MUSICA › ESTA NOCHE, EDDIE DANIELS JUNTO A LA FILARMóNICA DE BUENOS AIRES
Comenzó estudiando saxo, pero “no por los solos Charlie Parker o Stan Getz, sino por Frank Sinatra”. Hoy en el Colón tocará el Concierto para clarinete de jazz del argentino Jorge Calandrelli.
› Por Diego Fischerman
Quien escuche las legendarias grabaciones de la orquesta de jazz de Thad Jones y Mel Lewis para el sello Solid State, a fines de los sesenta, se encontrará con un saxofonista joven y brillante, con un estilo propio y definido, una homogeneidad en el sonido altamente inusual y una desmesurada imaginación para fragmentar la frase de las maneras más inesperadas. Es apenas una de las varias vidas de Eddie Daniels, uno de los instrumentistas más asombrosos y con una de las carreras más extrañas en la historia del jazz, alternando momentos de una gran exposición con otros en que prácticamente desaparece de la escena. En otra encarnación posterior podrá hallárselo como clarinetista, en Benny Rides Again, un disco junto al vibrafonista Gary Burton, en homenaje a Benny Goodman y Lionel Hampton (y si se quiere escuchar un sonido jamás antes oído en un clarinete hay que prestarle atención al tema “Goodbye”). O en el notable Memos fron Paradise, donde integra un cuarteto de cuerdas a un grupo de jazz, con arreglos del pianista y compositor Roger Kellaway. O, más cerca, en un disco en dúo con este mismo músico o en cuarteto con Hank Jones, Richard Davis y Kenny Washington. O interpretando a Vivaldi. O como solista, esta noche, en el Colón y junto a la Filarmónica de Buenos Aires, tocando el Concierto para clarinete de jazz del argentino Jorge Calandrelli.
Daniels casi se disculpa por el hecho de que muchos consideren que toca mucho mejor que Benny Goodman. “Tal vez yo haya tenido una formación más completa –dice–, pero él, como también Artie Shaw, llegó a lo más alto de una determinada concepción musical.” Leonard Bernstein dijo de él que “combina la elegancia y el virtuosismo de una manera que me hace pensar en Arthur Rubinstein. El es un demonio concienzudamente bien educado”. Empezó tocando jazz en saxo, aunque lo primero que le enseñaron fue una pieza de Schubert; luego estudió clarinete como músico clásico, obtuvo un master en la Julliard, ganó un concurso en Viena organizado por Fredrich Gulda, y volvió al saxo y al jazz como parte de la orquesta de Jones y Lewis. Allí tocó, en una grabación en vivo en el Village Vanguard –donde tocaban todos los lunes–, el clarinete. Y ese año fue elegido como mejor clarinetista en la encuesta de críticos de la revista Down Beat. “Lo que me había decidido a estudiar saxo, al comienzo, no eran los solos de músicos como Charlie Parker o Stan Getz, sino las grabaciones de Frank Sinatra”, explica. “Me fascinaban esos solos que acompañaban al canto y el contrapunto entre saxo y voz. Empecé con el clarinete a los 12, porque era un instrumento más legítimo que el saxo en el ámbito académico, y seguí con él en la Performing Arts High School. Por ese entonces mi padre llevó a casa los discos de la Orquesta de Benny Goodman en vivo en el Carnegie Hall y eso me mostró un camino posible.”
Entre dos instrumentos y dos tradiciones musicales, Daniels cabalga de nuevo. La obra que Calandrelli escribió para él por encargo de Jack Elliott, director musical de la American Jazz Philharmonic, está escrita para “clarinete de jazz”, lo que reserva un importante lugar a la improvisación y, sobre todo, la técnica del instrumento debe ser jazzística, es decir incluir vibrato (en la música clásica es el único instrumento que conserva la tradición de los siglos XVIII y XIX de tocar sin vibrato), inflexiones como glissandi y recursos tímbricos propios del género y tendientes a oscurecer el timbre. Calandrelli, arreglador de Madonna, Tony Bennett y Stevie Wonder, entre muchos otros, y orquestador de El resplandor, El tigre y el dragón y El color púrpura, fue también el productor del disco que Yo-Yo Ma dedicó a Piazzolla. En el Concierto para clarinete de jazz recurre a un estilo donde las influencias de Bernstein, Gershwin y Stravinsky son evidentes y donde el acento está puesto en la posibilidad de lucimiento del solista. La Filarmónica de Buenos Aires será dirigida, en esta ocasión, por el japonés Eiji Oue y el programa se completará con el bellísimo Adagio para cuerdas, de Samuel Barber (originalmente el movimiento lento de su Cuarteto para cuerdas), y la Sinfonía No. 7 de Ludwig van Beethoven.
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