios?

–Confío mucho. Primero, porque es un tipo que ha puesto su vida en juego por una idea y eso es de gran valor. El no cayó en paracaídas para aprovechar un momento, sino que es un luchador social con cincuenta años de trabajo. A mí me asegura una mirada hacia las clases bajas, porque no resisto ver gurises comiendo del contenedor ni golpeándote la puerta para pedirte juguetes... ¡Juguetes! Creo que eso es más grave que pedir comida.

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