MUSICA › SE AGUDIZA EL CONFLICTO EN EL TEATRO COLóN
El Gobierno de la Ciudad rescindió los contratos de 41 músicos, además de descontarles más de la mitad de sus haberes. La medida recibió el repudio de buena parte del arco político. Mauricio Macri acusó a los trabajadores de “agredir, patotear y no dejar trabajar”.
› Por Diego Fischerman
“Sólo esperamos que este gesto que hacemos para destrabar el conflicto sea correspondido por otro de la misma jerarquía y magnitud por parte de las autoridades”, sintetizó uno de los delegados del Teatro Colón, su fotógrafo Máximo Parpagnoli. Se refería a lo que la asamblea de los músicos, que mantenían un paro desde hace seis meses, decidieron ante la sensación de que la situación había escalado a un punto inmanejable. Lo resuelto fue el levantamiento de la medida de fuerza hasta el próximo martes, en que Rodolfo Arrechea, la máxima autoridad de ATE Capital, el gremio con el que se habían encolumnado los trabajadores en conflicto, se reunirá con Andrés Ibarra, el secretario de Recursos Humanos del Gobierno de la Ciudad.
“Siempre estamos abiertos al diálogo”, dijo el funcionario. “Los contratos de los 41 músicos no se renovaron porque los músicos no estaban tocando. Si vuelven a trabajar no va a haber ningún problema, porque las orquestas necesitan de los músicos.” La tregua por parte de los trabajadores llegó después de una semana que comenzó con la llegada de Plácido Domingo y su apoyo explícito a los reclamos de los integrantes de las orquestas del Colón y concluyó con la rescisión unilateral de los contratos de 41 músicos, sumada al descuento de más de la mitad de sus haberes, y a las beligerantes declaraciones del jefe de Gobierno que, luego de hablar de la huelga como “cantidad de hechos delictivos”, los acusó, esta vez, de “agredir, patotear y no dejar trabajar”. Durante el día, se expresaron políticos como Abel Fatala, que tildó a Macri de “inepto”, o el diputado Tito Nenna, del Frente para la Victoria, que caracterizó la situación como “un nuevo capítulo de la persecución gremial de Macri. Antes persiguió a docentes con listas negras, y ahora persigue a los músicos con amedrentamientos y demandas millonarias”. El origen del enfrentamiento había sido el reclamo de un aumento salarial del 40 por ciento, teniendo en cuenta el desfasaje entre los sueldos de las orquestas del Colón (la Estable y la Filarmónica) y otros organismos similares del país, como la Sinfónica Nacional y la Estable del Argentino de La Plata. Un desfasaje que, por otra parte, no se verificaba con claridad en otras áreas del teatro (luminotecnia, escenotecnia, sastrería, etc.), al no haber puntos de comparación posible fuera de él. De ahí que lo que empezó como un conflicto de todo el teatro, incluyendo al ballet, cuyo enfrentamiento con la dirección tenía que ver también con otra cuestión, la inadecuación de los pisos de escenario y salas de ensayo, acabara como un problema casi particular de la orquesta.
Durante estos seis meses desde que comenzaron los paros, la dirección del Colón resolvió, además de sumariar a algunos de los empleados que habían participado de las asambleas, con prohibición de entrada al lugar de trabajo y suspensión de sus haberes, demandar a los ocho delegados de ATE por 55 millones de pesos, en calidad de resarcimiento económico por los daños económicos pasados y por los futuros que la medida de fuerza pudiera acarrear. Al mismo tiempo, se concretó una propuesta salarial con aumentos ligados a la asistencia y la productividad, que fue consensuada con Sutecba, el otro gremio actuante en el Colón. Desde ese momento, los delegados de ATE centraron sus exigencias en el levantamiento de las sanciones como condición para negociar el levantamiento del paro. Cuando aceptaron tocar en el concierto masivo de Plácido Domingo, el ministro de Cultura, Hernán Lombardi, declaró que se abría “un paréntesis alentador”. Ahora, más allá de lo encendido de las declaraciones oficiales, apuestan a esa posible apertura. El punto de inflexión se relaciona, obviamente, con la precariedad de la situación laboral de los músicos y con la indefensión en que las malas prácticas administrativas del Estado los colocan. El director del Colón, Pedro Pablo García Caffi, aseguró que “no se está echando a nadie, sino que, simplemente, no se contrata a músicos que no están tocando; yo, como funcionario, no puedo contratar músicos para que no toquen”. También hizo mención a que “no se trata de músicos de planta; no son empleados del Teatro Colón”.
El hecho de que cuarenta y un músicos de la orquesta estuvieran contratados no se relaciona con ninguna particularidad de su trabajo sino, simplemente, con el hecho de que a pesar de haber ganado concursos, en octubre de 2009, y de que sus prestaciones no serían eventuales ni transitorias, fueron contratados por locaciones en lugar de nombrados como integrantes de las orquestas. Estos contratos, a diferencia de los contratos privados que rigen las relaciones durante tiempos más o menos prolongados, no incluyen ninguna cláusula de compensación frente a rescisiones unilaterales. Pero, más allá de lo difícilmente sustentables que resultarían los argumentos del gobierno en el ámbito legal y de que, frente a la defensa de los músicos echados tendrían muy pocas posibilidades de éxito, los tiempos judiciales son mucho más largos que los de la necesidad de subsistencia. Y, también, son más largos que los cuatro meses que restan hasta las elecciones, que es todo lo que Macri necesita para mostrar a la opinión pública que no negocia con huelguistas.
El levantamiento transitorio de la medida de fuerza llega, por otra parte, después de que el Colón se viera obligado a cancelar su venta de abonos y de que decidiera mostrar el que hubiera sido el primer título de la temporada de ópera, El gran macabro, de György Ligeti, en una versión sin orquesta –reemplazada por pianos, sintetizador, órgano, clave, celesta y percusión–, ajena a las intenciones del autor. En la agenda del teatro se aproximaba peligrosamente, también, el comienzo de los ensayos para el próximo título, La flauta mágica, de Mozart, con dirección escénica de Sergio Renán. La derecha suele criticar al sindicalismo combativo porque, dicen, están mucho más interesados por la lucha en sí misma que por la hipotética solución de los problemas. Sería una novedosa paradoja que, en este caso, los papeles se invirtieran y acabaran siendo Macri y sus funcionarios quienes no tuvieran interés en la solución de un problema que ya lleva demasiado tiempo y que, no debería olvidarse, deja a la ciudad sin uno de sus instrumentos privilegiados en materia de política cultural.
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