Vie 24.02.2006
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MUSICA › SEGUNDO RECITAL DE LOS ROLLING EN RIVER

Noche de rock and roll y furia en la despedida Stone

Bajo la lluvia, el show fue una fiesta. Afuera, otra vez se produjeron disturbios.

El segundo recital de los Rolling Stones en Buenos Aires tuvo ayer todos los ingredientes previsibles y un par de añadidos que no estaban en los cálculos. La banda volvió a desparramar su adrenalina entre los 65 mil fans que llenaron la cancha de River, aunque esta vez con un aditamento: la lluvia, que le dio un plus de épica –por si hacía falta– a una noche inolvidable. Claro que para otros, lo inolvidable tendrá una connotación distinta: unos veinte heridos y más de ochenta detenidos fue el resultado de los enfrentamientos entre la policía, la infantería y los seguidores de los Stones que pretendían ingresar al estadio sin entrada.

Las pésimas condiciones climáticas hicieron trabajar extra a los técnicos de escenario. Para evitar que Jagger y sus muchachos se resbalaran acondicionaron el piso de tal modo que los movimientos (especialmente los del cantante) pudiesen desarrollarse con normalidad a pesar de la lluvia. Jagger salió con impermeable y sombrero, y arrancó con todo: Jumpin’Jack Flash e It’s only rock and roll. Pero enseguida empezaron las sorpresas: en lugar de Shattered (que estuvo en la lista del martes) tocaron You got me rocking, un rocanrol que movilizó al público, algo acobardado por tanta agua caída. Jagger, precavido, no se movió tanto como en el debut, pero de todos modos conformó a todos con algunas perlitas: sonaron Angie y She’s so cold, que no habían hecho en el primer show.

Para entonces, las cosas se empezaban a calmar afuera del estadio. Pero el clima estuvo realmente pesado. La noticia de que 5 mil personas habían logrado ingresar sin entrada al recital del martes corrió como un reguero de pólvora y sumó convicción a aquellos que rumiaban la idea de entrar al Monumental sin ticket. Pero, a diferencia de lo que sucedió en la primera cita Stone, esta vez nadie quiso esperar hasta último momento para empezar con los empujones. Habían pasado pocos minutos de las ocho de la noche cuando un grupo de unas quinientas personas que se había reunido a 300 metros del estadio comenzó a presionar sobre las vallas, incitando a otros fans a integrarse a la revuelta. El epicentro fue la esquina de Libertador y Udaondo.

Inmediatamente empezaron los empujones y una lluvia de proyectiles compuesta principalmente por trozos de vereda y botellas de cerveza cayó, mezclada con las primeras gotas, sobre la fila policial. Después llegaron las corridas y las decenas de heridos. Para las 20.20, todavía quedaban 20.000 personas con entrada esperando ingresar.

Si bien se escuchó un disparo, al cierre de esta edición no había versiones que indicaran que la respuesta de las fuerzas de seguridad había ido más allá de mantener la línea y realizar detenciones selectivas apoyándose en los camiones hidrantes y un helicóptero con reflector. A este accionar se sumó, con el pasar de los minutos, la actividad de algunos policías que se infiltraron en la multitud vestidos de civil. Cuando un camarógrafo de América TV fue herido en la cabeza por un proyectil, no parecía haber perspectivas de que las cosas se tranquilizaran. El recital comenzó, pero las batallas campales no habían terminado. A las 21.50 todavía quedaban focos de manifestantes reagrupándose en algunas calles aledañas. En dos horas de disturbios, cuatro policías y ocho civiles habían sido trasladados a los hospitales Pirovano y Fernández.

Informe: Eduardo Fabregat y

Facundo García.

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