MUSICA › FRANCO LUCIANI ARMO UN TRIO CON ESPIRITU TANGUERO
El armoniquista rosarino presentará hoy en el CAFF una formación que le dará prioridad al 2x4, con Daniel Godfrid en piano y Ariel Argañaraz en guitarra. “La armónica tiene una capacidad de fraseo muy marcada, casi como la palabra”, señala.
› Por Carlos Bevilacqua
Con apenas 29 años, Franco Luciani es, por lejos, el mayor referente de la armónica en el país. No sólo por dominio técnico sino por su sentido estético y por su calificada hiperactividad. Es más: hasta hace poco era como el Droo-py de la música popular. Podía aparecer con su cromática en cualquier recital, ya sea como invitado anunciado o imprevisto. En el ambiente se llegó a sospechar que había más de un Franco Luciani. “Influían varios factores: es un instrumento muy apreciado, puedo llevarlo en un bolsillo y al subir al escenario; no necesito enchufar nada”, explica él, soslayando por modestia sus virtudes musicales. Su espíritu de colaboración se tradujo a su vez en participaciones en más de 60 discos, de los cuales sólo cinco son propios.
A partir de ahora, según anuncia, se va a concentrar más en sus cinco emprendimientos solistas. Y luce particularmente entusiasmado con uno de ellos: un trío focalizado principalmente en el tango junto a Daniel Godfrid en piano y Ariel Argañaraz en guitarra, que tendrá sus primeras versiones públicas hoy y el próximo viernes a las 22 en el CAFF (Sánchez de Bustamante 764). “Es una formación que de alguna manera deriva del dúo que vengo haciendo con Daniel hace años. El piano refuerza mucho los graves y la guitarra, lo rítmico. Por otro lado, son instrumentos armónicos que además pueden cantar”, justifica lo atípico de la combinación. Claro que el rol cantante pasará en general por sus soplidos y aspiraciones. De hecho, el gusto de Franco por la melodía determina buena parte del repertorio: “Naturalmente me fui volcando hacia el tango canción porque me gusta mucho cómo funciona musicalmente. Tal vez porque la armónica, además de poder ligar las notas, tiene una capacidad de fraseo muy marcada, casi como la palabra”. Por eso no va a ser muy difícil escuchar en su sonido los versos de “Moneda de cobre”, “Margarita Gauthier”, “Después” y “Los ejes de mi carreta”, entre otras piezas que adelanta para el show de esta noche.
La inclusión de una milonga de Atahualpa Yupanqui podría ser visto como un desliz en un proyecto planteado como esencialmente tanguero. Pero él aclara: “Para mí, el tango y el folklore son una unidad. En Cosquín siempre meto un tango y así esté tocando en una milonga alemana, al menos una chacarera les mando. Adhiero al concepto del cantor nacional, al estilo de Gardel o Nelly Omar. Y ojo que, si bien somos relativamente pocos los que hacemos los dos géneros, tal vez no sea algo que está muriendo sino algo que crece”.
Durante los próximos dos meses, Luciani volverá a ser noticia por una nutrida agenda de conciertos. En tres de esos compromisos interpretará música académica: el 15 y 16 de abril compartirá el hall del Teatro San Martín con la pianista Linda Lee Thomas y con el contrabajista Miles Hill, los dos prestigiosos solistas canadienses; el 19 de mayo será la figura principal del Concierto para Armónica del compositor brasileño Héctor Villa-Lobos en Rosario, y para fines de marzo está prevista su participación en la ópera El gran macabro, programada por el Teatro Colón. “Eso está ahora en duda por el conflicto gremial del teatro –advierte el entrevistado–, pero ya fue un honor impresionante haber sido convocado para tocar con la Orquesta Estable y con una puesta de la Fura dels Baus. Además, como en un pasaje se requieren tres armónicas, me ofrecieron la posibilidad de convocar a Lucas Chamorro y Santiago Alvarez, dos ex alumnos míos que me parecieron los más idóneos.”
Si bien ya no se siente un bicho tan raro, lo suyo todavía tiene mucho de conquista. Cuenta Luciani: “Por prejuicio, está muy establecida la idea de que la armónica tiene un techo que le impide tener un vuelo profesional. Recién ahora, de a poco, se está generando un lenguaje clásico para el instrumento y se está empezando a estudiar más orgánicamente en los conservatorios. Por otro lado, tenemos que ir generando cada vez más repertorio porque hay muy poco escrito para armónica. Yo empecé sacando partituras de otros instrumentos, como flauta, oboe o violín. Después es verdad que podría haber tomado clases con algunos profesores particulares, pero preferí ir aplicando mis estudios de música sinfónica en una especie de aprendizaje semiautodidacta”.
A la hora de mencionar sus referentes personales, Luciani no duda en describir dos estilos bien diferentes. Por un lado, el del belga Toots Thielemans (“tocaba lineal, bien al estilo jazzero, como si fuese un saxo o una flauta”, dice). Por otro, el del local Hugo Díaz (“el inventor de esa forma de tocar con acordes, o a veces bien rítmica, tan argentina”). Respecto de este último pondera en particular “esos sonidos guturales, como de gruñidos” que suele proferir la armónica del santiagueño desde las grabaciones de algunos tangos. Lo cual lleva a sospechar que ésas, como otros parecidos con el bandoneón, no son meras coincidencias.
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