MUSICA › LOS SúPER RATONES CELEBRAN SUS VEINTICINCO AñOS CON UN SHOW EN PARQUE CENTENARIO
Aunque cuando aparecieron se los confundió con un grupo prefabricado, los marplatenses aclararon los tantos a fuerza de canciones –con influencias clásicas– y perseverancia. “Estamos muy conformes con el sitio que ocupamos ahora”, aseguran.
› Por Leonardo Ferri
No muchas bandas pueden darse el lujo hoy en día de cumplir veinticinco años de existencia. Para poder engrosar esa lista habría que incluir a Virus y Los Fabulosos Cadillacs –ambas con períodos de licencia– y Los Enanitos Verdes, quienes desde hace tiempo armaron campamento en el exterior. Los Súper Ratones sí pueden presumir de llegar a su aniversario de plata sin interrupciones y habiendo sobrevivido a uno de los mayores enemigos que pueden tener los grupos de rock: la sobreexposición mediática. En 1985, con una democracia joven y en pleno auge de los raros peinados nuevos, la banda marplatense apostó a un sonido deudor de otras épocas, con los Beatles y los Beach Boys como influencias principales. “Lo loco era que en ese momento hacía solamente quince años que se habían disuelto los Beatles, así que tan retro no era”, reflexiona Mario Barassi, guitarrista y una de las voces de la banda, que se presenta hoy a las 19 en el Anfiteatro del Parque Centenario, con Litto Nebbia, Miguel Cantilo y Estelares como músicos invitados.
–¿Todavía hay gente que se quedó con su imagen del pasado?
–Existe un poco de eso, aunque cada vez menos, sobre todo por la cantidad de tiempo que pasó. Uno podía pensar eso a mediados de los ’90, cuando la explosión mediática del primer disco era reciente, todavía nos veían venir de la playa con las remeras rayadas. Pagamos esa exposición, un poco por ingenuos; teníamos 20 años... Veníamos de hacer un under con muchísimo esfuerzo y de repente conseguimos presentarnos como un producto con una marca muy característica –playa, armonías vocales, Beach Boys–, de la que siempre nos hicimos cargo. Pero la forma de presentar y de exponer eso se nos escapó de las manos. Ahora entiendo que eso haya podido ser visto como una banda prefabricada y que muchos nos dieran la espalda.
–En una época en la que todavía no existían las bandas de reality show...
–Totalmente. Nosotros teníamos esa cosa retro de vestirnos todos iguales que no existía en ese entonces. Cuando empezamos, en el ’85, la movida liderada por Soda Stereo era casi dark y todas las bandas sonaban a eso o a algo parecido. Nuestra rebelión fue no ser modernos. Pero crecimos y ya pasamos por varias etapas. Y cuando cumplís veinticinco años de carrera lo bueno es seguir teniendo un objetivo en común. También está bueno que cada uno tenga cubiertas sus necesidades artísticas y sentimentales, porque es una forma de seguir adelante.
–A ustedes les pasó lo mismo que a bandas como Attaque 77, Pericos o Divididos, en cuanto a la partida de miembros importantes (Fernando Blanco, bajista, cantante y fundador, dejó la banda en 2007).
–En nuestro caso fue menos traumático que en casos como los de Attaque o Pericos, porque ésas eran bandas muy identificadas con la figura del cantante. En nuestro caso se fue el 25 por ciento de la banda, porque siempre nos caracterizamos por tener distintas voces y compositores. Sí, obviamente, fue un cambio importante, porque el que se fue era uno de los miembros originales, pero el otro 75 por ciento de la banda estuvo completamente de acuerdo y con las mismas pilas, así que fue muy natural la decisión de seguir adelante. Hoy nos sentimos con la misma energía, incluso mejorada, porque estamos en un período de disfrute. Cuando pasan todas las peleas y tormentas, lo que queda es lo que une.
–El papel que jugó Juanchi Baleirón como productor de tres de sus discos marcó un antes y un después. Con él despegaron varias bandas. ¿Lo llamaron pensando en eso?
–Con Juanchi nos hicimos amigos a mediados de los ’90. Cuando firmamos con EMI tuvimos por primera vez la posibilidad de tener un productor artístico. Lo que hizo él fue llevar a la banda a otro nivel, potenciando las individualidades en pos de algo grupal. Sabe sacar lo mejor de cada uno, porque hay ciertos vicios en los que uno suele incurrir, como los egos de cada integrante, que hace que cada uno quiera llevar las cosas para su lado. Así que tener un productor descomprime mucho la situación.
–En este último disco (Súper Ratones, producido por Person y Barassi), ¿pusieron en práctica algunas de esas enseñanzas?
–Sí. Igualmente debo destacar que todos hemos sido muy curiosos durante todos estos años y eso vale muchísimo a la hora de decidir sobre lo propio. Hay canciones en las que incluimos bandoneones y gaitas. Por eso, mientras Juanchi se encargaba de su trabajo y Eduardo Bergallo de grabar, nosotros nos permitimos mucha experimentación, y eso hizo que aprendiéramos casi sin querer. Y después llegó un momento en que tuvimos la confianza de decir “creo que esto puedo hacerlo yo también”. De hecho, cuando salió Autopistas y túneles, la prensa se preguntaba: “¿Estos pibes son los mismos que estaban en lo de Tinelli con las remeras rayadas?”.
–Ustedes convivieron con el auge del llamado rock barrial. ¿Por qué cree que se dio con esas bandas, que también tenían influencias clásicas?
–Evidentemente hay un gran componente social del que no fuimos partícipes. Hay un sentimiento de barrio y de pertenencia que trasciende a la música en sí, que es como una liturgia. Si bien tuvimos nuestros momentos de popularidad, nunca nos llegó el tipo de legitimación de tocar en River, aunque sí ante mucha gente. Sería fácil hacer otro “Cómo estamos hoy”, pero nuestra apuesta como banda siempre fue no encasillarnos, tener distintos estilos y cantantes y que lo importante sea la música. Igual, el tiempo pone las cosas en su lugar, y en ese sentido, estamos muy conforme con el sitio que ocupamos ahora.
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