MUSICA › CINCO MúSICAS QUE ABREN CAMINOS EN LA ESCENA LOCAL
Entre mañana y el viernes, el ciclo que se desarrollará en Ultra permitirá prestar atención a las canciones de bandas y solistas con protagonismo femenino, pero sin condicionamientos: “A veces te miran mal porque sos mujer, a veces bien por lo mismo”.
› Por Luis Paz
Según estimaciones recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca del 7 por ciento de la población mundial es hipoacúsica o sorda. Para la mayor porción del 93 por ciento restante, el oído será un órgano bastante absoluto: uno suele tener la sensación de que escucha más o menos todo lo que tiene cerca y produce sonidos medianamente relevantes. Ya como sentido, sin embargo, se verá que el oído no es tan absoluto. ¿Cuántas veces se escucha la voz de una mujer? ¿Cuántas canciones le hablan a un él? No se oyen, en ese marco, todas las voces que se podrían y, en definitiva, no se aplican las miradas que se podrían. Entre esas voces y miradas, cinco acaban de quedar registradas para la posteridad, aunque no para el poster, y están por amucharse en un festival: las de Ivana Berenstein, Giselle Giarrizo (de Prófuga de Agua), Licina Picón (de 100 Vueltas), Vicky Polak (de Carmensandiego) y Julieta Sabanes, distintos casos de una generación con un cromosoma y varios problemas en común.
Julieta Sabanes inaugura un nuevo género: las camisongs o canciones en pijamas. Estar de camisón propone, de un modo frontal, que se trata de un disco íntimo, pero acaba siendo un interactivo paseo por mates, juguetes y negociaciones. Todo surgió de un nuevo desafío para las canciones: “En la era del blog, las redes sociales y los realities, la intimidad pasó a ser contada y compartida. En mi caso, el modo de redefinir la idea de intimidad fue ir, más allá del relato de lo cotidiano, a mi mundo interior, imaginado e inconsciente”. Y a por él fue, sin moverse demasiado lejos: “El hogar es un espacio con sonido propio, donde no sólo surge qué queremos decir, también cómo hacerlo”, geolocaliza. “De 7 a 9, ama de casa soy / doy un concierto en camisón / Si voy de gira por Japón / traigo comida en el avión / Una impostora soy, de los mandados”, son sólo cubiertos recién lavados en el escurridor de su poesía visual.
Sabanes nació hace 34 años en tierras porteñas, pero su familia es del sur del conurbano. En la casa de sus abuelos en Banfield compuso e hizo Estar de camisón, en medio de una relación con el afuera poco grata, en la que trabajaba demasiadas horas y sin placer. Su propio retrato de la Mujer-Alfa tal vez sea uno de los versos surgidos de aquello: “Ser una chica motorhome, la carroza y el motor”, opone a ese modelo de mujer maniática del trabajo, fanática de las compras y lunática por el éxito. Es decir: frente al corpiño con canillas de Madonna, y por elevación también contra las bombachas rojas coloradas que Ricardo Arjona regala con su nuevo disco, propone un simple, honesto (y tácitamente subversivo) camisón.
Antes de hacer el disco, Sabanes estudió canto, participó de bandas de rock (Taragüí, con Pablo Font y Manuloop), hizo standards de jazz y acompañó a Alvy Singer. Hasta que compuso, convocó a amigos y al productor Roger Delahaye para que, de paso, tocara ukelele, banjo, glockenspiel, cavaquinho y ocarina. Así es que parece recorrer mayores geografías que las de un living a media luz: “El viaje y el regreso al hogar son dos modos distintos de buscar un lugar, uno exterior y otro interior”, hace la diferencia, pero los propone como “un mismo mar revuelto” que, en la orilla de allá, ofrece lo que cada uno espera. Pero hay que cruzarlo.
La música de Carmensandiego, con Vicky Polak en voces y un disco epónimo en bateas, es una incursión funk tropical a velocidad crucero. “Entretener y reflexionar pueden ser parte de la misma experiencia. El bailá pensando nos atrajo como idea desde el comienzo. Creo que esto surge de una mezcla entre la identificación y la incomodidad”, es decir: entre el contacto directo con el movimiento y el urticante con el pensamiento, interpreta Polak (25 años), también fotógrafa. “Cuando las inquietudes son diversas, se utilizan muchas búsquedas”, también dirá para cohesionar la impronta estética del debut de Carmensandiego, un conexo trabajo de ilustración playera. “La relación entre la música y lo visual es muy fuerte. Usamos imágenes como disparadores para imaginar”, cuenta del grupo, y la música propone sus propias tomas. El problema, cree Polak, es cuando el paisaje se vuelve pose: “En todas las generaciones hubo artistas esquemáticos que continuaron determinadas líneas y otros más lúdicos e innovadores. Hay bandas alineadas detrás de ciertas modas que no están proponiendo nada nuevo, y otras que se animaron a bucear aguas más profundas. Se trata de las ganas que haya de zambullirse”, mira sin poder dejar de fotografiar una imagen acuática.
En la superficie de Carmensandiego se reflejan Aterciopelados, el rock alternativo y el candombe, pero con sólo tirar la caña aparecen desde el fondo otras cuestiones: “¿Dónde están los barriletes/ que alumbraron el cielo?/ Que el pasado no vuelva a ser/ Se volaron, se esfumaron/ ahora nadie sabe dónde están/ ¿En qué estabas pensando/ mientras pasó todo esto?”, se pregunta Polak en un muy polisémico momento del disco.
La óctuple tripulación de Carmensandiego tiene un problema: apenas si cabe en las cubiertas de los pocos espacios culturales supervivientes. “La propuesta es unir a los músicos, conocernos, organizarnos, encontrarnos y protegernos. Es eso o volver a enumerar la falta de lugares aptos para tocar en una ciudad que fomenta la publicidad como cultura”, propone Polak la alternativa de este grupo que trata “de tocar con bandas conocidas, de generar espacios donde empujar todos juntos” para poder dejar de empujarse en los escenarios. “Un hormiguero musical y cultural” es por lo que clama.
Prófuga de Agua es un quinteto eléctrico. O un quinteto acústico. O un dúo de guitarras. Todo depende de “la situación del evento”, que no es más que la realidad del espacio que encuentren para tocar. “Sería genial que todo funcionara de manera preventiva en vez de tapar los baches”, desea la cantante y eventual guitarrista Giselle Giarrizo en el marco de una situación que ya parece anacrónica (por repetición y no porque haya quedado en el pasado). “Los músicos también tenemos que preferir que haya menos lugares habilitados a que haya mil desastres”, invita, más allá de que entienda que ésa (que haya menos sitios) tampoco es la solución.
Con 25 años, también es parte de esa generación que además de no lograr espacios donde tocar tiene dificultades para financiar sus discos. Genial es el segundo EP de la banda y si bien el formato se justifica en parte en “brindar algo que se deje escuchar de punta a punta sin tener que dedicarle demasiado tiempo, ya que hoy casi nadie lo hace”, también expone la imposibilidad de editar en gran volumen de una sola vez. “El EP pasó a ser una herramienta válida para quienes hacemos música, y no deja de ser un disco en el sentido que capta un momento de la banda.” Y ésta, en particular, es una preocupada por “tocar para la canción” (a menudo piezas que evocan al rock alternativo y lo cruza con new wave y post punk) y por el uso correcto de las palabras: “Una canción no puede ser molesta”.
Licina Picón da en la tecla más de una vez al día. O al menos esos en los que se suma a la banda de Gustavo Cordera, donde también hace coros. Además recorre otro circuito con 100 Vueltas, un quinteto de pop rock rioplatense que mixtura técnica y groove. “Creo que el desafío de arreglar una canción con tu instrumento es entrar al juego empezado. Tenés que olvidar lo que aprendiste y entrar en esa dinámica”, distingue una y otra tarea: la ampliación desde el teclado de los temas de Cordera y la composición, en piano y voces, para 100 Vueltas, que recientemente publicó su debut. Entre bolero, milonga y funk, la naturaleza aparece en Mar como espacio de poesía: “Olvidemos que somos seres de la naturaleza por estar enredados en lo mental, pero el amor y la vida funcionan como la naturaleza, con sus ciclos y su deterioro o evolución. Cuidemos el planeta”, alza una bandera también guardada en sus canciones.
Esa mirada naturista se termina confundiendo con una antropológica con el correr de su disco, como una nueva crónica de Indias basada en las aristas problemáticas del ser humano que la evolución no ha podido normalizar (la confianza, la desazón y el encuentro, básicamente). “En lo que no sabés está el hueco creativo que tenés que llenar con lo que sos y conocés”, invita, casi parafraseando a aquellos naturistas del “Viejo Mundo” que contaron al “Nuevo” desde aquello que les era conocido. “En eso, hay que estar atento a las mutaciones y dejarlas ser”, habilita.
“Yo te convengo, me di cuenta hace tiempo”, canta sin ruborizarse en vivo, ante aforos no siempre acostumbrados a escuchar historias de boca femenina. “A veces te miran mal porque sos mujer, a veces bien por lo mismo. El modo de convencerlos de que está bien que miren a la banda es el mismo: la música”, cuenta la necochense de 28 años, tan a tempo como en las cumbias y milongas que hace con Cordera y 100 Vueltas.
Ivana Berenstein dedicó buena parte de sus 32 años a explorar dos campos: la música y las artes escénicas, ya no tan distintos. Egresó de la Escuela Popular de Música del Sindicato de los Músicos (Sadem), estudió audioperceptiva, guitarra, teatro, danza y comedia musical. Cuando canta “Ahora que no me ves, te acordás/ ahora que estamos juntos, no me hablás/ y eso no me sorprende ni me hace mal/ yo hice lo mismo un tiempo atrás” en la apertura de su debut No te duermas, es muy difícil no hilar todo eso y sumarle su profesión de psicóloga, por lo performático y disfuncional. “Si a mi carrera y mi terapia les sumamos que mis padres y tíos son psicoanalistas y que escuché desde muy chica toda la terminología del psicoanálisis, seguramente esa forma de pensar se haga presente sin proponérmelo.” Aun contra su voluntad, vaya modo de ahorrar dinero es este disco con un valor más bajo que 20 minutos de terapia.
No te duermas es una fuerte construcción identitaria que, ya en su primer disco, presenta a Berenstein como una compositora con base en músicas tradicionales y una pluma doméstica pero amplia. “Todos tienen novio, yo tengo guitarra.” Con ese verso de “Todos tienen novio” basta, tal vez, para demostrar también su posibilidad de síntesis. Y la síntesis, dicen los profesionales de la salud, es más posible con un carácter bien definido. “La música nació como una forma de comunicarse, compartir y celebrar, y la tecnología amplió su entorno hasta las culturas de todo el mundo. Entonces hay más elementos y recursos a disposición, pero está bueno usarlos desde la identidad y la sensibilidad de tu tierra”, propone quien puede componer una “Danza de mosquitos”, evocar al folk, al Río de la Plata o al punk, dejando siempre una instancia de reflexión.
El color rosa se lo deja a las muñecas: “Vivimos en una cultura bastante alienante, donde hay una tendencia a buscar la satisfacción en el afuera y está muy alentado el consumo como solución de los problemas”, cuenta Berenstein lo que ve desde el consultorio que alternó con algunos micrófonos en bandas de jazz, bossa nova y bolero, el grupo Qué Tul (2007-2009) y, recientemente, la banda israelí de rock Purple Jrein, que existió en verdad y no es parte de Peter Capusotto y sus videos.
* 100 Vueltas, Carmensandiego y Prófuga de Agua tocan mañana, y Julieta Sabanes, Ivana Berenstein y Laura Citarella el viernes, en Ultra, San Martín 678, desde las 20.
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