MUSICA › ANDRéS CALAMARO COMPLETó UNA SERIE DE TRES SHOWS EN EL LUNA PARK
El músico, uno de los cracks de la música popular argentina, mostró su nuevo equipo de canciones imbatibles. Una buena oportunidad para hacer un análisis estratégico del seleccionado de virtudes que lo distingue como capitán.
› Por Luis Paz
En el Mundial de Italia de 1934, el local jugó tres veces en cuatro días. El 31 de mayo empató con España por cuartos de final. El 1º de junio, como se resolvía en aquella época si los partidos seguían empatados tras ambas prórrogas de quince minutos, jugaron un nuevo partido. Italia triunfó en el desempate y, el 3 de junio, en la semifinal contra Austria. El volante Giuseppe Mea-zza estuvo en la cancha 300 minutos en cuatro días, el tiempo que Andrés Calamaro pasó en el Luna Park entre el viernes, el sábado y ayer para presentar On the rock, entre ilusiones mundialistas e implicancias muralistas, demostrando también que es un jugador de toda la cancha.
Su semana de entrenamiento pasó entre los coletazos de la polémica por su calificación de fascista al corte en Gualeguaychú y las repercusiones de su defensa de las corridas de toros en la televisión española. Cámaras invadieron la concentración, pero el equipo se mantuvo tranquilo y Andrés revivió al Meazza del ’34. No tendrá un estadio en su honor, como el 10 italiano en San Siro (donde juegan Milan e Inter), pero sí una esquina: la de Perú y Moreno es ahora la Esquina Andrés Calamaro, con mural a tono.
Tras la serie de amistosos donde mostró su nuevo equipo de canciones antes de salir del país para jugar la Libertadores de la Canción, en una gira por Latinoamérica y España, queda algo de lugar para el análisis estratégico del seleccionado de virtudes que lo distingue como capitán.
1. Oficio y seguridad. Calamaro sabe que está “para grandes canciones y para revelar emociones”. Sus reflejos son óptimos: en la apertura de los shows con el estreno de “Los divinos” y el clásico “El Salmón” supo salir a descolgar el centro y hacer silencio para el aliento de la tribuna, ponerle el pecho a la canción y embolsarla sin dar rebote.
4. Ida y vuelta. Dejó a un lado los tangos “Naranjo en flor” y “Los mareados” y reforzó “El pasodoble de los amigos ausentes”, aunque dejó fuera el flamenco “El barco”. De su retorno a estos amistosos en el Luna, recuerda a los laterales derechos de toda la cancha, a trote por el carril de los géneros hispanoamericanos.
2. Va bien abajo. En el marco de un Luna Park que suele embarrar el campo de juego del sonido, Calamaro deleita cuando baja con clase, cuando va al piso de las canciones sin llevarse puestas a “Comida china”, “Paloma” o “Crímenes perfectos”.
6. Va bien arriba. Cuando sube a cabecear el rock, da fe de haber entrenado el salto: “Me envenenaste”, “Alta Suciedad” y “Mi rock perdido” despegan de su frente con aceleración y un movimiento serpenteante que despeja toda duda: hay lugar para seguir convocando canciones distorsionadas. Pero, curiosamente, recibe a Sudáfrica dejando fuera “El día de la mujer mundial”.
3. Despliegue. A diferencia de años atrás, cuando tangos, clásicos y cumbias tenían su lugar estratégico en el armado, Calamaro desarrolló un pique corto que le permite pasar de la pelota bajo el pie de “Carnaval de Brasil” al juego raudo de “Revolución Turra”, de la retención melódica de “Algún lugar encontraré” a un trote ligero detrás de “Los chicos”.
8. Solidaridad. Habla en las entrevistas en plural, como capitán que no olvida que sin sus compañeros no hay gol posible. En la cancha no se come el pase: Tito Dávila, Julián Kaneszky, Diego García, el Niño Bruno y Candy Caramelo se acercan para recibir y nunca quedan pagando. Calamaro abre el juego y deja los solos y los lujos a pura asistencia.
5. Balance. Inteligente en el mediocampo, reparte el juego como el mejor armador, pero sabe cuándo acercarse al área propia para defender: si se escapa mucho del mediocampo con “All you need is pop”, vuelve al centro con “Mi enfermedad”. Si la pelota se va larga en “Ansia en Plaza Francia” y “No tan Buenos Aires”, vuelve al juego por abajo de “Estadio Azteca”.
10. Distinción. Otra pura dosis de clase vino a traer On the rock, plagado de arreglos sutiles y variaciones entre vuelta y vuelta. Así se recibió de representante del jogo bonito del amor y la música. Tiene ambición y sed como Maradona, distinción como Aimar y clasicismo como el Beto Alonso, pegada rockera, llegada cancionera y militancia en la apertura del juego.
11. Llegada. No sólo al área rival con denuncias a “los cortes fascistas”, también la llegada es a las tribunas, que enloquecen con sus “Crímenes perfectos”, “Flaca” y “Gin tonic”. Su juego es vistoso aunque no pirotécnico: tal vez no haga bicicletas ni goles olímpicos pero con la canción bajo la suela es capaz de encarar a pura gambeta rítmica.
7. Constancia. Cojeando, roto o mal parado, ha sabido mantenerse jugando en las últimas tres décadas, a veces con fuego, ahora con aire. Ese oxígeno le deja correr la cancha sin olvidar el objetivo: hacer temblar el arco. Si alguna vez anduvo de músculos duros, hoy aparece elongado y en el mejor estado físico en su carrera rauda hacia el fondo de la red de la canción.
9. Definición. Durante años, la dirección técnica de la canción argentina buscó la definición rasante, pegada al palo. Pero cuando Calamaro clava en el ángulo que “cantar es disparar contra el olvido”, como en “Todavía una canción de amor”, refuerza su pegada y se vuelve heroico, pues deja claro que su intención es siempre el gol.
En el banco de suplentes de estas presentaciones en el Luna Park, fuera quedaron debutantes que con el paso de los partidos seguramente se irán ganando un lugar en la lista titular: la energía de “Flor de Samurai” es ideal para tener recambio en el área de la distorsión; con un juego bien por abajo y algunos momentos aéreos, “Te extraño” puede deambular por la defensa del amor sin fallar en el offside; e “Insoportablemente cruel”, una pirueta a dúo con René de Calle 13, abreva despliegue, calidad y ritmo para la mitad de la cancha. O la mitad del show. Lo que en definitiva, para este jugador de toda la cancha, es lo mismo: su arco es el escenario.
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