MUSICA › TANGHETTO PRESENTA EN VIVO SU áLBUM EL MIEDO A LA LIBERTAD
El dúo conformado por Max Masri y Diego Velázquez, con más éxito en el exterior que en la Argentina, reniega de los prejuicios contra el género, y con eso tiene que ver el título de su álbum. El concierto es esta noche, en el ND/Ateneo.
› Por Cristian Vitale
Erich Fromm pensó una vez que la libertad era despegarse del mandato social. Era afrontar el miedo y el aislamiento como efecto y, por tanto, casi una utopía: pocos podían paladearla, todos se sometían o a un líder protector o a un paradigma, o a un grupo donde socializar la individualidad. El pensamiento bajado a libro se llamó El miedo a la libertad y es obra clave entre las 32 que el psicólogo y filósofo alemán escribió en su vida. Setenta años después, Max Masri, músico argentino formado por Virgilio Expósito, reparó en esa vieja lectura de adolescencia para aplicarla al terreno que le toca: el tango. Junto a Diego Velásquez, su compañero en el grupo Tanghetto, pensaron que su visión del género era, precisamente, despegarse de su mandato. De su ortodoxia. Era escaparse por un camino poco explorado para paladear la libertad. “Con el tango siempre estamos viviendo esa situación en la que quizá transgredir ciertas normas atenta contra algo... Eso me hizo acordar al libro de Fromm y a partir de ahí desarrollamos todo el concepto, que va más allá del tango. Va con la vida”, dice Masri. El tercer disco del dúo se llama precisamente El miedo a la libertad y lo que ambos hacen, en concreto, es profundizar lo que el mandato esquiva. “Lo aprendí de Virgilio, que era un tanguero abierto, porque componía todo tipo de música –extiende Masri–. El me inspiró a no cerrarme, me marcó esa libertad de poder experimentar sin miedo. Fue como el punto de partida.” El miedo... trae eso que se llama electrotango, o tango visto con ojos de homo tecnologicus: doce piezas de punchi-punchi tanguero, que el dúo presentará hoy a las 20.45 en el ND Ateneo (Paraguay 918), con Virginia Inocentti y el bailarín Horacio Godoy como invitados.
En 1998, tres años después de cortar con Expósito –fue su último alumno–, Masri trenzó afinidades con Velásquez. El primer disco fue Emigrantes (2003), fruto de las vivencias del bandoneonista en Alemania; al año llegó Hybrid Tango, una fusión extendida hacia el jazz y los ritmos sudamericanos; y luego de dos años trotando por el mundo, se editó El miedo... El disco contiene nueve temas propios y tres versiones de canciones que no proceden del tango, para reforzar la idea de libertad: “Sweet Dreams”, de Eurhytmics; “An Englishman in New York”, de Sting, y “Cantaloupe Island”, de Herbie Hancock. “Traerlas al tango fue un desafío, invertir las cosas. Si se le aportan elementos electrónicos al tango, ¿por qué no se les puede aportar tango al rock o al pop rock? Es como un doble juego que surgió de zapadas y experimentaciones, un intento gratificante”, afirma Masri.
–Y riesgoso... Ustedes parecen tener más éxito en el exterior que acá.
–Depende qué se entienda por éxito. Comercialmente, nuestros discos tuvieron éxito en Argentina: dos discos de platino, uno de oro, en fin... Pero es cierto que la repercusión de nuestra nueva propuesta es tibia. Hay prejuicios con el electrotango. Recién ahora nos están pasando en los canales de música, hubo como un gran delay. Cuando en Estados Unidos fue la movida de Seattle, hubo como un empuje desde todos lados. Con el tango electrónico es más difícil. Para nosotros, lo que hacemos es música de Buenos Aires y nos sorprende cómo llega en el exterior, cómo emociona. Es un fenómeno que quizá no se traduce en el día a día en la Argentina.
–¿Molesta que los consideren moda?
–Sí. Mucha gente cree que esto es una moda, pero eso ya pasó. No es una moda.
–¿Por qué no hacen versiones de tangos?
–Cuando hicimos Emigrantes, todas las composiciones eran nuestras. La idea era hacer algo diferente a lo normal. Había 18 mil versiones de tangos tradicionales, o de Piazzolla, pero con el tiempo rompimos un poco con esa forma de ver las cosas. Ahora tocamos “Zita” o “Bahía Blanca” en vivo, y tal vez grabemos alguna para el próximo disco.
–En las fotos del disco, usted aparece al lado de un graffiti del Ejército Zapatista y una de las composiciones se llama “¿Alguien se acuerda del Mayo francés?” ¿Se trata de preocupaciones militantes, además de estéticas?
–Desde nuestro primer disco trato de poner en palabras qué inspiró cada tema, por lo difícil que resulta transmitir esa inspiración cuando se trata de un instrumental. Lo hago para que la gente se ubique y pueda sentir lo mismo, porque los temas que hacemos están muy inspirados en las cosas que vivimos. En cuanto a lo del Mayo francés, es porque hoy, en Buenos Aires, hay marchas todo el tiempo, pero son como ecos. No veo que haya un cambio real como en décadas pasadas. Digamos que los cambios verdaderos aún están por hacerse y los movimientos pasados a veces quedan como una postal lejana. Como las remeras del Che, ¿no? Los valores están bastardeados, no hay una respuesta real.
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