MUSICA › ENTREVISTA AL PERCUSIONISTA MANU KATCHE
Tocó con Sting y Gabriel. Ahora, editó un atípico y notable disco de jazz.
› Por Diego Fischerman
La música es un lenguaje construido con tensiones. Y entre las infinitas maneras posibles de manejarlas está la del disco Neighborhood (vecindad), del notable percusionista Manu Katché. El saxo de Jan Garbarek, la trompeta de Tomasz Stanko, el fantástico contrabajista Slawomir Kurkiewicz y, en piano, una de las revelaciones del jazz europeo reciente, Marcin Wasiliewski, contrastan con la batería de Katché. Este músico francés de origen africano que tocó con Joni Mitchell, Peter Gabriel, Sting, Dire Straits, Tori Amos, Jeff Beck, Garbarek y Yossou’N Dour, entre muchos otros, en un disco que podría considerarse de jazz (con músicos de jazz y publicado por ECM, un sello de jazz), toca de una manera no jazzística, que viene claramente de otro lado. No homogeneiza tradiciones, sino que las confronta. Y el resultado es formidable.
El disco, publicado el año pasado –y recién distribuido en Argentina–, ya ganó el Premio del Disco Alemán y fue elegido como una de las grabaciones del año por la revista francesa Jazz Magazine. El hecho de que la tapa anuncie “música de Manu Katché” sintoniza, en todo caso, con que se trate del álbum de un baterista que no sólo no contiene solos de batería, sino que en él la percusión cede con gusto el protagonismo –o por lo menos los papeles más llamativos– a los demás instrumentos. Más allá de que su estilo en la batería –la manera de subdividir rítmicamente y de acentuar, más cercana al rock que al jazz, su sentido melódico en un instrumento que, claro está, no puede hacer melodías– es esencial al proyecto, se trata mucho más del disco de un autor que del de un intérprete. “Debo agradecer a Manfred Eicher, el productor de ECM, que no sólo se interesó en que grabara para ese sello, sino que estuvo de acuerdo con este concepto de disco grupal en su sonido que, sin embargo, responde a mi idea musical, a mis composiciones. Además, más allá de que yo sabía que quería que en este disco estuviera Jan (Garbarek), con quien ya había tocado en varios discos suyos –I Took Up the Runes (1991), Ragas and Sagas (1992), Twelve Moons (1994), Visible World (1996), In Praise of Dreams (2004)–, y del nombre de Stanko, un trompetista que admiro, fue quien me sugirió a Wasiliewski y Kurkiewicz”, dice Katché en una charla telefónica con Página/12.
Descubrir afinidades entre músicos que de otra manera jamás se hubieran encontrado es una de las especialidades de Eicher, que alguna vez propició la química entre Miroslav Vitous y John Taylor, entre Charlie Haden, Egberto Gismonti y Garbarek o entre Dino Saluzzi y Enrico Rava o Marc Johnson. Y en algún sentido, Neighborhood es un típico disco de ECM, a la manera de muchos de los históricos registros de los setenta. La química entre el team polaco, el noruego Garbarek y Katché es tan improbable como irreemplazable. Con otros músicos el disco no sólo sería otro, sino que, probablemente, no existiría en absoluto. “Cada una de las personas con las que toqué me enseñó algo. O, más precisamente, me transformó en otro. Y eso sucede, incluso, en el mismo momento en que uno está tocando. No se toca igual cuando se toca con unos músicos o con otros. Esta es mi música pero es, a la vez, una música pensada para estos músicos y creada junto con ellos; alimentada por ellos mismos. Las ideas van surgiendo, se escuchan, hacen que surjan otras ideas y esas nuevas ideas, a su vez, generarán otras más. Mi idea de composición, en todo caso, no admite una obra cerrada sino, por el contrario, algo que va cambiando, que va teniendo distintas formas y va creciendo a medida que transcurre.”
Formado inicialmente en piano y luego, como percusionista, en el Conservatorio Nacional de Música de París –donde obtuvo el primer premio como estudiante–, Katché cuenta que, a partir de los 5 años, estudió danza clásica. “Fue una idea de mi madre; después dejé la danza aunque no de bailar”, dice. “Y si bien no hay una conexión evidente, hay cierta cuestión en relación con lo espacial y cómo se mueve el cuerpo en el espacio que está presente en mi manera actual de tocar. Posiblemente en cómo se levanta un brazo, en cómo golpea sobre el parche, en la forma en que el cuerpo es un vehículo del ritmo persiste una sombra de aquellos estudios de danza.” Pero donde la personalidad de Katché es más notoria es en su manera de diferenciarse de la tradición de los bateristas de jazz y, en particular, precisamente de la de los que han grabado en la rica historia de ECM. Jack De Johnette, Jon Christensen, Michael Di Pasqua o Peter Erskine diseñaron una línea de percusión impresionista, de subdivisiones muy breves en los platillos y de énfasis en la polirritmia. Katché busca un estilo mucho más terrestre que aéreo.
“No soy un baterista de jazz; vengo de otra tradición”, afirma. “Y no me interesaba tratar de disimular esa diferencia sino aprovecharla. Ver qué podía tener de interesante. Admiro a De Johnette y a Christensen y admiré muchos de los discos de ECM, con los que, además, crecí. Pero mi personalidad musical es otra y Neighborhood no sería un disco mío si no reflejara esa diversidad.” Hay, también, otra figura que circula por el disco como una presencia inevitable: Miles Davis. Y Katché lo explicita en un tema, Miles Away. Allí hay dos citas. Por un lado la pieza All Blues. Por el otro, la pasión de Miles por los títulos que jugaran con su nombre (Miles Ahead, Miles Smiles). Aquí, Katché señala en Miles un camino (a way) pero se sitúa, también, a millas de Miles. “Para los músicos siempre es complicado el tema de las influencias”, comenta. “Es imposible crecer sin ellas, pero también si uno queda demasiado expuesto a ellas. Miles Davis fue, sin duda, una de las grandes líneas rectoras en las últimas décadas, y no sólo para mí. El mostró el valor de cambiar.”
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