MUSICA › FESTIVAL ECOLOGICO EN COSTANERA SUR
La conciencia y los cuidados de la salud personal y ambiental fueron los ejes de este encuentro que tuvo como protagonistas a AIR, Juana Molina, Dante, Banda de Turistas, Leo García y la chilena Anita Tijoux, entre otros.
› Por Luis Paz
Si los festivales musicales que llegan con la primavera son una suerte de microvacaciones anticipadas para la mente, no es muy descabellado pensar en cada uno de esos eventos como una ciudad costera. Bajo esa lógica, el festival “Aire bajo la sombra del árbol”, realizado el sábado en la Costanera Sur, bien podría ser el Santa Teresita de los festivales: fresco, liviano, tranquilo, modesto y ventoso, el encuentro musical que cerraron los franceses AIR fue, además, económico y rendidor. Banda de Turistas, Leo García y la chilena Anita Tijoux pusieron los primeros rayos, Dante y Onda Vaga lo pringoso de la tarde y Juana Molina y AIR la paz nocturna.
La conciencia y los cuidados de la salud (personal y ambiental), ejes de este “festival ecológico”, tuvieron fuerte presencia en el predio aparecido como una alternativa viable para eventos masivos. El único reclamo tal vez sea que tuvieron una presencia casi de facto porque, de arranque, hubo que caminar un kilómetro desde la primera valla hasta el escenario principal. Con las toxinas liberadas por la caminata, el público encontró en una docena de carpas talleres de reciclado, petitorios en contra de la matanza de animales, ready-mades botánicos y, los madrugadores, el hip hop de la franco-chilena Tijoux, el pop rock de Banda de Turistas y las canciones de Leo García, todos en breves sets de 20 o 25 minutos.
Bajo el patrón “lo bueno, si breve, dos veces bueno”, el festival “Aire bajo la sombra del árbol” liberó su minimalismo sin ninguna distracción del tipo “sacate una foto haciendo mosh” o “cantá con Johnny Allon y llevate una remera” (como otros festivales facilitaron en 2009), con recitales talla S, poco despliegue escenográfico y una galería de stands de alimentos sin grasas transgénicas: “¿Cómo que no hay hamburguesas?”, se reclamó. “¿Acaso en la naturaleza los animales no comen carne?”, retrucó uno que ganó sonrisas con perspicacia pero no su medallón de carne vacuna.
Pero más allá de la velocidad intestinal propuesta por los sandwiches de pollo, palta y queso de cabra y las empanaditas de acelga y calabaza, el tránsito fue lento: el público deambuló con modorra por esta Gomorra ecológica y permaneció en zapping constante entre el set de Dante (que recuperó la amplitud rítmica de años anteriores a su refugio en el ghetto del hip hop), Santiago Vázquez y La Grande (otro proyecto percusivo del creador de La Bomba de Tiempo) y el power pop de Metrópoli.
Todo lo relacionado con la breve presentación de Juana Molina estuvo preciso: el marco, el clima, el horario. Poco antes de las 20, subió a escena sin joyas, acompañada por Mariano Domínguez en bajo sin clavijero y Diego López de Arcaute en batería sin hi-hat. Apenas siete u ocho canciones le bastaron para mostrar una música tan experimental y moderna como ancestral y cósmica, basada en sobregrabaciones en vivo y la potencia de una voz realmente expresiva. Hasta los in crescendo de sus canciones (pues más allá de la investigación, la base de sus piezas es la melodía y el ritmo) se aparejaron perfecto con las crecidas eólicas.
Onda Vaga, una de las bandas con mayor crecimiento en el cambio de década, tocó luego, y también velozmente, en el escenario secundario, con un repaso por las canciones de fogón y arrumaco de su debut Fuerte y caliente y un adelanto de su inminente próximo disco, Espíritu salvaje. Al sol de la última tarde, su aparición habría podido ser más efectiva, pero igual el ensamble de cuerdas y parches provocó el baile en rondas.
En un horario impensado para un sábado de festival, el número central ocupó el escenario a las 21. Nicolas Godin y Jean-Benoît Dunckel (o el dúo francés AIR) hicieron base en su reciente Love 2 para demostrar lo interesante de su inteligente y despojada mezcla de chanson, pospunk, pop psicodélico, ambient y sintetizadores vintage, con el recurso a piezas de Moon Safari y Talkie Walkie, sus discos fundamentales. Los silbidos de “Alpha Beta Gaga”, del último, fueron ideales para este festival yogui.
Sobre el final, los desechos: nuevas emanaciones de CO2 durante el kilómetro plano de salida y la pregunta que queda apoyada en la sombra del árbol: ¿cuánto se habrá aprendido acerca del cuidado de lo biótico?
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