MUSICA › RECITAL DE PANIC AT THE DISCO EN EL CLUB DE MAR MUTE, DE MAR DEL PLATA
Ante unas 15 mil personas, la banda estadounidense de pop-rock ofreció un concierto desparejo y repetitivo, aunque cumplidor para las expectativas de sus fans. La playa y el sol le dieron contexto al encuentro, mientras Brendon Urie repasaba los hits del grupo.
› Por Luis Paz
La practicidad del pop es irreprochable: es convocante, se renueva constantemente (aunque más en lo nominal que en lo sustancial), es fácilmente digerible y genera grandes dividendos. Lo que sorprende es notar cómo el pop sigue revelando nuevas virtudes en cada uno de sus acontecimientos, incluso algunas casi imperceptibles. La presentación del grupo estadounidense Panic At The Disco en el club de mar Mute de Mar del Plata vino a clarificar una nueva: el carácter autobronceante del pop. Sobre la arena, con el sol en retirada y el mar detrás de una hilera de camionetas 4x4 de calle, bastó la hora y poco que el grupo de Las Vegas pasó sobre el escenario para quedar tostado. Excepto, eso sí, por sus aguerridas fanáticas: aguavivas adolescentes que a puro codazo y caderazo se abrieron paso para darle su amor en banderas a esta banda pop-rock trajeada, y que quedaron a reparo de la sombra del escenario.
Los músicos fueron los únicos desubicados en vestuario, pero también los mejor ubicados para ver el tapiz humano que cubrió el parador: unas 15 mil personas estuvieron allí, cinco mil constantemente predispuestas a un show con bastantes parecidos en las formas a lo de sus vecinos The Killers, aunque aggiornado, pasado por el tamiz de los estribillos a punto de quebrarse y decorado con firuletes funk y la voz exacerbada de su compositor, el cantante y multiinstrumentista Brendon Urie. Bueno, eso mismo es The Killers, así que la verdadera diferencia tal vez sea que son parte de otra generación de músicos de la misma Ciudad del Pecado.
Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Pero si es pop, sale a dar la vuelta al mundo. Eso viene haciendo esta versión 2.0 de Panic At The Disco, en la que sólo quedaron Urie y el baterista Spencer Smith y a la que se le fue el signo de exclamación que adornaba el “Panic”, para despedir su último disco, Pretty. Odd., y anticipar la publicación de Vices and Virtues (casualidad o no, “vicios y virtudes”), que llegará en marzo.
Por lo pronto, es domingo en Mar del Plata, cierre del fin de semana record en el hormiguero con playa. La maratón que adelantó despertares a las 7 de la mañana ya pasó y para el show gratuito de Julio Iglesias en la rambla falta un rato. Hay mucho para hacer pero en el parador de la zona de El Faro las opciones son pocas. Para los menos agraciados por las virtudes de la mente, está la posibilidad de estacionar las camionetas cero kilómetro en la playa y pelearse con los niños que las golpean sin querer con sus balones. Y a los adolescentes más agradecidos a Panic At The Disco no se les puede pedir otra cosa que delirio cuando la banda arranca con “Time to Dance”, casi una polaroid de locura extrabalnearia.
Durante poco menos que el tiempo que consumió el superclásico, el quinteto repasó sus piezas más representativas: “The Only Diference” (con el más extenso y aquí castellanizado título “La única diferencia entre el mártir y el suicida es la cobertura de la prensa”), “Northern Downpour” y “I Write Sins Not Tragedies”, claramente el momento más álgido de un concierto en subibaja e insolación constante, cumplidor pero repetitivo.
“Veo que somos los únicos tarados en traje aquí”, actuó Urie para la marea humana. “Debo decir que nadie tiene la costumbre de andar desnudos de los argentinos. En Estados Unidos van a la playa con ropa de calle. ¡Ustedes son lo más!”, pasó de largo. Igual, se le permite el exceso: su banda suena bien, sus canciones son efectivas y, entre tanta foto repetida de extranjero de raid rockero por las pampas y playas del sur, incluso se animan a ciertas consignas. “Redistribuyan la riqueza”, pidió Urie mirando al noroeste. No pensando en Jujuy o Salta sino en el VIP, donde alguna famosa atinó a abrazar su copa de champán mientras otra bailaba desaforada. Si allí el sábado MGMT había propuesto un mundo feliz en tecnicolor, a Panic At The Disco le bastó para cerrar el fin de semana más estruendoso de la temporada con un feliz domingo para la juventud.
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