Jue 04.03.2010
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MUSICA › MARIANO OTERO, EL NUEVO DISCO Y ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE SU LUGAR EN EL MUNDO DEL JAZZ

“Trato siempre de aprender, de saber más”

“No creo demasiado en la importancia de lo que hago, pero sí creo en la seriedad”, dice el músico, que esta noche en El Cubo mostrará cómo suena en vivo el material de Desarreglos, un disco que retoma el material de Walter Malosetti en clave de swing.

› Por Santiago Giordano

El inicio fue un encargo para el Festival de Jazz de Buenos Aires, que después se hizo disco para el sello Sony –que se presentó en la última edición del mismo Festival– y ahora es la mejor excusa para comenzar la temporada tocando en vivo. Desarreglos es un homenaje al gran Walter Malosetti que Mariano Otero estrenó a fines de 2008. Un sólido corpus hecho de versiones de temas del homenajeado y músicas originales del contrabajista y compositor. Un trabajo que, sostenido en la bien explotada riqueza de un noneto, mira la figura y la obra del guitarrista y maestro desde un lugar personal: el swing, declarado a través de un sólido despliegue instrumental. “Naturalmente se trata de un disco muy swinguero, ésa fue la idea primordial y no podía pasar por encima de uno de los principales rasgos del homenajeado”, dice Otero, que durante todos los jueves de marzo, a las 21.30, presentará Desarreglos en el Teatro El Cubo (Zelaya 3053). Con él estarán los músicos que grabaron el disco, prácticamente un seleccionado de las últimas generaciones de jazzistas argentinos: Juan Cruz de Urquiza (trompeta y fluegelhorn), Juan Canosa (trombón), Ramiro Flores (saxo alto y tenor), Rodrigo Domínguez (saxo tenor y soprano), Bernardo Monk (saxo tenor y alto), Martín Pantyrer (saxo barítono y clarinete bajo) y Oscar Giunta (batería). “Por razones logísticas, en los conciertos del teatro no estará el piano –que en la grabación tocaba el excelente Francisco Lo Vuolo–; en su lugar estará el guitarrista Patricio Carpossi”, señala Otero y agrega: “Existía la posibilidad de hacerlo con teclado, pero no nos convencía, no es lo mismo que el piano. Además, incluir la guitarra nos va a permitir experimentar, darle otra vuelta de rosca a lo que ya hicimos”.

Apoyado en el piano de su estudio, Otero habla, revuelve el café y se entusiasma con la idea del noneto. Hace unos días regresó de México, donde tocó en la 26ª Edición del Festival Alfonso Ortiz Tirado, presentando músicas de sus discos anteriores, arregladas para esa formación que según su parecer es la que mejor define su presente creativo. “El trabajo de orquestación cobra cada vez más importancia en mi manera de componer”, dice. “Por ejemplo, cuando surgió la propuesta del homenaje a Malosetti, después de hacerme una serie de preguntas decidí que el grupo instrumental sería un noneto; lo principal pasaba por indagar las posibilidades que me daba una formación de ese tipo, sobre todo si lograba poner a punto algunas combinaciones instrumentales. Así fue como en temas como ‘Pappo’s Blues’, algunos momentos de ‘Clifford’ o ‘El maestro’ pude obtener un sonido más de big band, llegando a esa textura a partir de la densidad armónica. Pero también quería lograr timbres propios, cosas más antojadizas, como en ‘Adiós Lala’, donde uso el clarinete bajo y pongo en juego algunas ocurrencias armónicas que están al borde. En ese caso pensé en Gil Evans, en esa manera en la que borroneaba los contornos de lo estilístico a partir de un manejo de las voces más sutil y minucioso.”

Con una presencia importante en el ámbito del jazz, una discografía notable por calidad y cantidad –seis discos en los últimos seis años, además de una importante cantidad de participaciones como invitado–, numerosos premios y nominaciones, Otero se autodefine como “un laburante”. Cuenta que retomó con energía las lecciones de piano, que sigue estudiando composición, que toca continuamente. Y asegura que en sus discos está el reflejo de ese estado de taller constante que sostiene su relación con la música. “Sacar un disco por año no es un gesto de ansiedad”, comenta. “Es más bien un desprendimiento, una marca que me permite ver dónde estoy parado”, asegura el contrabajista.

–¿Qué idea tiene para el próximo disco?

–Quiero grabar la música que escribí el año pasado, por ahí con el agregado de un último episodio. Siento que con esas obras encontré un lenguaje interesante. Las escribí para sexteto, si bien las pensé de manera más abierta. Por ahí estaría bueno agregar algo a esa idea y lo de un noneto empieza a pintarme más, por una cuestión de posibilidades expresivas que ando buscando.

–¿Siente que sus discos reflejan su evolución como artista?

–Percibo que hay un crecimiento técnico en cada disco. De Tres (SMusic, 2006) en adelante tomé conciencia de que necesitaba trabajar en sentido de un crecimiento, para asumir una actitud crítica que me permita superarme. La idea musical se forma en un ida y vuelta con las herramientas; cuantas más herramientas hay a disposición, más interesante será la ocurrencia. En este sentido busco dar un movimiento a las cosas, tratar de procurarme la mayor cantidad de herramientas. Objetivamente, el disco que está mejor escrito es el último, Desarreglos, y eso marca un crecimiento. De todas maneras, no creo demasiado en la importancia de lo que hago, pero sí creo en la seriedad.

–¿Cómo evalúa el momento actual del jazz en Buenos Aires?

–Como todos los géneros, el jazz tiene altibajos de distinta índole. Posiblemente la energía que generó el boom hace unos años no sea la misma hoy. De todas maneras hay una generación que se instaló, que sigue generando proyectos y está lista para cualquier cosa. En estos años todos crecimos de una manera u otra, y hoy cada uno se para desde su lugar. El tema es que no abundan los lugares para tocar y eso resta posibilidades para mostrar el propio trabajo.

–¿Cómo se caracterizaría usted dentro de su generación?

–Siento que en mi música hay algo que funcionó y que determinó la expansión de mi actividad. No sé bien qué puede ser, tal vez la cantidad de dedicación y trabajo que le puse.

–O el hecho de ser uno de los que más se ocupan de la escritura, en un género en el que muchas veces la improvisación suele considerarse lo más importante...

–En relación con la escritura se trata de una inquietud que tuve siempre y que comencé a desarrollar con los medios que tuve a mi alcance, siempre tratando de aprender más, de saber más. Escuchando mis discos puedo señalar todo tipo de defectos, pero seguro que en cada momento creí fervorosamente en lo que estaba haciendo.

–¿Siente que en su música el compositor desplaza al instrumentista?

–Escribo pensando en quién va a tocar, y tengo la gran suerte de poder contar con músicos excelentes que suman muchísimo a lo que escribo. Como intérprete, en una época tenía cierta angustia creativa, hasta que entendí que necesitaba hacerme cargo de mi crecimiento y de mi aprendizaje. El contrabajo es un instrumento muy denso, que demanda mucho. Hay que trabajar duro para sacar un solo, una melodía, tocar afinado; para ponerte en un lugar en el que el instrumento fluya en el grupo, se integre a la batería y al resto. Eso me generaba una pelea constante y mi mundo más creativo empezó a salir por otro lado, me marcó la necesidad de buscar y de controlar al máximo los parámetros de la composición.

–¿Más que la improvisación?

–Uno improvisa a partir del control de lo que tenemos entre manos. Es una forma de la honestidad. El compositor es un gran improvisador cuando las herramientas están al máximo. Para mí la improvisación es un elemento de la composición, y para descontrolar primero hay que controlar.

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