Dom 22.01.2006
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MUSICA › STEVIE WONDER, A LOS 55 AÑOS, HABLA DE SU CARRERA Y DE SU RELACION CON EL MUNDO

“Ocupo todo mi tiempo experimentando la vida”

Editó recientemente A time to love, su primer disco en diez años. Ferviente antirrepublicano, explica cómo sostiene en lo cotidiano lo que él llama el “compromiso para el amor”.

Por Louise Jury*

Cuando Stevie Wonder era chico, su padre acostumbraba decirle que había dos maneras de encarar la vida. Y en el mundo de Wonder, esa copa de vino fino está definitivamente medio llena. De visita en Londres para promocionar A time to love, su primer disco en diez años, la copa de Wonder terminó de llenarse el día anterior. “Tenemos que vivir hasta que morimos. En mi vida, prefiero morir viviendo que vivir muriendo”, dijo.

Pero, a pesar de su mantra positivo, 2005 fue uno de los años más duros en una vida que no ha sido nada fácil para el cantante y compositor, ciego desde su nacimiento. Aunque se rió y bromeó en la extensa conferencia de prensa en el Savoy, a la que llegó 45 minutos tarde pero en la que se quedó por hora y media, no pudo disimular del todo el dolor que lo persiguió en los años recientes.

Entre sus declaraciones sobre el triunfo de haber conseguido un feriado nacional en memoria de Martin Luther King y las alegrías de la vida familiar (tiene siete hijos), Wonder también habló de manera conmovedora acerca del descubrimiento, en el comienzo del milenio, de que tanto su hermano Larry como su primera esposa, la cantante Syreeta Wright, tenían enfermedades terminales. La muerte de ambos fue un duro golpe a su fe y contribuyó al prolongado silencio desde Conversation peace, su disco de 1995. “Fue un momento muy bajo en mi vida, sabiendo que mi hermano y Syreeta no estarían mucho tiempo más –dice–. Cuando esto sucedió, lo único que quería era un lugar de consuelo.”

Pero esas muertes no fueron la única razón del retraso del nuevo disco. Wonder nunca dejó de trabajar con otros músicos, como Herbie Hancock en el disco Gershwin’s world (Grammy en 1998) o la banda juvenil británica Blue. Y continuó expandiendo su familia, con otro hijo, Kailand, nacido cuatro años atrás, y Mandla, nacido el 13 de mayo, el mismo día de su cumpleaños. Su hija mayor, Aisha (de su matrimonio con Syreeta), inmortalizada en Isn’t she lovely hace 30 años, participa en un par de tracks del disco. “Aisha es una bendición, como todos mis hijos, toda mi familia”, dice. “La familia es muy importante, en ella se fue el tiempo que de otro modo hubiera gastado en la música. Obviamente, no estuve diez años haciendo A time for love. Estaba haciendo vida, experimentando la vida.” Además, quería que el disco estuviera bien: “No estaba satisfecho”, dice para explicar los retrasos. En lugar de asegurarse colaboraciones como la de su socio en Ebony and ivory, Paul McCartney, quería algo especial para la canción que titula el cd. Lo descubrió cuando trajo a bateristas de todo el mundo: le gustaba la idea de que, si personas de diferentes nacionalidades podían tocar juntas, también podían trabajar juntas y hacer de la paz una realidad. “Puede sonar fantasioso, pero es una cuestión de cuánto compromiso tengas.”

Wonder pide disculpas por la demora que llevó a que el disco, originalmente pautado para abril, apareciera finalmente en octubre. Pero la estrella, que lleva 40 años en la industria, también deja claro que la pausa entre un disco y otro no significa que se esté dejando estar. “Estoy planeando un disco de gospel, después uno de jazz, después uno infantil. Quiero hacer un musical y actuar en una película de (el rapper) 50 Cent”, bromea. “En cuanto a tocar, quiero tocar en algunos lugares chicos en Inglaterra y otros lugares este año, para luego hacer una gira grande.” Dice que quiere salir de gira como nunca ha salido, con un fuerte componente visual, y que está buscando a alguien que realice esa visión. Probablemente necesite alguien que lo haga bien: la reacción de la crítica a A time for love no fue abrumadoramente positiva (la del Sunday Times, por ejemplo, habló de “funk de fórmula” y “sentimentalismo banal”), y él da jocosamente las gracias “a quienes ofrecieron una crítica constructiva”. Pero al verlo en acción parece evidente que el sentimentalismo es natural en Stevie Wonder. Es de sospechar, incluso, que él ni se imagina cómo pueden reaccionar los cínicos ante su proclamaciónde que “el amor es la cosa más consistente en la vida, si lo dejás existir”. Y lo sostiene cuando dice que la música puede cambiar el mundo.

Pero cualquier sospecha de que el músico hace declaraciones dignas de una concursante a Miss Mundo queda desvaída frente a posiciones políticas muy lejanas a eso. Su punto de vista va en contra del humor predominante en su Estados Unidos natal, desde la investigación con células madres –de la cual está a favor– a la política, donde es un ferviente antirrepublicano. Sobre Africa, dice que Dios les dio innumerables fuentes naturales, pero que las naciones desarrolladas se las han llevado todas, sin dar nada a cambio. Dice que el continente no le debe nada a Occidente: “la realidad es que esa deuda ya fue pagada”. Y sobre la guerra, sostiene: “Nunca en la vida estuve de acuerdo con la guerra. Por lo que sé, no hay ningún lugar en la Biblia que hable de bombardear naciones, ni en el Corán se dice nada sobre aterrorizar a gente inocente”.

No es difícil concluir que, habiendo sobrellevado su discapacidad visual, Stevie Wonder tiene quizá un sentimiento de justicia social mucho más fuerte que algunas estrellas. Se mantiene leal a Motown, el sello en el que grabó toda su vida. Es generoso hacia otros músicos, elogiando a Beyoncé y la difunta Aaliyah. E insiste en que hay un lugar para la diversión y “las locuras” en la música, junto a otro material más serio. “No podés esperar que cada canción sea una de conciencia social”, dice.

Y en cuanto a su ceguera, es bastante práctico con respecto a la limitada esperanza que ofrece un nuevo tratamiento que su esposa descubrió en Internet. Sí, admite que visitó a un profesional en Baltimore para hablar de un proyecto sobre el implante de un chip que quizá le permitiría ver. Podría ser un candidato, aunque dejaría el paso a otros más apropiados para el experimento. “No hay nada más lejano a mis ojos que poder ver. Todavía necesitaré un chofer”.


* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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