Mar 27.04.2010
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MUSICA › STELLA DíAZ DESAFíA LOS PRECONCEPTOS DEL DOS POR CUATRO

“¿Quién dijo que el tango es macho?”

La cantante, fundadora de la orquesta Las del Abasto, se presenta sola los miércoles y sábados en El Bar de Roberto. Según ella, es tiempo de reírse de ciertos mitos. Y cita a Eladia Blázquez: “Me alimento rumiando tangos”, dice.

› Por Cristian Vitale

Sentada contra un árbol de plaza, Stella Díaz intenta definir el rol de la mujer de tango hoy. “Me parece que podemos reírnos de ciertos mitos, ¿no? No sé, de que el tango es macho, por ejemplo. Eso ya no funciona”, lanza con voz arrabalera, un tanto nasal. Se nota que es aguerrida en el discurso y también en la acción. Llega a la nota en moto, aguanta el casco con el antebrazo, y sus ojos verdes, saltones y vivaces, operan como un catalejo que va detectando detalles de la ciudad. “Amo Buenos Aires, la disfruto por más que te den un palazo en la cabeza. Viví una tragedia tremenda con mis viejos –fueron asesinados en un hecho delictivo– y tranquilamente podría detestarla, odiarla, pero es este país que no supimos hacer... Como diría Eladia Blázquez, me alimento rumiando tangos”, se relaja. En rigor, Díaz rumia tangos desde chica, cuando la maestra de primer grado la hacía cantar arriba del pupitre, unos minutos antes del timbre. Pero fue a partir de 1999 cuando canalizó esa vocación como cantante y fundadora de una de las pocas orquestas integralmente femeninas de tango que patean la ciudad: Las del Abasto.

Nacidas como un desprendimiento del Quinteto de Chochó Ruiz, estas embajadoras del tango con rímel forjaron sus primeros pasos en el barrio de Gardel –de ahí el nombre– y se instalaron como un foco iluminado de lo que en su momento se llamó el movimiento de tango joven. “Se ve que los dos muchachos del grupo no aguantaron tanta mina y se fueron”, se ríe Díaz y retoma: “Como todos los grupos, empezamos buscando una línea y andando el carro se acomodaron los melones... Primero hacíamos clásicos y versiones de Piazzolla; después llegaron las composiciones propias”. El disco debut, De ida, llegó en 2004, pero el gran zarpazo tardó seis años, como causa y efecto del espectáculo Minas de tango, donde parecen haber encontrado el perfil. “Es un homenaje a las mujeres que, desde su feminidad, marcaron el género y dejaron huella. Si bien hacemos ‘Ventarrón’ o ‘Absurdo’, el acento está puesto en cuatro temas en homenaje a cuatro mujeres”, cuenta la cantante.

Con tacto irrevocable de género, es un encanto oírlas hacer “Corazón al sur”, de Eladia Blázquez; “Pero yo sé”, de Azucena Maizani; “Cantando” y “Celosa”, de Mercedes Simone –con arreglos de la pianista Lucrecia Ortiz–-; y “Se dice de mí”, con el foco puesto en Tita Merello, claro. “Son tangos hermosos”, dice Díaz. “Coincido con Eladia en que Gerli huele a jazmines, más allá de lo que digan algunos (risas). También hago en ‘La Cumparsita’ una mención a Nelly Omar, porque es de quien aprendí a cantarla. La idea es homenajear a la mujer no solamente como intérprete y compositora, sino como musa inspiradora o ‘compañera de’. Hablamos de la mujer como socavón, como dadora de mineral y motor de la rueda diaria, por eso incluimos a Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini o Cristina Kirchner, porque la mujer motor no es solamente la del tango.”

–¿De dónde proviene su condición tanguera?

–Mis viejos son gallegos, así que mi caso no es el de la típica piba que internaron toda la vida escuchando tango. Pero alguien muy sensible me dijo: “Ah, tus viejos son gallegos: eso es el tango”. Y es verdad, porque todas las canciones gallegas hablan de la morriña, que es la nostalgia. ¿Qué es el tango, si no la nostalgia, el lunfardo y la mezcla de lenguajes? Nací en Palermo y mi viejo tenía una gomería cuando el barrio no era ni soja, ni Soho, ni gótico. Era un barrio de vinerías y malandras. Si mi viejo me llegaba a ver con más de uno de la cuadra, me mandaba pa’l fondo de una patada.

Además de sus presentaciones al frente de la Orquesta, Díaz supo tener un bar del palo, La Puerta de Teodoro, y se presenta sola miércoles y sábados en un sitio afín: El Bar de Roberto (Bulnes 331). “Tengo un espíritu anfitrión, de reunión, y ese bar lo encaré no como un emprendimiento empresarial, sino como una hippiada hermosa. Creo que ese bar, más el hecho de criarme en la vereda de la gomería de mi viejo, me hicieron adquirir una emocionalidad tanguera. ¡Y el tango es un desastre de copado! –se emociona–. Una vez me hablaron de un porte, de un ponerse ‘en papel de’, y nada que ver. Hablo así: no soy una guaranga, pero soy tanguera. Es un lenguaje en el que me siento muy cómoda.”

–El concepto de mujer de tango puede ser medio abstracto si se excluye el factor temporal... Esta no es la Buenos Aires de Azucena Maizani. ¿Podría desarrollar más su significado teniendo en cuenta el presente?

–Hoy, una mujer en Buenos Aires no está tan limitada. No sé... hoy la mujer, en el tango puede reírse de ciertos mitos, como de que el tango es macho. Nosotras jugamos un poco y nos reímos con eso. ¿Quién dijo que el tango es macho? Cuando hacíamos “Solteronas”, lo presentaba “Pobre solterona, te has quedado sin ilusión, sin fe”, porque el espacio que se le daba a una mujer antes era detrás de los visillos. La mujer ha ganado terreno en diferentes ámbitos y en el tango también: puede hablar sensiblemente de ciertas cosas y reírse de otras.

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