Mar 14.02.2006
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MUSICA › MUSICA LOS GRAMMY CLASICOS Y DE JAZZ

Una rareza en el mercado del disco

A diferencia de lo que sucede con las otras categorías, los premios en música clásica y jazz son decididos por especialistas y recompensan, en la mayoría de los casos, a repertorios e intérpretes poco convencionales.

› Por Diego Fischerman

El premio Grammy se entrega en treinta y un campos, subdivididos, a su vez, en varias categorías. El penúltimo de estos campos, que abarca de la categoría 96 a la 106, es el correspondiente a la música clásica, por debajo de rubros como “polka” e “infantiles” y sólo antes de “videos musicales”. Y, curiosamente, es el único que vale la pena tener en cuenta, en tanto no se centra en las satisfacciones comerciales que el producto depara al mercado, sino en otras cuestiones más artísticas. La razón es sencilla: como en este terreno los empresarios de la industria discográfica desconocen hasta lo que publican, los premios son decididos por especialistas externos, reclutados entre los críticos de diarios y revistas especializadas.

En la edición 1999 del Grammy, por ejemplo, se dio el caso de que todos los premios correspondieron a grabaciones de música del siglo XX. La última entrega no fue una excepción a esa cierta excentricidad, si se piensa que como disco del año fue elegido el que contiene la versión de las Canciones de inocencia y experiencia de William Bolcom –un estadounidense nacido en 1938, discípulo de Darius Milhaud y ganador del Pullitzer en 1988–, dirigida por Leonard Slatkin y publicada por el sello Naxos, y que sus competidores eran el tercer volumen de la música de cámara completa del mexicano Carlos Chávez (editado por un sello pequeño, Cambria Master Recordings), un disco de Martha Argerich y sus amigos, grabado en vivo en el Festival de Lugano, la integral de los cuartetos para cuerdas de Felix Mendelssohn por el Emerson Quartet (Deutsche Grammophon) y la Sinfonía Nº 13 de Dmitri Shostakovich, conducida por Mariss Jansons (EMI). Entre los nominados en distintas categorías, por otra parte, hubo rarezas como la Sinfonía Nº 3 de George Antheil, las óperas Bajazet de Vivaldi, en versión historicista dirigida por Fabio Biondi, y Muerte en Venecia de Benjamin Britten, dirigida por Richard Hickox y con Philip Langridge en el papel de Aschenbach, la música coral de Schönberg por el grupo Accentus, el extraordinario CD con música para piano de Karol Szymanowski por Piotr Anderszewski y el reciente Ayre de Osvaldo Golijov, junto a las Folk Songs de Luciano Berio, por la exquisita soprano Dawn Upshaw.

Entre los desplazados más famosos está Cecilia Bartoli, cuyo Opera proibita, con arias del barroco romano, perdió en manos del volumen de cantatas de Johann Sebastian Bach con Thomas Quas- thoff como solista. Y el premio menos comercial de todos fue el correspondiente a “mejor interpretación de grupo pequeño (con o sin director)”, que recayó en la excelente nueva versión de la fundante El martillo sin dueño, de Pierre Boulez, para la serie XX/XXI de la Deutsche Grammophon.

Martha Argerich ganó en la categoría “mejor interpretación solista (con orquesta)” por su grabación del segundo y tercer concierto para piano y orquesta de Beethoven, junto a la Orquesta de cámara Gustav Mahler, dirigida por su fundador, Claudio Abbado. El reconocimiento a la mejor interpretación orquestal fue para Janssons y su lectura de Shostakovich, como grabación de ópera fue galardonada la de Falstaff de Giuseppe Verdi, con Carlos Alvarez, Bülent Bezdüz y Marina Domaschenko en el elenco y dirigida por Sir Colin Davis. El notable álbum en el que Evgeni Kissin interpreta sonatas y estudios de Alexander Scriabin, junto a obras de Nikolai Medtner y las 3 Piezas de Petrushka de Igor Stravinsky, publicado por Sony-BMG, fue elegido como “mejor interpretación solista instrumental”, los cuartetos de Mendelssohn por el Emerson como “mejor interpretación de música de cámara” y el disco con obras de Bolcom, además de disco del año, fue elegido como mejor composición contemporánea y como mejor interpretación coral.

El jazz, un poco mejor ubicado en el ranking –décimo campo, categorías 45 a 50–, también parece alejado de los designios más obvios de la industria. En esta ocasión, el Grammy premió, en el rubro de los solos, a Sonny Rollins (Without a Song, de The 9/11 Concert), como mejor disco vocal a Good Night, and Good Luck de Dianne Reeves, como disco de jazz instrumental, individual o grupal, a Beyond The Sound Barrier del Wayne Shorter Quartet, a Overtime, de la Dave Holland Big Band, como mejor interpretación de grupo grande, a Eddie Palmieri, por Listen to Here en la categoría correspondiente a jazz latino y, como mejor disco del año, al extraordinario The Way Up de Pat Metheny. Este disco –una especie de larga obra à la sinfónica, con recurrencias temáticas– fue, en todo caso, una de las grandes sorpresas aportadas por un músico que parecía perdido para siempre a manos del jazz para confiterías dudosas y que volvió a demostrar su talento, tanto como instrumentista como en el papel de compositor.

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