MUSICA › ALBERTO PODESTá Y LUIS FILIPELLI CANTAN Y CUENTAN EN EL BAR BILLARES
El legendario cantor que estrenó “Percal” y “Qué me van a hablar de amor” fue invitado a compartir escenario por su colega unos cuantos años más joven: “Se me ocurrió rendirle un reconocimiento, porque es un halago para el alma”, explica Filipelli.
› Por Cristian Vitale
Todo termina con un besazo en la frente de Alberto Podestá. Y empieza en un clímax que podría correrse lejos, bien atrás en el tiempo. La timba y el billar mandan en el subsuelo del remozado Bar Billares, y marchan ambientalmente parejo con lo que pasa arriba: Luis Filipelli, el que besa la cabeza del viejo cantor de tangos, empieza a calentar las cuerdas vocales con “Cristal”, sigue con “Viejo smoking” y desemboca en “Igual que una sombra”. Alguien lo compara con el Polaco Goyeneche, y de las veinte mesas que la fría noche de miércoles logró ocupar, parten aplausos cálidos. “Ahora que suba la gloria”, exige una mujer. Y la gloria sube: Podestá, de lúcidos 86 años, hace su bastón a un lado del escenario y lo suple apoyando su mano izquierda en el piano de Franco Polimeni... La formidable interpretación de “Los cosos de al lao”, el tacto de arrabal que le pone a “Percal” y lo emotivo que implica cantar, una vez más, dos de los tantos tangos que estrenó en la época dorada (“Nada” y “El bazar de los juguetes”) justifican el acto: Filipelli y Podestá, que luego se sentarán a contar anécdotas en público, consuman una noche más. “Nunca había hecho nada combinado con otro cantor. Para mí, esto es una novedad maravillosa, porque nunca hubo un apego así entre dos cantores o entre un cantor y un músico... Siempre fue una cosa violenta, y mire que yo estuve en muchísimas orquestas, ¿eh? Con Di Sarli, con Francini, con Caló...”, dirá Podestá a Página/12, cuando le toque hablar.
El dúo, que repetirá la secuencia este miércoles a las 21.30 en el histórico bar de Avenida de Mayo al 1200, identifica la juntada como un reencuentro. Dice Filipelli que se conocieron durante los últimos coletazos de Grandes valores del tango y que es un orgullo cantar con él “más allá de lo económico”. Dice Podestá que el tango es el sentir del pueblo argentino y que otras músicas serán “lindas, lavaditas o fantásticas”, pero no cuentan lo que cuenta el tango: “El tango dice el sentir de un hombre, de una madre, de un hijo. Es muy importante lo que han escrito los autores, que desgraciadamente no están más”, señala. Y Filipelli va a más: “Me parece que Alberto es el último referente de la década del ’40, por eso se me ocurrió rendirle un reconocimiento... No un homenaje, ojo, porque odio los homenajes, y además te los hacen cuando estás jodido o estás muerto. Alberto está totalmente vital y canta fenómeno. Es un halago para el alma”, manifiesta el cantor de 56 años, a quien Goyeneche honró como ahijado artístico.
Podestá, nacido en San Juan como Alejandro Washington Alé, también canta “Mano a mano” y “A media luz” con una voz increíblemente intacta. El atribuye la nitidez de su dicción a que no toma alcohol, a que fuma poco –¡fuma!– y a que no le gusta andar de farra en farra. “A veces salgo, pero no en seguidilla... Me gusta quedarme en casa”, se ríe. “He tenido mis momentos, claro: los ’40 fueron años muy intensos, gloriosos, y también las giras que hice a fines de los ‘50. Pero, bueno, el tiempo pasa para todos, ¿no?” Podestá ha estrenado “Nada”, “Percal”, “Una historia como tantas” y “Qué me van a hablar de amor”, entre muchos otros clásicos del género, y algunas partes de ese devenir se revisitan en la mesa redonda que ambos comparten como una especie de extensión anecdótica del show. Uno pregunta y el otro responde. “Son cosas increíbles que han pasado en la historia del tango y que han quedado en el tintero... Lo pensé como una mano para los pibes de hoy, porque cuando yo surgí, en la misma época que Guillermo Fernández, aún había medios que apoyaban al tango, había una bohemia, uno podía encontrarse y compartir cosas con el Polaco, con Rivero, con Alberto; en cambio, hoy no hay medios y tampoco una estructura que apoye. Es importante que se sepa que hay un gran varón, como Alberto, y una gran mujer, como Nelly Omar, porque a la generación que hace tango hoy le faltan referentes, cosas vividas, anécdotas jugosas... En fin, me siento un afortunado”, sostiene Filipelli.
Podestá, ya con el quinto café entre manos, también le tira un centro a las nuevas generaciones: “Los tipos que están en los grandes festivales y eso no tienen en cuenta que hay muchachos que luchan mucho por el tango. No les dan bolilla a Olga, al alemancito, que la están luchando con un cariño bárbaro, no les dan lugar cuando deberían, porque ellos defienden el tango a muerte y la gente no se entera. Que me perdone el ministro Lombardi, pero conoce a diez tipos nada más, y hay muchos trabajando en bares, cafés y milongas... Se tendría que poner el ojo ahí”. Filipelli y Podestá sostienen su canto en dos músicos de la nueva camada (Polimeni, dicho está, al piano y Juanjo Hermida, en guitarra) y matizan con la pareja de baile que forman Gachi Fernández y Cristian Miño. Nombran a Rivero, a Troilo y reivindican a Eladia Blázquez. “Fui muy amigo de ella y por eso ‘Para Eladia’, el tango que le hicieron Chico Novarro y Rubén Juárez, me emociona: ‘Que canten los que sepan, que todo lo que hiciste no venga y te lo gaste un gil cualquiera’... Esa frase me llena mucho, porque habla de la falta de reconocimiento o del reconocimiento tardío para muchos grandes cantores de tango: al Polaco le pasó eso y, aunque estaba resentido, se la bancaba sin ningún tipo de vedettismo. En este sentido se parece mucho a Podestá: ellos no son ‘vedettes’, el vedettismo se lo damos nosotros”, cierra Filipelli.
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