MUSICA › UNA TARDE CON LOS FANS DE LOS STONES EN LA PUERTA DEL HOTEL
La banda de Jagger y Richards toca hoy, pero ellos empezaron antes: crónica de un fanatismo que excede lo musical.
› Por Julián Gorodischer
Ahora mismo tres de los Stones (Ron Wood, Keith Richards y Charlie Watts) tal vez estén apretando el botón de rocío automático que perfumará sus cuerpos; más tarde, cuando los acompañe Mick Jagger –en la lujosa habitación de la mansión Four Seasons– tomarán exclusivamente champán Cristal y agua mineral Perrier y comerán en vajilla Limoges con cubiertos de plata. Aquí abajo, la Negra Nelly, una de la vieja guardia que compone la hinchada a los pies de los Stones (con un cupo fijo de doscientas almas deshidratadas, durante el lunes del arribo), justifica su estado al límite continuo del desmayo, sometida a los 35 grados sin bebida ni reparo: es un sacrificio necesario. Y dedica su carta de amor al ídolo. “Jagger –grita al balcón–, sos hermoso, me das una alegría muy grande. Mi novio es parecido a vos.” Son las tres de la tarde, Jagger sigue demorado por haber asistido a la reunión de padres en la escuela carioca de su hijo Lucas (que tuvo con la modelo brasileña Luciana Giménez), y todavía no se vio el rostro de una estrella; apenas hay un puño que logra excitar a multitudes cada vez que se asoma por la ventana. El máximo fervor llegó cuando la mano mágica (que, dicen, era de Richards) colgó dos pañuelos, uno rojo y uno verde sobre una baranda: la multitud aulló. Al turista alemán de la pileta del Four Seasons que quiso su minuto de gloria (y osó asomarse a saludar) no le fue tan bien: lo bañaron en saliva.
Aquí –cuentan los que saben– el mundo es estón o rolinga. Las chicas que hacen puerta en el Jockey Club (y se ligan el reto del oligarca ofendido: ¡Moviéndose!) son estrictamente rolingas. “El flequillo no es un rasgo; es una forma de identificarnos. También las Topper, porque son las más baratas, viste...”, dice Debra. Las Nenas –como se define este subgrupo– saben menos de música que de estilo; no tienen ticket para el show, pero sí persistencia. Ellas y Córdoba (Guillermo Evelin, de origen cantado) planifican, anotando teléfonos y mails, la avalancha prevista para el recital, cuando la montaña podrá mover la valla, cuando el deseo será más fuerte que la yuta, yuta, compadre (como canta la banda de los Revolucionarios, unos recién llegados dedicados a romper la modorra). Los Revolucionarios ponen una condición a la revista de la farándula que les pide la fotito costumbrista: “O todos o ninguno... Vengan... Vamos la familia rolinga... ¡Vengan todos!”, arenga Martín, alias El Estón, integrante de la banda de covers La Ultima Vez, que en lo que dure la semana deberá salvarse para todo el año. Ahora mismo están organizando recitales, imitan timbre y posturas de poster, ¿pasarán la gorra a un costado del estadio para los que se quedaron afuera (la mayoría en esta guardia de pobres, pero honrados)? “No sabés cómo me sale el Jagger –alardea El Estón–. Se van a dar cuenta porque me voy a empezar a desquiciar para todos lados; ¡sólo con alcohol encima!”
Aquí, en la arena, donde se juega el status de incondicional, no se ve ni un solo ejemplar de una casta relativamente novedosa de estón glam (saco, camisa, botas de cocodrilo y flequillo desmechado) ni tampoco llegaron imitadores de Jagger, más preocupados –comentan las lenguas viperinas– por salir en un video de Turf que por probar la condición de fan. “Mirala a ésa –gritan Debra y Las Nenas (pura sangre rolinga)–, ¡sos una careta, nena! ¿De dónde saliste?” El pecado de Sigrid Silberberg fue mostrar el tatuaje de la lengua en la nalga a los fotógrafos... Entre tanto fan llorando miseria, reclamando que por qué en la nación stone no hay un recital gratuito como en Río, que por qué en el ’98 salía 50 pesos el campo y ahora cuesta una fortuna..., la diosa Sigrid, con su hermana Carol, comenta que ella sí va a entrar, emocionada porque escuchaba a los Stones “desde la panza de mamá”. La diva estón (nueva casta, reservada a señoritas) ambiciona con captar la mirada del astro y desprecia a las rolingas. “Muchas piensan demasiado en el flequillo –critica–. Yo me vine acá corriendo, me muero de calor, entrego todo. A mí estos tipos me cambiaron la vida de frente march. Es una forma de ser.” En el duelo entre Sigrid y Las Nenas podría resumirse la tensión más evidente en esta previa. A saber: los rolingas inscriben el nombre de Los Piojos o La 25 en su remera, calcan el cliché (flequillo, zapatillas sucias, lengua afuera), saben poco de música, no tienen entrada; los estón: pagan y saben un poco de cada disco, se quejan de qué tiene que hacer un grupo como Los Piojos en vez de Los Ratones en el recital.
Cerca de las seis de la tarde, cuando se comenta que Jagger podría haber llegado ya, la familia vive su catarsis. Dice un histórico que la tolerancia entre el estón y el rolinga llegó a los límites de la homologación. El fan modelo 2006 es puramente emocional; es un manso que calla cuando hay que callar, que paga lo que hay que pagar y hasta organiza la avalancha para que la eficiencia sea más fuerte que el exabrupto.
Luciano Quintana, de la banda Ropavejeros, canta como Jagger ahora que hay que pasar el tiempo haciendo algo... “Yo te puedo decir/ que no andás tan fuerte sobre mí/ na na na.../ si me dejás contar cuántas veces tuve que escuchar/ bla bla bla/ ya no soy yo el que está limando esta situación/ no tenés más que hablar/ te bajé del carro/ de qué te la das...” Este Jagger de Flores, al que antes le decían Morrison, dedica su vida a tocar la guitarra todo el día. En el 40 x 5, el bar temático de Villa del Parque en el que pasará la vigilia junto a vinilos auténticos, trajes, videos y euforia, podrá volver a cantar su hit, y llorará su pena de no poder asistir al recital. ¡Es tan caro! Y él necesita comprarse una guitarra acústica si alguna vez quiere ser alguien. Allí en 40 x 5 también estará Patricio Pérez, el dibujante, descubriendo el secreto de la inmortalidad cada vez que le preguntan sobre cómo nacen sus caricaturas de Jagger. “Lo miro –reconstruye, frente a sus dibujos gigantes–, y miro esas muecas que él hace... esas caras que pone... Si te fijás en la lengua de los Stones, te das cuenta de que (Andy) Warhol se inspiró en la boca de Jagger, en cómo se le salen los dientes, los labios hinchados, esa cosa de canchero, esa boca que pega justo con su forma de ser... Es muy difícil pensar otro símbolo: la lengua con espinas trató de innovar, pero a los fans no les cayó bien; ni tampoco aceptaron la lengua arco iris. El que sobrevive es el clásico.”
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