MUSICA › CARLOS NúñEZ PRESENTA SU NUEVO DISCO EN LA ARGENTINA
En el flamante Alborada do Brasil, el notable músico gallego examina los vínculos entre su tierra y el Brasil, “la gran reserva de las antiguas músicas”. Hoy actúa en el Coliseo.
› Por Cristian Vitale
Algunas razones tenía Carlos Núñez, el flautista universal, “el Hendrix de la gaita”, para dedicarle un disco al Brasil. Por un lado, su bisabuelo, un tal José María Núñez que tocaba el bombardino y dirigía la banda de música de A Mezquita, su pueblo natal. Y que, en 1904, a los 30 años, se disparó hacia los misterios del Amazonas. “Siempre nos dijeron que lo habían matado por celos profesionales”, dice el bisnieto. Pero no, José María no había desaparecido. Había borrado sus pasos para transformarse en un carioca más. Abrasileñó su nombre –José Nunes–, cofundó junto a Chiquiña Gonzaga la Sociedad de Autores Brasileños y se convirtió en un faro de los carnavales de Río de Janeiro, durante los albores del siglo pasado. “Como siempre sospeché, él no se había muerto... había borrado sus pasos. Lo pillamos porque en un disco firmó como José M. Nunez. La Z española lo delató”, se ríe Núñez, genio y figura de la música celta. “A partir de ahí, descubrimos un personaje de identidad escurridiza... un bisabuelo digno de una novela.” La figura del viejo músico es uno de los cimientos en los que descansa Alborada do Brasil, sexto disco del flautista que, con “Maxixe de Ferro” –tema del bisabuelo– incluido, presentará hoy en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125).
Otro, claramente ligado, ancla en un hallazgo: las conexiones musicales entre Galicia y Brasil. Producido por Alé Siqueira (Tribalistas, Omara Portuondo, Tom Zé) y Mario Caldato Junior (Manu Chao, Beastie Boys y Chico César), Alborada do Brasil incorpora músicos clave de ambas geografías, los entrecruza bajo un mismo fin: de los Chieftains a Carlinhos Brown; de Lenine a Jaques Morelembaum; de Dominguinhos a Wilson das Neves. Traza un puente, simbólico pero real, entre ambas latitudes. “Un puente potentísimo, pero desconocido –refuerza Núñez–. Cuando los portugueses del norte desembarcaron en Brasil con la gaita, ésta se extendió. Hubo gaiteros brasileños negros e indígenas, y es cierto que con el tiempo la gaita desapareció, pero su alma sigue viva en la música popular brasileña, en el forró y hasta en la música caipira y sertaneja. Qué curioso es que en el sur de Brasil llamen gaita al instrumento que ocupó su lugar, el acordeón, ¿no?”, determina el hombre nacido en Vigo hace 38 años.
Núñez encaró un tozudo trabajo de investigación sobre las interconexiones musicales entre ambas regiones. Recala, para empezar, en aquella carta escrita por Pero Vaz de Caminha al rey de Portugal, donde el escribano conquistador cuenta cómo un gaitero recién bajado del barco transformó la tensión inicial entre indios y portugueses en una danza playera, interracial. “Aquel Portugal que llegaba a América tenía un gran peso del norte: la gaita y la lengua venían de ese antiguo reino llamado Gallaecia, que un día comprendió buena parte de la mitad norte de la península, incluidas la actual Galicia y el norte de Portugal. Hoy el Portugal oficial es más sureño, más árabe, lusitano, más de la guitarra y, por esa razón, los gallegos entendemos mucho mejor a los brasileños que a los portugueses de Lisboa.”
–¿Qué más descubrió durante los dos años que vivió en Brasil?
–Que Brasil es la gran reserva de las antiguas músicas y tradiciones de Gallaecia. Allí encontramos instrumentos medievales vivos que en Europa sólo podemos ver en esculturas, como el pórtico de la gloria de Santiago de Compostela. Esas tradiciones, a su vez, están mezcladas con el componente africano e indígena, lo que las hace aún más exitosas y universales. Brasil es como una Galicia del futuro... lleva quinientos años mezclando música celta, medieval, africana e indígena.
–Con choros, sambas, bossa novas y forrós, según el disco.
–Desde siempre quise explorar en las relaciones musicales, lingüísticas y etnográficas entre Galicia y Brasil. Mi misión fue sacar a la luz esa parte galaica y celta de Brasil que el mundo no conoce. La gente tiene un conocimiento parcial y típico del país que se reduce a los estereotipos africanistas, la bossa nova y el carnaval. Un poco lo mismo que le sucede a España con los toros y el flamenco... yo he tratado de dar un salto.
–El disco recorre muchos géneros del Brasil. ¿Qué expresiones le sorprendieron o motivaron más?
–Bueno... los brasileños son algo así como los trovadores del siglo XXI. Me interesó cómo han sido capaces de amoldar la melodía y la armonía europea al groove, el balanceo y el swing de la percusión africana. El disco abarca muchos sistemas de sonido, cada uno de ellos explora una conexión con Galicia y Brasil diferente. Imagine la cara de Jacques Morelenbaum cuando escuchó a The Chieftains tocar música nordestina o cuando Lenine, que es una estrella del rock pero profundamente enraizado, se vio rodeado de instrumentos brasileños en una sonoridad atlántica. Con la emoción, acabó confesándome que su abuelo era bretón y que él también tenía raíces celtas (risas).
–Una de las piezas de alto impacto en el disco es la que conjuga sus gaitas con lo más de veinte percusionistas de la Escola do Samba Beija Flor, de Río de Janeiro. ¿Cómo fue la experiencia?
–Absolutamente maravillosa. Ellos son los campeones de Brasil y ellos mismos adoraron la unión de sus percusiones con el sonido de las gaitas escocesas. Además, comparten con las Pipe Bands un sentido de la disciplina y la no improvisación que a priori no imaginamos en los brasileros. Hemos realizado una mezcla hasta ahora nunca acometida en Brasil: el poner a tocar juntos a una escola de samba de Rio, los percusionistas de Bahía y los “maracatús” del nordeste. Algo explosivo y novedoso.
–Haciendo un rastreo por su discografía, el trabajo que más parece asemejarse a Alborada, por método, es aquel que basó en su experiencia vivencial en Bretaña: Almas de Finesterra.
–Sí, de alguna forma ha sido muy similar, porque llegué a la conclusión de que la música brasileña es una creación colectiva, como la música tradicional. Es una de las músicas del mundo más enraizadas en su propia tradición.
–Tradición y raíces sin fronteras... suena paradojal.
–Es un tema, pero desde mi primer disco me he preocupado por explorar las conexiones de Galicia con la música celta, el flamenco, Cuba, Marruecos o Japón. He investigado la permeable frontera entre la música culta y la popular. Es algo que he vivido con mis maestros The Chieftains, y tocando con Sinead O’Connor, The Who o Marianne Faithfull... Hace mucho tiempo he aprendido a saltar las fronteras.
–¿Está pensando en indagar en otras regiones para un futuro disco?
–Acabo de grabar con The Chieftains y Ry Cooder un disco dedicado a las conexiones de Irlanda y Galicia con México. ¿Quién sabe si Argentina no será el próximo? Siento que, en el fondo, aún sigue siendo un país diferente. La saudade es un patrimonio argentino y es el único país del mundo donde la gente sabe lo que es un brasileño, un irlandés y un gallego. Además, los artistas argentinos tienen sueños de verdad, son los verdaderos hidalgos de la música. Ejemplo de ello son mis amigos: la recién desaparecida Mercedes Sosa, el tipo más generoso del mundo, León Gieco, y el virtuoso de la “gaita” argentina: el Chango Spasiuk.
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