MUSICA
El multiinstrumentista, compositor y cantante que se convirtió en estrella del tecno y el chill out pasó por Buenos Aires al frente de un contundente sexteto lleno de estrógeno al que no le tembló el pulso en ningún momento.
› Por Luis Paz
MOBY
Músicos: Richard Melville Hal (guitarra, voces y percusión), Joy Malcolm (voces), Kelly Scarr (teclado y coros), Liz Chi Yen Liew (violín), Svetlana Vassileva(bajo) y Joe Goretti (batería).
Lugar: Luna Park, jueves 29 de abril
Público: 5500 personas
Duración: 1 hora 40 minutos
Kory Megadisco es un boliche ubicado en Pompeya, al 400 de la avenida Sáenz, que se consolidó como enclave cumbiero fundamental para el tropicalismo sur de la ciudad de Buenos Aires sobre la base de shows de los artistas más convocantes de la movida tropical. En cambio, Moby Megadisco fue una iniciativa única, que ocurrió el jueves por la noche en el Luna Park casi de un modo espontáneo. El músico, que suele meter baile, chill out y rock en partes variables, convirtió durante hora y cuarenta minutos al estadio de Corrientes y Bouchard en una disco extra large, con ritmos electrónicos y arreglos tropicales y psicotrópicos.
Fue la segunda visita musical de Richard Melville –más conocido como Moby, por el libro sobre la ballena escrito por Herman Melville, parte de su árbol genealógico– a Buenos Aires, tras su presentación en La Rural en 2005. Y el show fue superador: acompañado de una banda con fuertes dosis de estrógeno (cuatro chicas y un baterista), Moby revivió música funcional al pulso dance del público, en algo similar a una Creamfields de tamaño medium.
Excesivamente puntual, el sexteto tomó el escenario a las 21.13, aún con parte de los 5500 asistentes ingresando al estadio y en medio de catatónicas luces violetas y coloradas, para liberar la fiesta con “A Seated Night”, estreno de su reciente álbum Wait For Me, de 2009. Con “Extreme Ways” siguieron presentándose, en un marco de desequilibrio sonoro recién ajustado en la contundente y festejada “Bodyrock”, un preciso uptempo que Moby ha descuidado en su experimentación con el chill out, pero que le sienta bárbaro a una banda muy rockera en vivo.
Como guiño a los que pudieron verlo en La Rural, Moby (de impecable negro y remera de Joy Division) avisó que era un “gringo ignorante” para el documento, pero “un argentino” en su corazón, así como en 2005 pidiera disculpas por el presidente de su país, George Bush. Sin dar tiempo a entender si fue cursi o cordial, quiso seguir con “Mistake”, pero fue una profecía autocumplida: un problema técnico con el micrófono de la (hasta entonces) corista Joy Malcolm la dejó trunca.
El primal “Go” (1991) e “In My Heart” (2002) fueron como canciones gemelas y conformaron un set casi propio de Kory Megadisco, con Moby en congas, Malcolm en voces principales y pulso de techno afrolatino. “Why Does My Heart Feel So Bad?”, estandarte de su período chill out, alivianó el clima y preparó emocionalmente al público para el deleite que fue “Pale Horses”, con la tecladista Kelly Scarr en voz principal para un agónico bramido a la Janis Joplin: “Toda mi familia murió, ¡toda mi familia murió!”. Enseguida, “We Are All Made Of Stars” y “Porcelain” (con intro nirvanesca) completaron un segmento conceptual, de muerte y reencarnación. O de música funcional para locales de ropa.
El juego de referencias (remera de Unknown Pleasures, intro de “All Apologies”) se vio incrementado con una canción que el pelado marcó como una de sus “favoritas sobre Nueva York”: “Walk On The Wild Side”, de Lou Reed, con los coros entregados a un público multitarget y finos arreglos de la violinista Liz Chi Yen Liew. “Flower”, una canción compuesta con ocho o nueve palabras y otra de las que Moby puso en bandas de sonido (la de 60 segundos, como “Extreme Ways” en El ultimátum de Bourne o “Porcelain” en La Playa), y “Natural Blues”, con los loops vocales recreados por Malcolm a puro calor soul, fueron un segmento para que la corista se luciera y se ganara todo lo que la gente le lanzó mientras Moby hacía el solo de “Walk With Me”, apenas después, enfundado en un gorro de lana coya estilo Palermo Hollywood.
La elefantiásica Moby Megadisco regresó con beats atronadores en “It’s Raining Again”, “Disco Lies” (en la que el músico cuarentón busca sin éxito alguien que le acalore la noche) y “The Stars”, para la que Moby ya se había convertido en dueño de un escenario escueto que permaneció casi siempre en una mentirosa oscuridad perturbada por luces robóticas de boliche, más anfetamínicas que nadie del público.
El corte para los bises fue lo suficientemente breve como para que los sorprendidos charlasen sobre lo bueno que había sido, hasta allí, el concierto y para que los reincidentes de aquella primera visita se reencontraran en anécdotas y puchos. Para el final, Moby se guardó sus perlitas. Primero sacudió con “In This World” y “Lift Me Up”, luego se puso a jugar en un solo a cuatro manos y una batería con el palillero neoyorquino, desgarró con “Honey” antes de combinarla de maravillas con el “Whole Lotta Love” de Led Zeppelin, y propició una catarsis casi extraterrestre con el “Feeling So Real” final, que terminó igualando al recital a una noche química en Pompeya: brutal, intrigante y fugaz.
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