MUSICA › EMOTIVA “NOCHE SALGáN” EN EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE TANGO
En la velada destinada a homenajear a Horacio Salgán brilló la nueva versión del Quintento Real, pero todo el mundo esperaba al pianista y a su eterno compañero, Ubaldo De Lío. Fueron ovacionados cuando hicieron “Shusheta” y “La llamó silbando”.
› Por Santiago Giordano
Horacio Salgán sale a escena y la platea lo aplaude de pie. Después de casi una hora de concierto llega el momento esperado, la foto que la gran mayoría ansía llevarse de una noche que le rinde homenaje a la música, la figura y la trayectoria de este hombre del tango. Una “Noche Salgán”, como anunciaba el programa del domingo, en la segunda jornada del Festival de Tango de Buenos Aires. Una noche motivada por los 50 años de un conjunto que trazó lo que ya está, por concepto y realización, entre los capítulos más trascendentales de la historia del tango: el Quinteto Real, una de las criaturas artísticas concebidas por Salgán en casi 80 años de trabajo.
La platea todavía está de pie y el aplauso no termina de bajar de las partes altas del Teatro 25 de Mayo. Salgán devuelve saludos, se sienta al piano, mide la distancia entre su zapatito blanco y el pedal derecho del instrumento, mira al resto del quinteto y larga la primera frase de “Shusheta”, inconfundible por el sonido claro y el gesto distinguido. A un metro, casi debajo de su mano derecha, está Ubaldo De Lío, que no necesita mirarlo para escucharlo y poner los acordes justos, o empezar a hilvanar algunos de esos yeites con los que hizo escuela entre los guitarristas. El Quinteto Real está en escena con dos de sus fundadores. Salgán tiene 94 años y De Lío 81. Tocan como saben, sin necesidad de partitura. Pero más que un improbable regreso a aquellos años tauras de la confitería del ACA –donde el grupo nació en 1960—, o del Jamaica, o más acá en El Club del Vino, el reencuentro ofrece otra buena oportunidad para saldar retroactivos afectivos y brindarles a tan queribles y queridas figuras el gesto agradecido del aplauso, como ya sucedió en mayo pasado, durante las celebraciones por el Bicentenario.
Así pareció entenderlo el público que los ovacionó también antes, durante y después de “La llamó silbando”, el segundo y último tema que el dúo hizo con el Quinteto, antes del cierre con homenajes dentro del homenaje. Primero el mismo Salgán agasajó a su amigo y aparcero: “De Lío es uno de los que más conoce este género tan difícil que es el tango. Tuve la suerte de trabajar con él durante 45 años, pero todavía nos tratamos de usted”, dijo antes de entregarle una placa. El clima afectuoso del encuentro empezó a dividirse cuando el ministro de Cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi, subió al escenario para entregarles a ambos las Medallas del Bicentenario. La cosa terminó como suelen terminar cuando aparecen funcionarios entre artistas: con algunos silbidos del público y el grito reactivo que llegaba de las partes altas del hermoso teatro de Villa Urquiza: “Viva Salgán”, “Viva De Lío”, “Viva el tango”. Como para dejar claro que los músicos pertenecen a quien los escucha, más que a quien los contrata.
Antes del homenaje, sus peripecias y su carga simbólica, la Noche Salgán tuvo tango del mejor, con la actual formación del Quinteto Real y los arreglos históricos de Salgán. Tras la apertura de la noche con César Salgán, el heredero de don Horacio, en dúo con el guitarrista Esteban Falabella –ambos tocan de memoria, sin partitura, como sus ilustres predecesores–, el Quinteto se completó con Julio Peressini en violín, Carlos Corrales en bandoneón y Juan Pablo Navarro en contrabajo. “Canaro en París”, “Ensueños”, “Gran Hotel Victoria”, “La puñalada” y “El amanecer”, entre otros, fueron muestras magistrales de lo que Salgán introdujo como una forma distinta de colectividad dentro del tango. Música para maestros, que atrevidamente se separaba de la disciplina de la típica o el sexteto, por ejemplo, donde la idea de “fila” funcionaba como ordenador primario de la conversación entre los instrumentos. El quinteto fue para Salgán un organizador de irreverencias, con diálogos más ricos y abiertos y la individualidad de cada instrumentista como colofón de cada gesto del arreglador.
Como alguna vez lo supieron interpretar Salgán, De Lío, Pedro Laurez, Enrique Mario Francini, Rafael Ferro o más acá Néstor Marconi y Oscar Giunta, hoy lo hacen cinco músicos excelentes, entre los mejores solistas de la actualidad. Aun si los tiempos cambiaron transformando la ecuación entre técnica instrumental y “mugre expresiva”, por ejemplo, el Quinteto Real de hoy es capaz de hacer de aquel espíritu inicial su estilo. Y sostener una continuidad que celebró sus primeros 50 años.
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