MUSICA › ANA PRADA PRESENTARá SOY PECADORA, SU SEGUNDO DISCO, EN EL ND/ATENEO
La uruguaya decidió dedicarse de lleno a su carrera como solista, hecha de canciones con poética sencilla y potente.
› Por Karina Micheletto
Soy pecadora, se planta Ana Prada desde el título de su segundo disco. Con este trabajo termina de plantarse, también, en un lugar propio dentro de la escena actual de la música rioplatense. El material del que está hecho ese lugar son canciones bellas, que pueden echar mano de ritmos como la milonga o el chamamé, el reggae o el bolero, de sonidos acústicos o de toques electrónicos, con una base poética tan alejada de rebusques como potente. Ahora Prada viene a Buenos Aires a mostrar estas canciones, hoy a las 23 en el teatro ND/Ateneo (Paraguay 918). Y viene con un trofeo especial de este adrenalínico oficio de cantar. “Oficialista con orgullo” en Uruguay, Prada cantó en el último acto de asunción de los legisladores, en las escalinatas del Palacio Legislativo de Uruguay. De allí se trajo el recuerdo de tres abrazos con Pepe Mujica, tras la actuación que, dice con orgullo, celebraba que por primera vez en la historia de su país las presidentas de las cámaras de Diputados y de Senadores son mujeres.
Si la de Prada son canciones poderosas –y la forma en que volaron a través del boca en boca lo demuestra– es, básicamente, porque traen algo nuevo para decir. Así quedó claro en Soy sola, el disco debut de Prada, con un aire más campero en el que asumía la identidad sonora de sus orígenes, en Paysandú. Una vez lanzado, no hubo vuelta atrás: si para esta mujer, que estudió psicología siguiendo un mandato familiar, la música era una forma de ganarse la vida (con sus talleres de canto, como integrante del cuarteto vocal femenino La Otra, cantando con Daniel Drexler o con Rubén Rada), a partir de entonces fue, directamente, una forma de vida. “Y ahí te quiero ver”, se ríe ahora Prada, en diálogo con Página/12. “Es que el primer disco tuvo tan buena recepción que superó todo lo que hubiera podido imaginarme. Después de ese recibimiento, uno tiene un poco de miedo de no colmar las expectativas. ¿Y ahora? ¿Me saldrán más canciones? ¿Defraudaré? Soy relativamente nueva en esto de la búsqueda de composiciones y el miedo a la sequía creativa siempre aparece”, dice la uruguaya.
–¿Y cómo superó ese miedo?
–Me mandé, nomás... A veces cuesta tomar decisiones que implican riesgos. Quiero decir, estaba muy tranquila dando mis talleres de canto grupal, con un sueldo fijo con el que podía planificar cómo llegar a fin de mes, con mi casa, mis perros... Y ésta es una opción de vida hermosa, que tiene mucho de libertad, pero también mucho de riesgo. Es un trabajo free lance, y lo económico depende exclusivamente de uno, de las ganas y la voluntad que le ponga; también de la suerte, por qué no. Implica también dejar un poco de lado aquello que antes era el arraigo: ahora ya no estoy tanto en mi casa, ando mucho en hoteles; eso por un lado es hermoso, por otro a veces cansador, estresante. Y a mis dos perros ya no puedo verlos más: tuve que dejarlos con amigos, porque ya no podía cuidarlos.
–Parece que anduvo haciendo balance...
–Y en el balance es infinitamente más lindo lo lindo, que feo lo feo, eso ni se discute. El oficio de artista tiene una adrenalina especial, incomparable; es un camino que ya no tiene retorno. Y aun así no dejo de preguntarme, cada vez que estoy por salir a un escenario: “¿Pero, qué hago acá? ¿Por qué no me puse un quiosco, y estaba más tranquila?”. Es pesado esto de que tengan que quererte siempre, porque si sos artista tenés que salir a gustar, a enamorar; es una exposición pesada. Es algo nuevo para mí. Y claro, una vez que te metiste es maravilloso, es como el vértigo de bajar una ola surfeando.
–En ambos discos suena el aporte de diferentes productores. ¿Cómo es su forma de trabajo?
–Fueron formas de trabajo muy diferentes, en el primer disco Carlos Casacuberta (ex Peyote Asesino y productor asociado de discos de Jorge Drexler) me tuvo una paciencia infinita, me dio herramientas para que sintiera que podía avanzar en un terreno totalmente nuevo para mí, el de la composición. Ahora, con Soy pecadora, con Matías Cella (productor de los últimos trabajos de Jorge y Daniel Drexler, primos de Prada) ya estaba más segura. Nos fuimos a La Paloma a maquetear el disco con él y con Queyi (la artista española que también es coautora de algunos temas de Prada), sólo con la compu y un micrófono, para ver hacia dónde queríamos llevar los temas. Estuvimos conviviendo como si estuviéramos en un viaje estudiantil y muchas situaciones de las que vivimos quedaron en el trabajo final. Por eso pienso que este disco tiene una cosa más de frescura, más orgánica.
“Del mismo modo, en situaciones cotidianas –sigue contando Prada–, aparecieron canciones como ‘Soy pecadora’, junto a Queyi y Elvira Rovira, coautora de ese tema.” De la afición de Prada por juntar estampitas (en el subte que la trajo a la nota cosechó las del Gauchito Gil y la Virgen Desatanudos), y de la caída accidental de una agenda, surgió, por ejemplo, la frase “Soy pecadora, los santitos huyen de mi agenda”, con la que empieza el tema. Cada canción compartida tiene su anécdota doméstica: se trata de “coautorías sanguíneas”, en palabras de Prada. Y también está ese cuadernito compartido donde con Rovira toman apuntes en contra del “peligro de las canciones inteligentes”, como para estar atentas a la hora de componer los temas.
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