MUSICA › HILDA HERRERA CON LOS PIANISTAS DEL CIMAP
Conducidos por la pianista y compositora, un puñado de músicos, alumnos de la escuela de Creadores e Intérpretes de la Música Argentina en Piano, abordará la obra de Pedro Laurenz y Chacho Muller. La idea es buscar en el piano la más amplia dimensión posible.
› Por Santiago Giordano
“Sin gente tan talentosa esto no hubiese sido posible.” Hilda Herrera no oculta su orgullo cuando habla del Cimap –Creadores e Intérpretes de la Música Argentina en Piano–, el grupo de jóvenes pianistas que conduce y que hace tiempo trascendió el ámbito pedagógico, traduciendo las instancias del aprendizaje en ciclos de conciertos, ediciones de partituras y discos. Hoy a las 20, en la Sala Carlos Guastavino del Centro Nacional de la Música (México 564) Lisandro Baum, José Bulos, Liliana Campo, Sebastián Gangi, Juan Pablo Marcó, Jorge Martínez, Matías Martino, Luis Melicchio, Nicolás Müller y Andrés Pilar, pianistas del Cimap, ofrecerán otro concierto del ciclo que los primeros viernes de cada mes da cuenta de la obra de alguna de las figuras cardinales de la música argentina. La serie que comenzó en abril con un homenaje a Ariel Ramírez recordará en su segunda fecha la obra de dos figuras distintas, pero igualmente trascendentes, de la música argentina: el rosarino Chacho Muller y su paisaje de humanidad ribereña reflejado en creaciones como “Creciente de nueve lunas”, y Pedro Laurenz, el impulsor de un estilo inconfundible en el bandoneón y compositor de páginas como “Milonga de mis amores” y “Amurado”. La entrada es libre y gratuita.
“Este trabajo viene de lejos, cuando en el Centro Cultural General San Martín comenzamos un proyecto muy ambicioso, que quería incluir a todos los instrumentos. En 2002, Eduardo Rodríguez Arguibel me propuso trasladar ese trabajo al Centro Nacional de la Música y enseguida pensé que se llegaría a resultados más concretos si ceñíamos la enseñanza sólo al piano. Así nació el Cimap”, relata Herrera, pianista referente de la música argentina, difusora infatigable de obras que sin sacrificar sus raíces teje lazos con el universo y compositora además de piezas esenciales del cancionero, como “Zamba del chaguanco” y “La diablera”, por ejemplo. “La idea pasa por recibir alumnos que lleguen tocando y que, además de leer, escriban música –continúa–. Por un lado se trabajan los estilos, claro, pero también se asume una tarea importantísima, la de reescribir mucha de la música que por distintas razones está mal escrita o escrita someramente.” En esa manera de pensar la música mientras se la cultiva, folklore y tango buscan en el piano la más amplia dimensión posible. “Es importante que cada alumno logre su propio estilo –asegura Herrera– y que haga sus propios arreglos y sus propias composiciones. Que trabaje desde una visión más universal de la cosa, pero sin perder el fondo sobre el que me gusta trabajar, que tiene que ver con lo rítmico, lo formal y la simpleza armónica que en general tiene nuestra música. Es necesario poner gran cuidado en el toque: no es lo mismo interpretar una chacarera que una huella y en el piano, con las posibilidades tímbricas que ofrece, es importante distinguirlo.”
Alrededor del piano de la Sala Guastavino del Centro Nacional de la Música, como en una clase más, algunos de los integrantes del Cimap conversan sobre lo que significó para ellos entrar en el universo de la música popular en el piano. Un ámbito que exige tanta rigurosidad técnica como coherencia estilística. “Cuando venís de una formación clásica, en la que sólo te enseñan a leer, pasa un tiempo hasta que entendés que acá es posible soltarse. Eso puede ser una barrera, hasta que descubrís la música desde otro ángulo, un lugar que tiene que ver con la posibilidad de arreglar, de poner mucho de lo tuyo”, dice Nicolás Müller, el decano de los integrantes del Cimap. “Si uno llega muy embalado con otra historia, lo primero que siente cuando escucha folklore en el piano es que le faltan cosas –interviene Lisandro Baum–. A vos te enseñaron que la música moderna debe tener determinado lenguaje armónico y cierta complejidad, pero de pronto te encontrás que no podés tocar una chacarera, que no te sale. Cuando empezás a laburar lo que tiene que ver con los tipos de toques, con el timbre, entendés que a esa música no le falta nada y que la cosa pasa por otro lado.” “Tampoco es necesario romper la forma para ser modernos, si así como está es hermosa. En ese equilibrio natural que tiene que ver en el encuentro entre lo armónico y lo rítmico está la raíz”, sostiene Andrés Pilar.
Tanto en el tango como en el folklore, el piano ha desarrollado su propia gramática, además de una tradición sostenida en una genealogía de talentos que con la variedad de sus aportes dieron forma a un mosaico riquísimo en matices. “Siempre se descubren pianistas de otras épocas y a medida que aparecen uno los va apreciando –dice Matías Martino–. Cuando empecé a estudiar no tenía pianistas muy a mano. En mi pueblo se escuchaba a Los Hermanos Abalos, porque siempre los ponían en los actos de la escuela para bailar folklore.” “Es que en el folklore es más fácil encontrar pianistas acompañantes. Lo primero que escuché en piano solo de folklore fue lo del Cuchi Leguizamón”, agrega Baum. Para Müller, falta una tradición difusora de pianistas en el folklore: “Tal vez en el tango haya un poco más. En el folklore lo primero que conocí fue lo que hizo Carlos García y después, cuando se reeditaron sus discos, a Waldo de los Ríos. Con Hilda conocimos también a Remo Pignoni a Chany Inchausti”, sostiene. “Con Hilda tenemos la referencia de primera mano respecto de ellos, porque los conoció de cerca”, asegura Martino y agrega: “En pianistas como Hilda, uno nota que el folklore no cambia al pasar a otro instrumento; mantiene ese sabor, porque escuchás que están la guitarra y el bombo, cosa poco común. Acá lo que hacemos es redescubrir eso”.
Después de numerosos conciertos monográficos sobre la obra de Atahualpa Yupanqui, Alfredo Gobbi, Homero Manzi, Horacio Salgán, Cuchi Leguizamón, Eduardo Falú, entre otros, y dos trabajos discográficos –Argentina desde el piano (2005) y Huellas (2009)– además de un álbum de partituras, en su tercer ciclo consecutivo en la Sala Carlos Guastavino, el Cimap mantiene alta la apuesta. Tras el concierto de homenaje a Ariel Ramírez –que piensan repetir a raíz del éxito obtenido– y del próximo dedicado a Chacho Muller y Pedro Laurenz, los pianistas dedicarán un programa a la música de Joaquín Mora, el autor de “Margarita Gautier”, “El africano” y “Esclavo”, entre otras perlas, uno de los precursores del Romanticismo en la década del ’30. “También tenemos pensado editar este año los arreglos que en todo este tiempo logramos plasmar –asegura Herrera, que en estos días publicó un nuevo disco con una mirada pianística sobre músicas de Carlos Gardel–. La idea es hacer cuadernos con la música de cada región. Es un trabajo muy importante y de gran utilidad, porque por ejemplo en los conservatorios es obligatorio incluir una obra argentina y siempre se cae en los mismos autores. Cultura de la Nación está interesada en publicarlo y acá no es necesario encargar nada: esto ya está listo.”
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