MUSICA › LUCIANO SUPERVIELLE HABLA DE RÊVERIE, GRABADO ENTRE EL TEATRO SOLIS Y EL ESTUDIO
El músico, productor, compositor y DJ uruguayo afirma que no puede entenderse su disco como un intento solista, ya que la colaboración con otros músicos de Bajofondo resultó crucial. Ahora se prepara para presentarlo en Capital y el interior.
› Por Luis Paz
“¿Quién me dará, al menos una vez, de probar que quien tiene más de lo que precisa tener casi siempre se convence de que no tiene bastante, y habla de más por no tener nada que decir?” En 1986, la banda brasileña de rock Legiao Urbana, una de las más importantes de ese país, publicó su álbum Dois, que incluía esta pieza, tan precisa ahora para replantear la mirada sobre el reclamo de la comunidad qom, o, más bien, su cobertura periodística televisiva: ¿No hay nada más que decir, sólo que hay “indios” cortando la 9 de Julio? ¿Hasta dónde hay validez en quejarse de que “le quiten” a la ciudad una cuadra, con todas las cuadras que tiene Buenos Aires y todas las que les quitó la Nación Argentina? Para enfrentarse a estas preguntas no hace falta revisar bateas de CD usados ni viajar al Brasil. Basta con acceder a Rêverie, la nueva ensoñación del músico, productor, compositor y DJ Luciano Supervielle, en su segundo disco al frente compositivo de los músicos de Bajofondo, el combinado regional que comparte con Gustavo Santaolalla y Juan Campodónico, productores de Rêverie. En esta placa no sólo recupera aquella canción, también revisita el “No soy un extraño” de Charly García, la “Canción de muchacho” de Eduardo Darnauchans y el “Gritar” de Los Estómagos (ambos uruguayos). “No es el típico disco solista, porque no habría existido sin la colaboración” de una veintena de artistas del Cono Sur americano, explica Supervielle, que lo presentará el 17 y el 18 de junio en el ND/Ateneo (Paraguay 917) y también en Córdoba y Rosario.
Rêverie no es un disco en vivo, ni tampoco un álbum de estudio: “Es un híbrido. Como todo lo que hacemos con Bajofondo, el hecho de grabar estas canciones en directo en el Teatro Solís de Montevideo (el Colón uruguayo) y completarlas en estudio responde a la búsqueda de maneras nuevas de componer”, ubica Supervielle. El músico se entrega al piano para conducir un entramado de violines, bandoneones, guitarras, contrabajos, baterías y hasta un coro de niños. En ese marco, queda manifiesta una vez más la capacidad de mirada de producción de Santaolalla y Campodónico: son quince canciones basadas en frecuencias altas de piano, violín y bandoneón, que no resignan el sonido orgánico de los instrumentos acústicos ni la fuerza de las frecuencias graves. “Si bien este disco no tiene un lenguaje implícito de hip hop como tenía el anterior (Bajofondo presenta Supervielle), el groove y los graves son esenciales en mi formación musical”, recupera.
“Por otro lado, esa apertura tiene que ver con que mi instrumento es el piano y es el instrumento armónico por excelencia. Sin embargo, sostengo que la melodía es lo más importante: algo simple armónicamente, como la suma de dos acordes, puede generar una melodía excelente. Pero no es fácil hallar canciones mágicas que no tengan una melodía buena y sí mucho entramado armónico”, se toma el tiempo para aclarar. Es indudable la capacidad melódica de aquel “Indios”, en la voz de Luisa Pereira, una diseñadora gráfica “nerd de las computadoras” que no se dedica a la música. O la belleza de “Adonde van los pájaros”, corte del disco para el que el joven cantautor uruguayo Franny Glass desarrolló letra y voces: “Por favor, no hablemos del clima o el tránsito, estamos perdidos entre la ciudad y nuestra ansiedad”. Hay en esta canción otro “bajofondismo”: pudiendo haber lanzado como corte promocional la nueva versión de “Baldosas mojadas”, una canción que ya era conocida en manos de Bajofondo y que cuenta con la participación también musical de Santaolalla y Campodónico, Supervielle promociona este disco con un tema completado por un autor esencial de la nueva escena de cantautores del país vecino, pero desconocido fuera de él.
En tren de ensoñaciones (ése es el significado del afrancesado título), son las instrumentales las piezas que más facilitan ese estado embriagado que se ubica entre la vigilia y el dormir: “Forma”, “Toco wood” o el elocuente “Real y mágico”, concepto central de un disco que ya en esa manera de combinar la realidad de un show y la magia del estudio pretende atravesar un camino que está pavimentado en la conciencia y lleno de baches ofrecidos por el sub y el inconsciente, espacios de fuga de las sensaciones, los movimientos y las estructuras de la música popular latinoamericana.
En ese marco, “No soy un extraño” no es sólo un capricho: esta versión en francés, en la que Supervielle canta más allá de que no sea la tarea musical a la que mejor está acostumbrado, da la pauta de otro intento, tal vez inconsciente, por unificar la música moderna y urbana fundacional de la región con los orígenes biográficos y musicales europeos de Supervielle. “Amo a Gainsbourg, indudablemente es mi referente, sobre todo a la hora de componer música para películas o hacer arreglos de cuerdas. Melody Nelson es mi patrón”, admite este pianista que ya trabajó en bandas de sonido para El baño del Papa y La redota: una historia de Artigas, una de las piezas de la serie Libertadores que TVE produce para América latina. “Pero la elección de los covers también tiene que ver con homenajear a discos emblemáticos de nuestra música. Es el caso de Darnauchans, que es un referente para los autores de mi generación. Lo curioso es que para todos nosotros el Darno es un señor grande, pero acá aparece mediante el sample del vinilo en el que grabó la ‘Canción de muchacho’, que compuso a los 17 y grabó cuando tenía sólo 19 años”, sigue sorprendido Luciano.
Y si de sorpresas se trata, también están “Zizou” y “El príncipe”, dos piezas dedicadas a un par de ídolos futbolísticos de Supervielle: “Tanto en Zinedine Zidane como en Enzo Francescoli hay un costado extrafutbolístico que, a mi entender, aunque no pueda entenderse como arte, sí puede ser comparado con el arte. Hay una belleza artística en su visión de la cancha, en su comprensión del juego. Aunque no creo en un dios ni tengo creencias esotéricas, me considero muy espiritual y creo que hay que trabajar fuertemente sobre las emociones y el espíritu. La música los alimenta, el fútbol también, aunque ambos campos atraviesen una mercantilización que los afea bastante”.
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